El sol ya estaba en alto en el cielo. Las risas de los niños resonaban por todo el lugar, creando un ambiente alegre y bullicioso. Sin embargo, mientras Ethan observaba el entusiasmo de su hijo, una sensación incómoda se apoderó de él. Había algo en su interior que le dificultaba disfrutar del momento, algo que había estado aletargado por mucho tiempo.Adrián caminaba a su lado, saltando de un lado a otro con la energía propia de un niño, haciéndole preguntas sobre cada animal que veían. Al principio, Ethan no se molestaba demasiado, pensando que simplemente era una fase. Pero a medida que avanzaban, las preguntas de Adrián se hicieron más profundas, algo que el niño nunca había hecho antes.—Papá, ¿por qué mamá nos dejó? —preguntó Adrián de repente, mirando al frente mientras caminaban por la senda de los elefantes.Ethan se detuvo en seco, el dolor se reflejó en sus ojos por un momento antes de que su rostro se endureciera.—¿Qué quieres decir con eso, Adrián? —respondió con una fri
El zoológico, con su caos ordenado de animales y risas, parecía un refugio de diversión para los niños, pero no todos estaban allí por la misma razón. Mientras los adultos, Ethan y Ava, permanecían junto a los bancos, observando a los niños, los pequeños Adrián y Donkan estaban en su propio mundo, correteando por entre las sombras y la luz del mediodía. Sus risas resonaban por los pasillos, mientras sus pequeñas mentes formulaban un plan tan travieso como su comportamiento.Adrián, con su cara de pícaro, avanzaba rápido, sin pensar en nada más que en la diversión del momento. Pero en cuanto levantó la vista y vio a Ava y Ethan, notó algo raro, algo que no le pasaba desapercibido. Ambos se veían serios, algo que no era común. Ethan, siempre tan controlado, parecía distante, mientras que Ava, tan vivaz y protectora, estaba tranquila, pero con una ligera incomodidad en su expresión.—Oye, Donkan, ¿has notado algo raro? —dijo Adrián, mirando de reojo a los adultos. Los ojos de Adrián, co
El sol comenzaba a descender, mientras los pasillos del zoológico seguían llenos de familias y niños corriendo de un lado a otro. Pero en un rincón particular, la tensión era fuerte. Ethan Moreau cruzaba los brazos con fastidio mientras observaba a los dos niños que claramente estaban tramando algo.Ava, por otro lado, intentaba mantenerse indiferente, pero la mirada insistente de Adrián la inquietaba. Sabía que el niño estaba conspirando algo, y Donkan no se quedaba atrás. Ambos niños parecían pequeños estrategas en plena ejecución de un plan maestro.—Papá —dijo Adrián, con una sonrisa inocente que no engañaba a nadie—, Ava tiene razón, las jirafas son muy altas. Pero creo que los leones son más interesantes. ¿Por qué no vamos juntos a verlos? Los cuatro.Ethan arqueó una ceja.—Si quieres ver a los leones, vamos los dos. No necesitamos acompañantes.Ava rodó los ojos.—¿Siempre tienes que ser tan seco con él? —espetó con un deje de fastidio.Adrián aprovechó la oportunidad para ref
Adrián abrió los ojos y encontró su habitación en completo silencio. Frunció el ceño, sintiendo la extraña ausencia de su padre. Se levantó de la cama y corrió hacia el pasillo, llamando a Ethan con voz impaciente. No obtuvo respuesta.—¡Arthur! —gritó el niño con enojo ya que sabía que si su papá no estaba Arthur si estaría.Arthur, apareció en el umbral de la puerta, con la corbata ligeramente aflojada y el cabello despeinado. Su expresión reflejaba cansancio y desesperación.—¿Qué ocurre, joven Adrián? —preguntó con voz tensa.—¡Mi papá! ¿Dónde está? —Adrián cruzó los brazos y lo miró con el ceño fruncido.—Se fue temprano a trabajar —respondió Arthur con tono diplomático.El rostro de Adrián cambió de inmediato. Su labio inferior tembló y sus ojos se llenaron de lágrimas de rabia.—¡No se despidió de mí! —gritó, pateando el suelo.Arthur dio un paso atrás, visiblemente incómodo.—Estoy seguro de que tenía prisa...—¡No me importa! ¡Quiero verlo! —El niño tomó un cojín y lo lanzó c
El ambiente en la oficina de Ethan siempre era imponente. Silencioso, elegante y frío. Siendo todo lo que él representaba. Adrián, en cambio, parecía no encajar en ese mundo impoluto. Su risa escandalosa y su energía caótica chocaban con la rigidez del lugar. Y en medio de todo eso, Ava, la única capaz de hacer que el niño encontrara un poco de calma, aunque fuera temporal.—¡Tengo sed! —se quejó Adrián, moviendo los pies impaciente mientras permanecía sentado sobre el enorme escritorio de Ethan.Ava se apresuró a buscar agua, dándose cuenta de que no habían llevado ninguna bebida con ellos.—Voy por un vaso de agua —le dijo con rapidez—. No hagas travesuras, ¿sí?Adrián solo le sacó la lengua antes de cruzar los brazos con expresión altanera. Ava salió de la oficina en busca de la sala de empleados, sin notar la mirada de Ethan, que la siguió hasta que desapareció por la puerta.Mientras tanto, Ethan tomó una botella de agua de su escritorio, desenroscó la tapa con parsimonia y se la
La emoción en los ojos de Adrián era evidente cuando, al salir de la empresa, sujetó la mano de Ava con fuerza y le anunció con orgullo su plan para el resto de la tarde.—Hoy vamos a ver películas y comer palomitas, ¿verdad, papá?Ethan, que caminaba a su lado con las manos en los bolsillos, simplemente arqueó una ceja sin responder de inmediato.—Tú lo decidiste, supongo —dijo con indiferencia.—¡Sí! Y Ava tiene que ponerse pijama, porque es una pijamada —decretó Adrián con la seguridad de un emperador.Ava se rió ante la ocurrencia y revolvió el cabello de Adrián con cariño.—No tengo pijamas en tu casa, chiquillo —respondió, sin darle demasiada importancia.Pero el pequeño no iba a rendirse tan fácil. Se detuvo en seco, cruzó los brazos y la miró con dramatismo.—Eso es porque no aceptas trabajar con nosotros todo el día. ¿Acaso no me quieres?Ava parpadeó sorprendida. Ethan también se detuvo y la observó con atención.—Claro que te quiero, Adrián —respondió ella con dulzura.—Ent
El aire en la habitación estaba cargado, denso con la tensión que crepitaba entre ellos. Ava aún sentía el ardor en sus labios tras el beso salvaje de Ethan, y el eco de su cuerpo presionado contra la pared. Su respiración era errática, su corazón palpitaba con furia contra su pecho, y aún así, se negaba a ceder ante la mirada oscura y hambrienta de Ethan.—Te odio —espetó, con la voz apenas en un murmullo.Ethan esbozó una sonrisa ladeada, cruel, devastadoramente arrogante.—No lo suficiente.Ava levantó la mano para apartarlo, pero él la atrapó por la muñeca con facilidad. Su agarre no era brusco, pero tampoco le dejaba escapatoria.—Déjame ir —exigió, aunque la firmeza en su voz flaqueó cuando él deslizó el pulgar sobre su piel, dibujando círculos lentos y deliberados.—No quiero.Ethan la miraba con esa intensidad que la hacía temblar por dentro, como si estuviera decidido a devorarla entera. Había algo depredador en su postura, en la forma en que su cuerpo la acorralaba sin siqu
Ava sintió algo cálido y sólido contra su cuerpo, un peso que no debería estar ahí. Movió los dedos lentamente, dándose cuenta de que su mano no estaba sobre una almohada, sino sobre algo más firme… y caliente.Frunció el ceño. ¿Qué demonios?Abrió los ojos de golpe.Ethan.Estaba dormido profundamente, con un brazo fuerte y pesado rodeándola por la cintura, manteniéndola pegada a su pecho como si fuera una almohada humana. Peor aún, su pierna estaba entre las suyas, anclándola completamente.Ava contuvo un grito. ¡¿Qué estaba pasando?!Se movió con cautela, pero el agarre de Ethan se tensó.—Cinco minutos más… —murmuró él con su voz adormilada, y su aliento cálido rozando su cuello.Ava parpadeó. ¿Cinco minutos más? ¿De qué hablaba este lunático?—¡Suéltame, gorila! —gruñó, retorciéndose, pero él simplemente la abrazó más fuerte, aplastándola contra su cuerpo.—Hueles bien… —dijo él, con su voz llena de sueño, ignorando por completo la lucha de Ava—. Podría acostumbrarme a esto. Que