Minutos antes de que Ava volviera.Ethan tomó su teléfono y marcó con rapidez. Apenas sonó una vez antes de que la voz de Arthur se hiciera presente al otro lado de la línea.—Sí, jefe, dígame.Ethan caminó hacia su oficina dentro de la mansión, cerrando la puerta detrás de él con un chasquido seco.—¿Qué pasó con la deuda de los padres de Ava? —preguntó sin rodeos, con el ceño fruncido.Hubo un breve silencio antes de que Arthur respondiera con cautela.—Se entregó el dinero al padre de Ava para que hiciera el pago ayer.Ethan entrecerró los ojos y se dejó caer en su silla de cuero negro.—¿Por qué no hiciste el pago tú mismo?Arthur carraspeó.—Ayer tuve que hacerme cargo de varias cuestiones urgentes en la empresa, ya que usted se retiró temprano. Además, creí que era lo más conveniente…—Cállate —lo interrumpió Ethan con frialdad, frotándose las sienes con dos dedos.Sabía perfectamente lo que había ocurrido. Si el padre de Ava había recibido ese dinero y no había pagado la deuda,
Actualidad. Cuando Eva y Adrián salieron de la cocina, Ethan los siguió un poco después. Ava reía mientras Adrián corría a su alrededor con una pelota en las manos. El niño la miraba con adoración, y ella, con una ternura que Ethan jamás había visto en nadie más. Ava no era la madre de Adrián. Ni siquiera llevaba mucho tiempo en sus vidas. Pero cuando Ethan los veía juntos, no podía evitar notar lo natural que se veía aquella imagen. Como si siempre hubiera sido así. Helena nunca jugó con Adrián de esa manera. Nunca lo miró con tanta devoción. Ethan chasqueó la lengua y desvió la mirada. No le gustaba pensar en su exesposa. Su teléfono vibró en su bolsillo. Frunció el ceño al ver el número desconocido en la pantalla. Se alejó hacia su oficina antes de responder. —Ethan Moreau —dijo con voz firme al descolgar. —Señor Moreau, soy el doctor Renaud. Me indicaron que buscaba un especialista para el caso de la señora… —hizo una pausa breve— ¿Me recuerda su nombre? —Sull
El trayecto en auto fue tenso.Ava permanecía en silencio, con la mirada fija en la ventanilla. A pesar de que se había secado las lágrimas, sus manos seguían temblando sobre su regazo.Ethan, al volante, la observaba de reojo. Detestaba verla así tan derrotada. Pero no dijo nada. No era de los que ofrecían palabras de consuelo. No cuando la realidad era demasiado cruel para disfrazarla con falsos ánimos.Adrián, sentado en el asiento trasero, jugueteaba con un muñeco de acción, completamente ajeno a la tensión que llenaba el ambiente.—¿Mami? —llamó de repente, haciendo que Ava girara la cabeza, sorprendida por cómo la había llamado.—¿Sí, mi amor?—¿Tu mami va a estar bien? —preguntó el pequeño, habiendo escuchado a escondidas parte de la conversación previa entre su papá y Ava.Ava tragó saliva; sus ojos se humedecieron de nuevo, pero logró esbozar una sonrisa para el pequeño.—Sí, campeón. Vamos a hacer todo lo posible para ayudarla —respondió con voz temblorosa, intentando transm
Ethan cerró la puerta del auto con un golpe seco y volvió a la casa sin decir una palabra. El lugar estaba impregnado del hedor a alcohol y desolación. Mientras avanzaba por el pasillo, escuchó un ruido a sus espaldas.El padre de Ava, empapado por el agua de la ducha, se tambaleaba al salir del baño. Su camisa mojada se pegaba a su cuerpo y sus ojos inyectados en sangre ardían de resentimiento.—¿Quién te crees que eres para hablarme así? —espetó, con la voz arrastrada por el alcohol y la rabia.Ethan no se detuvo. Caminó hasta el pasillo y empezó a abrir puertas sin vacilación.—¿Dónde está? —preguntó sin molestarse en mirarlo.El hombre se quedó perplejo por un momento.—¿Quién?—Tu esposa —gruñó Ethan, mientras abría otra puerta y encontraba una habitación vacía.—¡No tienes derecho a meterte en mi casa ni a llevártela! —vociferó el hombre, con la furia de alguien que no tiene más armas que sus gritos.Ethan se detuvo. Se giró hacia él con una mirada de absoluto desprecio y, sin p
El doctor cerró la carpeta con un movimiento pausado y exhaló antes de hablar.—La paciente será internada de inmediato —informó con voz neutra—. Su estado es delicado, pero podemos estabilizarla y darle el tratamiento que necesita.Ava sintió que el mundo giraba a su alrededor. Un zumbido sordo llenó sus oídos mientras apretaba las manos con fuerza, tratando de contener el temblor en sus dedos. Sentía la garganta seca, como si hubiera tragado arena.—¿Se va a recuperar? —su voz salió entrecortada, apenas en un susurro.El médico la miró con cautela antes de responder, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras.—Es pronto para decirlo. Hay que esperar a ver cómo responde al tratamiento.La respuesta no le bastaba. No podía bastarle.Ava bajó la mirada al suelo. Su mente giraba en círculos, atrapada en pensamientos caóticos. Recordaba el rostro de su madre antes de que la trasladaran: pálido, ojeroso, vulnerable de una forma que nunca la había visto. Desde que tenía memor
Ethan entró a la cocina con pasos firmes, aunque su mente seguía atrapada en la tensión del día. Se quitó el saco y lo dejó sobre el respaldo de una silla antes de remangarse la camisa. Había demasiadas cosas en su cabeza, pero, por ahora, lo más importante era asegurarse de que Adrián comiera algo antes de irse a dormir.El niño lo siguió con su usual energía, balanceándose sobre la punta de los pies mientras observaba con atención cada uno de sus movimientos.—¿Vas a cocinar algo rico? —preguntó con los ojos brillantes de emoción.Ethan sacó pan, jamón y queso del refrigerador.—Haré algo rápido.Adrián infló las mejillas, cruzándose de brazos sobre la mesa.—¿Algo rápido significa algo aburrido?Ethan le dedicó una mirada de advertencia mientras comenzaba a preparar el sándwich.—Algo rápido significa que no quiero escuchar quejas.Adrián puso los ojos en blanco, pero luego sonrió.—Está bien, pero si es aburrido, me haces dos.Ethan resopló con diversión, moviendo la cabeza.El si
Ethan subió las escaleras con pasos silenciosos, con su corazón pesado por la preocupación que lo atormentaba. Sabía que Ava necesitaba un espacio, pero también entendía que a veces las palabras no eran suficientes. Las palabras no podían cambiar lo que había pasado, ni borrar el dolor que sentía. Sin embargo, él podía estar allí, en silencio, para ofrecerle lo que ella necesitaba sin hacer preguntas.Al llegar frente a la puerta entreabierta, escuchó los sollozos. Su cuerpo se tensó. No estaba acostumbrado a lidiar con el llanto de los demás, especialmente no con el de Ava, quien rara vez mostraba su vulnerabilidad. Por un momento, pensó en retroceder. Quizás ella quería estar sola, quizás no necesitaba verlo ahora. Pero su mano tembló cuando pensó en cómo se sentiría si no la apoyaba en ese momento.Con un suspiro, entró sin hacer ruido, con sus pasos ligeros como el aire. La vio. Ava estaba hecha un ovillo sobre la cama, abrazando con fuerza una almohada. Sus lágrimas caían en sile
Ethan observó la expresión en el rostro de Ava cuando la besó. Más él no se quedó con las ganas de besarla en la boca, sus labios, inicialmente tensos, se suavizaron bajo la presión de los suyos, y la respuesta no tardó en llegar. Ava le correspondió con la misma intensidad, enredando sus dedos en su cabello, acercándolo más a ella.Él sonrió contra sus labios, disfrutando del sabor dulce que le dejaban sus besos. Sus manos viajaron por la silueta de Ava, acariciándola con una mezcla de urgencia y adoración. Se acomodó sobre ella, sin dejar de explorar su piel con las yemas de sus dedos.—Ethan... —susurró Ava, con la voz entrecortada, pero sin apartarse.—Mmm... —respondió él, sin intenciones de detenerse.Las manos de Ava se deslizaron por su espalda, como si dudara entre empujarlo o acercarlo más. La calidez de su cuerpo la envolvía, y Ethan ya no pensaba en nada más que en ella.Pero entonces, de la nada, Ava se tensó.—¡Los niños! —exclamó, empujándolo con tal fuerza que Ethan te