La mañana comenzó con el sonido de unos pequeños pasos corriendo por el pasillo de la mansión. Adrián irrumpió en la oficina de su padre con la energía de siempre, pero con una expresión contrariada.—Papá, ¿dónde está Ava? —preguntó sin rodeos, subiendo a la silla frente al escritorio de Ethan y balanceando sus pies.Ethan, quien revisaba unos documentos financieros, apenas alzó la vista.—No vendrá más.—¿Por qué no? —insistió Adrián, frunciendo el ceño.—Porque así lo decidí —sentenció Ethan con frialdad, cerrando la carpeta y cruzando los brazos.Adrián se quedó en silencio unos segundos y luego pateó la silla con frustración.—¡Yo la quiero aquí!Ethan suspiró, masajeándose el puente de la nariz. No tenía paciencia para esto.—No siempre puedes tener lo que quieres, Adrián.—Pero yo la extraño —murmuró el niño, bajando la cabeza—. Quiero que me lea cuentos antes de dormir.Ethan endureció su expresión. No iba a ceder. Ava ya no formaba parte de sus vidas, y eso era lo mejor para
Ava despertó con un punzante dolor de cabeza. La luz que se filtraba por la ventana no hizo más que agravar su malestar, obligándola a entrecerrar los ojos. Lo único que podía distinguir era la sensación de una presión inusual en su cuerpo, como si estuviera siendo abrazada fuertemente. Sin embargo, eso no era lo más desconcertante. El hecho de que esa presión proviniera de unos brazos que la rodeaban con fuerza, sin querer soltarla, la hizo fruncir el ceño. Intentó recordar lo que había sucedido la noche anterior. Su mente estaba nublada, confusa, llena de fragmentos dispersos. Imágenes borrosas de un cuerpo masculino, besos ardientes, la sensación de un deseo salvaje… y luego, un vacío. Fue lo único que logró recordar con claridad, y ese vacío la aterraba. De repente, un suave movimiento en su cintura la hizo reaccionar. Al darse cuenta de que alguien estaba acostado junto a ella, su corazón comenzó a latir más rápido. Miró hacia su lado y, para su sorpresa, vio a Ethan, dormido,
Ava salió de la habitación con prisa, sintiendo la urgencia de escapar de Ethan Moreau. Su cuerpo temblaba, y no era solo por el frío; era la tormenta interna que se desataba dentro de ella. Cada paso que daba parecía más pesado que el anterior, pero no podía detenerse, no quería pensar en lo que acababa de suceder.—¡Idiota, idiota, idiota! —se dijo a sí misma, dándose leves golpecitos en la frente como si eso pudiera borrar la sensación de Ethan de su mente.¿Cómo había podido caer en esa trampa? ¿Cómo pudo haberse dejado tocar, besar, y ceder ante ese hombre que, ella sabía, solo la veía como un pasatiempo? Ethan Moreau era el prototipo de la arrogancia y el control, y, sin embargo, allí estaba ella, deshecha por él.—No volverá a pasar —se prometió en voz baja, pero algo en su interior sabía que sus palabras carecían de toda convicción.El sonido de sus pasos resonaba en las calles solitarias, mientras la brisa fresca acariciaba su rostro. Necesitaba calmarse, pensar con claridad.
El sol ya estaba en alto en el cielo. Las risas de los niños resonaban por todo el lugar, creando un ambiente alegre y bullicioso. Sin embargo, mientras Ethan observaba el entusiasmo de su hijo, una sensación incómoda se apoderó de él. Había algo en su interior que le dificultaba disfrutar del momento, algo que había estado aletargado por mucho tiempo.Adrián caminaba a su lado, saltando de un lado a otro con la energía propia de un niño, haciéndole preguntas sobre cada animal que veían. Al principio, Ethan no se molestaba demasiado, pensando que simplemente era una fase. Pero a medida que avanzaban, las preguntas de Adrián se hicieron más profundas, algo que el niño nunca había hecho antes.—Papá, ¿por qué mamá nos dejó? —preguntó Adrián de repente, mirando al frente mientras caminaban por la senda de los elefantes.Ethan se detuvo en seco, el dolor se reflejó en sus ojos por un momento antes de que su rostro se endureciera.—¿Qué quieres decir con eso, Adrián? —respondió con una fri
El zoológico, con su caos ordenado de animales y risas, parecía un refugio de diversión para los niños, pero no todos estaban allí por la misma razón. Mientras los adultos, Ethan y Ava, permanecían junto a los bancos, observando a los niños, los pequeños Adrián y Donkan estaban en su propio mundo, correteando por entre las sombras y la luz del mediodía. Sus risas resonaban por los pasillos, mientras sus pequeñas mentes formulaban un plan tan travieso como su comportamiento.Adrián, con su cara de pícaro, avanzaba rápido, sin pensar en nada más que en la diversión del momento. Pero en cuanto levantó la vista y vio a Ava y Ethan, notó algo raro, algo que no le pasaba desapercibido. Ambos se veían serios, algo que no era común. Ethan, siempre tan controlado, parecía distante, mientras que Ava, tan vivaz y protectora, estaba tranquila, pero con una ligera incomodidad en su expresión.—Oye, Donkan, ¿has notado algo raro? —dijo Adrián, mirando de reojo a los adultos. Los ojos de Adrián, co
El sol comenzaba a descender, mientras los pasillos del zoológico seguían llenos de familias y niños corriendo de un lado a otro. Pero en un rincón particular, la tensión era fuerte. Ethan Moreau cruzaba los brazos con fastidio mientras observaba a los dos niños que claramente estaban tramando algo.Ava, por otro lado, intentaba mantenerse indiferente, pero la mirada insistente de Adrián la inquietaba. Sabía que el niño estaba conspirando algo, y Donkan no se quedaba atrás. Ambos niños parecían pequeños estrategas en plena ejecución de un plan maestro.—Papá —dijo Adrián, con una sonrisa inocente que no engañaba a nadie—, Ava tiene razón, las jirafas son muy altas. Pero creo que los leones son más interesantes. ¿Por qué no vamos juntos a verlos? Los cuatro.Ethan arqueó una ceja.—Si quieres ver a los leones, vamos los dos. No necesitamos acompañantes.Ava rodó los ojos.—¿Siempre tienes que ser tan seco con él? —espetó con un deje de fastidio.Adrián aprovechó la oportunidad para ref
Adrián abrió los ojos y encontró su habitación en completo silencio. Frunció el ceño, sintiendo la extraña ausencia de su padre. Se levantó de la cama y corrió hacia el pasillo, llamando a Ethan con voz impaciente. No obtuvo respuesta.—¡Arthur! —gritó el niño con enojo ya que sabía que si su papá no estaba Arthur si estaría.Arthur, apareció en el umbral de la puerta, con la corbata ligeramente aflojada y el cabello despeinado. Su expresión reflejaba cansancio y desesperación.—¿Qué ocurre, joven Adrián? —preguntó con voz tensa.—¡Mi papá! ¿Dónde está? —Adrián cruzó los brazos y lo miró con el ceño fruncido.—Se fue temprano a trabajar —respondió Arthur con tono diplomático.El rostro de Adrián cambió de inmediato. Su labio inferior tembló y sus ojos se llenaron de lágrimas de rabia.—¡No se despidió de mí! —gritó, pateando el suelo.Arthur dio un paso atrás, visiblemente incómodo.—Estoy seguro de que tenía prisa...—¡No me importa! ¡Quiero verlo! —El niño tomó un cojín y lo lanzó c
El ambiente en la oficina de Ethan siempre era imponente. Silencioso, elegante y frío. Siendo todo lo que él representaba. Adrián, en cambio, parecía no encajar en ese mundo impoluto. Su risa escandalosa y su energía caótica chocaban con la rigidez del lugar. Y en medio de todo eso, Ava, la única capaz de hacer que el niño encontrara un poco de calma, aunque fuera temporal.—¡Tengo sed! —se quejó Adrián, moviendo los pies impaciente mientras permanecía sentado sobre el enorme escritorio de Ethan.Ava se apresuró a buscar agua, dándose cuenta de que no habían llevado ninguna bebida con ellos.—Voy por un vaso de agua —le dijo con rapidez—. No hagas travesuras, ¿sí?Adrián solo le sacó la lengua antes de cruzar los brazos con expresión altanera. Ava salió de la oficina en busca de la sala de empleados, sin notar la mirada de Ethan, que la siguió hasta que desapareció por la puerta.Mientras tanto, Ethan tomó una botella de agua de su escritorio, desenroscó la tapa con parsimonia y se la