Capítulo 3

Gabriel sentía más confusión que dolor. ¿Por qué su caperucita había escapado toda asustada de él? ¿Acaso ella no sintió la conexión que tenían? ¿Y quién era ese niño? No era su hijo, de eso estaba seguro.

Era humana, de algún modo la Diosa Luna había decidido que su compañera seria una humana. Nunca se habría esperado estar en ese tipo de situación. Él siempre había supuesto que cuando encontrara a la indicada esta seria de su misma especie, no una de los humanos.

–Por eso no la encontraba nunca, no estaba entre los nuestros.

Volvió sobre sus pasos y se dirigió había la cafetería donde esperaba que le pudieran dar información sobre su futura Luna.

–Lo siento señor, pero esa información no se la puedo entregar.

–¿Qué? –Él lo había pedido de manera muy amable, solo quería saber dónde vivía su compañera, pero esa idiota no quería decirle. Ya sentía que su temperamento estaba sufriendo. – ¿Se puede saber por qué NO? –El “no” lo había terminado gritando, ocasionando que varios de los clientes lo miraran.

–Señor…entienda. Esa es información confidencial. No tengo autorizado entregarla.

–Pues entonces trae a alguien que sí pueda dármela, ¡y deja de ser una inútil!

–Gabriel, hombre… estas asustando a la chica. ¿Se puede saber que está pasando?

–Patrick… –el nombre salió de sus labios casi como un gruñido– ¿Se puede saber donde estabas metido? Tú eras quien tenía que estar aquí comprando. ¡NO YO!

–Ummm, mira… es una historia bastante interesante la verdad –se notaba que no tenía una excusa preparada, – pero mejor… ¿que está pasando aquí?

–Si… no hay tiempo que perder. ¿Todavía no vas a hacer lo que te pedí? ¡Ve a buscar a tu jefe!

–Señor… si me soltara… –Gabriel, en su furia por no conseguir la dirección de su compañera había tomado a la mesera del cuello de su blusa. Rápidamente la soltó y corrió a buscar a su jefa.

–Antes que vuelva, ¿me explicas por qué el Alfa esta así de trastornado? –Patrick, el beta de la manada y que tendría que haber estado haciendo las compras, preguntó.

–Mi luna… estaba aquí. Y se escapó.

–¿Aquí?

–Es humana.

–0h.

–Y si tu hubieses estado aquí, ella no se habría escapado. ¡Todo esto es tu culpa!

–Claro... si las cosas no le funcionan al gran lobo, yo soy el culpable. –Patrick murmuró queriendo que su amigo lo escuchara. – Todos culpen a Patrick.

Pronto venia otra mujer y esperaba que esta si fuera más accesible.

–Disculpe, me informaron que está buscando a Andrea Anderson, pero por políticas de la empresa no podemos darle su dirección.

Antes de que el lobo furioso hiciera una pataleta, Patrick se adelantó.

–Señora, por favor. Mi amigo aquí está desesperado por encontrarla y ahora esta reaccionando mal, porque ella se fue antes de que pudiera verla. Ya ve, habían tenido una relación y ella de repente desapareció. Él solo quiere tener respuestas. –Inventó en el momento.

Las dos mujeres se miraron como si eso respondiera algunas preguntas.

–¿El padre de Theo? –Murmuró la mesera que había sido maltratada por su Alfa y que ahora lo miraba como buscando similitudes con ese tal Theo. Sin saber quien era Theo, pero intuyendo que se tenían que referir a algún hijo de la futura Luna siguió hablando.

–Exacto. Mi amigo está desesperado por saber sobre su hijo. –“Diosa Luna, perdóname por tantas mentiras” pensó para sí. –Quiere saber que fue lo que sucedió para que Andrea se alejara y dejara a un niño sin su padre. Mírenlo. –Hizo un gesto a Gabriel, aunque mejor no lo hubiera hecho. Seguía con cara de pocos amigos. – ¿No crees que merece alguna explicación?

*

Lisa apretó el acelerador y se dirigió como si la persiguiera un vampiro hasta su cabaña. Tendrían que irse. Antes de que ese lobo los encontrara. Por la manera en que había reaccionado a ella suponía que tenía que ser su compañero y ella no tenía tiempo para el romance.

Agradecía aun estar en los efectos de la poción y que este no se diera cuenta de que era de su misma especie, habría hecho muchas preguntas y lo que sería peor para ella: la haría dejar a Theo.

Se sabía que los hombres lobos eran territoriales con su compañera y no dejarían que esta criara al cachorro de otro hombre.

–No todos son así, no todos… –pensó, a su mente llegando la imagen de un lobo al que odiaba y que esperaba no volvérselo a encontrar en lo que quedaba de vida.

–Mami… ¿el hombre malo se fue?

–Sí mi vida, pero tendremos que viajar. Así que llegando nos llevaremos solo lo más importante ¿bueno?

–Bueno.

En cuanto llegaron a su casa, Lisa empezó a llenar un bolso con ropa y pociones. Buscó todos sus ahorros y pronto estuvieron listos para salir de ahí. Terminaron de cargar todo en el furgón, se subió y empezó a retroceder para salir de la propiedad cuando ingreso un vehículo que le cerró el paso.

–No, no, no, no, no… –Miró a Theo y al vehículo atrás de ellos.

¿Ahora que hacía? Tendría que enfrentarlos. No le quedaba de otra.

–Quédate aquí cariño. Mamá se ocupa de esto.

Se bajó del furgón, pero sin apagar el motor. En cuanto pudieran ellos saldrían de ahí. En sus manos tenía una vez más el mismo b**e de béisbol. Del otro vehículo vio bajarse al mismo hombre lobo del mall.

–¿Vas a alguna parte caperucita? –Le dijo con una sonrisa arrogante, sabiendo que no tenía salida. –Y ten cuidado con eso, no te vayas a lastimar.

Lobo arrogante.

–Estas en propiedad privada. Retírate. –Prefirió decirle sin responder a su pregunta. –Y esto, –respondió mientras le mostraba el b**e, –quiere volver a saludarte.

–Mami no es caperucita. –La voz de Theo se escuchó. Lisa por estar con la atención en su supuesto compañero no se dio cuenta que Theo no la había obedecido y estaba delante de ella como si quisiera protegerla. –Ella no tiene una capa roja.

–Verdad, verdad, mi error. Theo, ¿verdad? –El hombre, Gabriel, por lo que recordaba del estacionamiento, le pregunto.

–Sí. Aléjate de mí mami hombre malo.

–Así que ese es Theo. –Otro hombre se bajó del vehículo. Ahora tenía menos posibilidades de escapar. – Y no somos hombres malos cachorro.

–Si mami dice que lo son es que lo son. –Respondió sin tener dudas de que su madre estaba en lo correcto. Y en su mente así lo era y él tenía que protegerla, ya era un niño grande y ese era su deber. Esos eran dos hombres malos que estaban asustando a su mamá. Tenía que protegerla.

Proteger.

Proteger.

PROTEGER.

–¡NO THEO! –Lisa gritó. Fue demasiado tarde, Theo ya había saltado y se había transformado en un pequeño cachorro que mostraba los colmillos a dos hombres lobos adultos.

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