Al llegar al hospital cada paso la acercaba a la habitación 204, donde su madre llevaba días internada. Su estado había empeorado de forma drástica en los últimos días. Los médicos no daban esperanzas, y aunque ella se aferraba a cada segundo a la posibilidad de una mejoría, la realidad la golpeaba como un mazo cada vez que cruzaba esa puerta.Entró lentamente. Su madre yacía en la cama, con el rostro pálido, la piel translúcida como el papel, los labios resecos y los ojos cerrados. Una máscara de oxígeno cubría su rostro. Las manos, antes fuertes y seguras, ahora parecían ramas quebradas, temblorosas, aferradas a la sábana como si quisieran sostenerse a la vida por pura voluntad.Ava tragó saliva con dificultad. Se acercó despacio, como si tuviera miedo de quebrar el frágil hilo de existencia que aún unía a su madre al mundo. Se sentó a su lado, le tomó la mano con ternura y se obligó a sonreír.—Hola, mamá —susurró—. Estoy aquí.Su madre abrió los ojos lentamente. Le costaba enfocar
El sonido de la lluvia golpeando suavemente el parabrisas era el único que acompañaba el suspiro entrecortado de Ava. Había conducido sin pensar, sin un rumbo claro, sin saber si sus lágrimas eran por su madre, por la humillación de Helena o por la devastadora posibilidad de que su mundo estuviera a punto de colapsar. Al llegar a la casa de Ethan, el lugar que hasta hacía unos minutos aún consideraba su refugio, no se atrevió a bajar del auto.Allí sentada, mirando la puerta principal como si de un tribunal se tratase, Ava no podía moverse. Su pecho dolía. El aire parecía cortarse a cada segundo, y la pregunta retumbaba en su cabeza como un martillo: ¿y si todo lo que dijo Helena era verdad?No quería ser la amante. No quería ser la sombra de nadie. Mucho menos de una mujer como Helena. Ella amaba a Ethan, lo amaba con el alma entera, con cada herida que había sanado por él, con cada risa que le había regalado. Y ahora... ¿qué era ella? ¿Un escape? ¿Una ilusión pasajera?La lluvia arr
La noche había caído con una tristeza densa y persistente, de esas que se sienten en los huesos, que se cuelan por las rendijas del alma y dejan una marca invisible. La casa de Ethan estaba sumida en un silencio inquietante, un mutismo que no traía paz, sino una tensión palpable que impregnaba cada rincón. El aire era pesado, como si las paredes mismas contuvieran la respiración, esperando a que alguien dijera algo que aliviara la opresión que flotaba en el ambiente.Adrián, desde su habitación, había escuchado fragmentos de la discusión entre Ethan y Ava. Las voces elevadas, las palabras entrecortadas y los silencios abruptos se filtraban a través de las paredes, creando un mosaico de emociones que el niño no lograba comprender del todo, pero que intuía lo suficiente como para que el miedo comenzara a enroscarse en su pequeño corazón. La voz quebrada de Ava, la frustración en las palabras de su padre, los silencios prolongados, los portazos, todo formaba un paisaje emocional que le r
Horas después…—¿Hoy no vas a trabajar? —preguntó Ava, acurrucada en el sofá con una manta sobre las piernas, mientras observaba a Ethan abotonarse la camisa.Ethan se giró hacia ella, dejando de lado la corbata que había comenzado a anudar. Su rostro se suavizó al verla tan serena, tan distinta a la joven impulsiva que solía correr por los pasillos de la casa. Esa dulzura le rompía el alma.—Pensaba ir solo un par de horas, pero… —se acercó, se sentó a su lado y le acarició el cabello—. ¿Pasa algo?Ava bajó la mirada un instante y luego lo miró con una sonrisa suave.—Quiero ir a visitar a mamá hoy. Ayer me pidió unos dulces y me prometí a mí misma llevarselos.Ethan suspiró. No porque no quisiera que fuera, sino porque sabía lo mucho que le costaba esa visita, lo que significaba para ella ver a su madre en ese estado, tratando de mantenerse fuerte por Donkan. —Está bien. No iré a trabajar. Le pediré a Arthur que cancele las reuniones del día. Hoy será para ustedes.Ava le sonrió co
Apenas Ava salió rumbo al hospital con Donkan, Ethan cerró la puerta con suavidad, sin perder de vista la silueta de su amada alejándose de la casa. El suave golpeteo de la lluvia contra las ventanas acompañaba su partida, creando una melodía melancólica que resonaba en el corazón de Ethan. Se quedó unos segundos inmóvil, con el corazón latiendo más rápido de lo que debería. No sabía si era por la ternura que había sentido al ver a Ava tan decidida, o por la ansiedad de lo que estaba por hacer.Se dirigió a su despacho, encendiendo la pantalla de su computadora y acomodando algunos papeles antes de tomar su teléfono y marcar el número de su abogado. El despacho estaba iluminado por una lámpara de escritorio. El aroma a cuero de los muebles y el leve olor a café impregnaban el ambiente, otorgándole una sensación de calma tensa. La llamada se conectó rápidamente.—Buenos días, señor Moreau —saludó el abogado desde el otro lado de la línea, con una voz profesional pero amigable.—Buenos
Ethan soltó a Adrián de su regazo y se quedó unos segundos mirando cómo el niño se acomodaba sobre el pequeño escritorio, dispuesto a continuar con su "trabajo". La tranquilidad de la oficina se interrumpió por el sonido del teléfono móvil de Ethan, vibrando sobre la mesa. Miró la pantalla y vio que era el abogado, era un número conocido que lo conectaba con los detalles más complicados de su vida. Un suspiro escapó de sus labios antes de contestar.—Buenos días, señor Moreau —saludó el abogado con voz firme y profesional.—Buenos días, Pierre. ¿Cómo van las cosas? —respondió Ethan, sintiendo una ligera presión en el pecho. Sabía que este asunto no se resolvería sin complicaciones.—En realidad, tenemos una actualización. Helena ha aceptado la reunión. Quiere ver a Adrián y a ti hoy, en la plaza principal. Es algo que no podemos evitar, y me gustaría saber si es posible que sea en una hora.Ethan no pudo evitar tensarse. Miró a Adrián, que seguía tan ajeno a la conversación, absorto e
La plaza principal estaba llena de gente que caminaba bajo el cielo gris, un par de nubes bajas amenazaban con soltar la lluvia, pero no parecía que eso afectara demasiado a los transeúntes. La suave brisa que movía las hojas de los árboles proporcionaba un alivio momentáneo, una sensación de calma que parecía contrastar con la tensión en el aire. Ethan miraba hacia el lugar donde estaba por reunirse con Helena, y, a pesar de la sonrisa entusiasta de Adrián, algo en su interior lo mantenía al borde de la incomodidad.Cuando llegaron al lugar señalado, Adrián, con los ojos brillando de emoción, se adelantó sin pensarlo. Su pequeño cuerpo corrió con rapidez, sorteando a las pocas personas que se cruzaban en su camino. Ethan observaba en silencio, con su corazón latiendo al ritmo acelerado de los pasos de su hijo. Al fondo, vio la figura de Helena, con su rostro familiar, aunque distinto en muchos aspectos. La mujer que había abandonado a su hijo, pero que aún mantenía la capacidad de ha
La tensión en el aire era densa, como si el tiempo mismo se hubiera detenido en esa plaza, esperando que algo estallara. La gente que pasaba por allí parecía ajena al drama que se estaba desarrollando frente a sus ojos, ignorante de los cuchillos invisibles que se clavaban en cada palabra, en cada mirada cargada de reproche. La conversación entre Ethan y Helena había alcanzado un punto crítico, uno del que no había retorno. La rabia y el dolor se filtraban en cada gesto, en cada palabra que se intercambiaba.Helena, con una sonrisa irónica en los labios, miraba a Ethan como si estuviera observando a un niño que no entendía las reglas del juego. Su expresión era una mezcla de desafío y una tranquilidad calculada. Ella sabía lo que estaba haciendo, lo había planeado todo. Y por un momento, incluso pareció disfrutar de esa tensión, de la incertidumbre que llenaba el espacio entre ellos.—No firmaré el divorcio —dijo, con su voz calmada pero llena de firmeza—. Quiero pasar más tiempo con