Por la mañana…El aire fresco de la mañana se colaba por la ventana, entrando en la habitación y acariciando las cortinas de lino blanco. La luz dorada del sol se filtraba suavemente, iluminando el rostro de Ethan mientras se sentaba en la cama, con los dedos entrelazados, pensativo. A su lado, Ava dormitaba, su respiración profunda y tranquila. A veces, Ethan se encontraba observándola como si fuera un milagro tenerla a su lado, como si los momentos de dolor y pérdida finalmente hubieran llegado a su fin.Él no podía negarlo, lo sentía cada vez más. Ava había llegado a ser mucho más que una simple pareja; era su ancla, su calma en medio del caos, la fuerza que lo mantenía en pie en los días más oscuros. Pero también había algo que no podía ignorar. Los días recientes lo habían dejado pensativo e inquieto. Su hijo Adrián, con su actitud rebelde y su personalidad traviesa, lo seguía deslumbrando, pero también le preocupaba profundamente cómo todo lo que había ocurrido con su madre Hele
La puerta se cerró con un portazo seco marcando la abrupta partida de Helena. El eco del golpe aún vibraba en las paredes mientras su perfume barato a lavanda y la estela de su furia quedaban suspendidos en el aire, como un recordatorio tangible de la tensión que acababa de estallar.Ethan permaneció inmóvil, con sus ojos de acero clavados en la puerta que Helena había atravesado momentos antes. La intensidad de su mirada parecía capaz de perforar la madera, como si con ello pudiera deshacer el pasado reciente. Su mandíbula estaba tensa, y los músculos de su cuello se marcaban bajo la piel, evidenciando el esfuerzo que hacía por contener la tormenta interna que lo consumía.—No olvides que Adrián no es tu hijo, Ethan —las palabras de Helena aún resonaban en su mente, cada sílaba impregnada de veneno—. Me lo puedo llevar cuando quiera.La amenaza de Helena antes de irse pendía sobre él como una espada de Damocles, y aunque sabía que legalmente tenía pocas opciones, su corazón se negaba
Al llegar al hospital cada paso la acercaba a la habitación 204, donde su madre llevaba días internada. Su estado había empeorado de forma drástica en los últimos días. Los médicos no daban esperanzas, y aunque ella se aferraba a cada segundo a la posibilidad de una mejoría, la realidad la golpeaba como un mazo cada vez que cruzaba esa puerta.Entró lentamente. Su madre yacía en la cama, con el rostro pálido, la piel translúcida como el papel, los labios resecos y los ojos cerrados. Una máscara de oxígeno cubría su rostro. Las manos, antes fuertes y seguras, ahora parecían ramas quebradas, temblorosas, aferradas a la sábana como si quisieran sostenerse a la vida por pura voluntad.Ava tragó saliva con dificultad. Se acercó despacio, como si tuviera miedo de quebrar el frágil hilo de existencia que aún unía a su madre al mundo. Se sentó a su lado, le tomó la mano con ternura y se obligó a sonreír.—Hola, mamá —susurró—. Estoy aquí.Su madre abrió los ojos lentamente. Le costaba enfocar
El sonido de la lluvia golpeando suavemente el parabrisas era el único que acompañaba el suspiro entrecortado de Ava. Había conducido sin pensar, sin un rumbo claro, sin saber si sus lágrimas eran por su madre, por la humillación de Helena o por la devastadora posibilidad de que su mundo estuviera a punto de colapsar. Al llegar a la casa de Ethan, el lugar que hasta hacía unos minutos aún consideraba su refugio, no se atrevió a bajar del auto.Allí sentada, mirando la puerta principal como si de un tribunal se tratase, Ava no podía moverse. Su pecho dolía. El aire parecía cortarse a cada segundo, y la pregunta retumbaba en su cabeza como un martillo: ¿y si todo lo que dijo Helena era verdad?No quería ser la amante. No quería ser la sombra de nadie. Mucho menos de una mujer como Helena. Ella amaba a Ethan, lo amaba con el alma entera, con cada herida que había sanado por él, con cada risa que le había regalado. Y ahora... ¿qué era ella? ¿Un escape? ¿Una ilusión pasajera?La lluvia arr
La noche había caído con una tristeza densa y persistente, de esas que se sienten en los huesos, que se cuelan por las rendijas del alma y dejan una marca invisible. La casa de Ethan estaba sumida en un silencio inquietante, un mutismo que no traía paz, sino una tensión palpable que impregnaba cada rincón. El aire era pesado, como si las paredes mismas contuvieran la respiración, esperando a que alguien dijera algo que aliviara la opresión que flotaba en el ambiente.Adrián, desde su habitación, había escuchado fragmentos de la discusión entre Ethan y Ava. Las voces elevadas, las palabras entrecortadas y los silencios abruptos se filtraban a través de las paredes, creando un mosaico de emociones que el niño no lograba comprender del todo, pero que intuía lo suficiente como para que el miedo comenzara a enroscarse en su pequeño corazón. La voz quebrada de Ava, la frustración en las palabras de su padre, los silencios prolongados, los portazos, todo formaba un paisaje emocional que le r
Horas después…—¿Hoy no vas a trabajar? —preguntó Ava, acurrucada en el sofá con una manta sobre las piernas, mientras observaba a Ethan abotonarse la camisa.Ethan se giró hacia ella, dejando de lado la corbata que había comenzado a anudar. Su rostro se suavizó al verla tan serena, tan distinta a la joven impulsiva que solía correr por los pasillos de la casa. Esa dulzura le rompía el alma.—Pensaba ir solo un par de horas, pero… —se acercó, se sentó a su lado y le acarició el cabello—. ¿Pasa algo?Ava bajó la mirada un instante y luego lo miró con una sonrisa suave.—Quiero ir a visitar a mamá hoy. Ayer me pidió unos dulces y me prometí a mí misma llevarselos.Ethan suspiró. No porque no quisiera que fuera, sino porque sabía lo mucho que le costaba esa visita, lo que significaba para ella ver a su madre en ese estado, tratando de mantenerse fuerte por Donkan. —Está bien. No iré a trabajar. Le pediré a Arthur que cancele las reuniones del día. Hoy será para ustedes.Ava le sonrió co
Apenas Ava salió rumbo al hospital con Donkan, Ethan cerró la puerta con suavidad, sin perder de vista la silueta de su amada alejándose de la casa. El suave golpeteo de la lluvia contra las ventanas acompañaba su partida, creando una melodía melancólica que resonaba en el corazón de Ethan. Se quedó unos segundos inmóvil, con el corazón latiendo más rápido de lo que debería. No sabía si era por la ternura que había sentido al ver a Ava tan decidida, o por la ansiedad de lo que estaba por hacer.Se dirigió a su despacho, encendiendo la pantalla de su computadora y acomodando algunos papeles antes de tomar su teléfono y marcar el número de su abogado. El despacho estaba iluminado por una lámpara de escritorio. El aroma a cuero de los muebles y el leve olor a café impregnaban el ambiente, otorgándole una sensación de calma tensa. La llamada se conectó rápidamente.—Buenos días, señor Moreau —saludó el abogado desde el otro lado de la línea, con una voz profesional pero amigable.—Buenos
Ethan soltó a Adrián de su regazo y se quedó unos segundos mirando cómo el niño se acomodaba sobre el pequeño escritorio, dispuesto a continuar con su "trabajo". La tranquilidad de la oficina se interrumpió por el sonido del teléfono móvil de Ethan, vibrando sobre la mesa. Miró la pantalla y vio que era el abogado, era un número conocido que lo conectaba con los detalles más complicados de su vida. Un suspiro escapó de sus labios antes de contestar.—Buenos días, señor Moreau —saludó el abogado con voz firme y profesional.—Buenos días, Pierre. ¿Cómo van las cosas? —respondió Ethan, sintiendo una ligera presión en el pecho. Sabía que este asunto no se resolvería sin complicaciones.—En realidad, tenemos una actualización. Helena ha aceptado la reunión. Quiere ver a Adrián y a ti hoy, en la plaza principal. Es algo que no podemos evitar, y me gustaría saber si es posible que sea en una hora.Ethan no pudo evitar tensarse. Miró a Adrián, que seguía tan ajeno a la conversación, absorto e