Mi jefe: el CEO de la moda
Mi jefe: el CEO de la moda
Por: Elisabeth Vargas
Capítulo 1: El primer encuentro

Isabella ajustó las correas de su bolso de cuero y respiró hondo. El edificio se erguía ante ella como un monolito de cristal, reflejando el cielo gris de la ciudad en una danza infinita de luces y sombras. Nueva York era un organismo palpitante, una sinfonía de bocinas, pasos apresurados y conversaciones en mil idiomas. Y en el corazón de esta jungla urbana, se encontraba Rossi Fashion, su nueva esperanza.

Había dejado atrás una pequeña ciudad y una vida que, aunque cómoda, se había vuelto monótona. Aquí, en la gran ciudad, sentía que podría desplegar sus alas y dar rienda suelta a su creatividad. Con su portafolio bajo el brazo, entró en el elegante vestíbulo y se dirigió a recepción.

El vestíbulo de Rossi Fashion era una oda al lujo minimalista. Paredes de mármol blanco, muebles de líneas rectas y esculturas abstractas creaban una atmósfera a la vez imponente y serena. El aire estaba perfumado con una sutil esencia cítrica que estimulaba los sentidos. Isabella entregó su currículum a la recepcionista, una mujer de mirada fría y movimientos precisos, y se dejó envolver por el ambiente.

Olivia Evans, la asistente personal de Leonardo Rossi, era la personificación de la elegancia. Vestida con un traje sastre de color marfil y tacones aguja, parecía más una escultura que una persona. "Buenos días. ¿En qué puedo ayudarla?"

"Soy Isabella Martínez. Tengo una entrevista con el señor Rossi", dijo, entregando su currículum.

La recepcionista consultó su ordenador y asintió. "Por favor, tome asiento. La señorita Evans la hará pasar en unos momentos".

Con una sonrisa apenas perceptible, la condujo a través de un laberinto de pasillos hasta la oficina del diseñador.

El despacho de Leonardo Rossi era un espacio amplio y luminoso, con vistas panorámicas de la ciudad. Libros de arte, bocetos y telas de seda cubrían las mesas de trabajo, creando un ambiente creativo y caótico. Leonardo, un hombre de rasgos marcados y ojos intensos, la recibió con una calidez sorprendente. Era Leonardo Rossi, el dueño de la empresa y el motivo por el que se encontraba allí.

Leonardo se puso en pie y le tendió la mano. "Isabella, encantado de conocerla. Tu portafolio es impresionante. Me ha llamado mucho la atención tu visión para la moda".

Isabella le estrechó la mano, sintiendo una mezcla de nerviosismo y emoción. "Muchas gracias, señor Rossi. Es un honor conocerlo".

Leonardo Rossi sonrió, sus ojos brillando con una mezcla de admiración y curiosidad mientras se sentaba nuevamente en su amplio escritorio. El despacho estaba lleno de energía creativa, como si las ideas y sueños que se gestaban en ese lugar estuvieran a punto de materializarse en obras maestras de la moda.

"Por favor, llámame Leonardo", dijo con una voz suave pero firme. "El título de 'señor' me hace sentir viejo, y en este oficio, la edad es solo un número."

Isabella asintió, tratando de mantener la compostura. Había soñado con este momento desde que decidió dedicarse a la moda, y ahora estaba allí, en la presencia de una de las figuras más influyentes del mundo. Era una oportunidad que no podía desperdiciar.

"Gracias... Leonardo", corrigió, sintiendo cómo la formalidad se disipaba un poco. "Estoy muy emocionada por la oportunidad de trabajar aquí. Admiro profundamente su trabajo y la visión que tiene para esta industria."

"Y yo admiro tu talento, Isabella. Tienes un ojo único para los detalles, algo que no se puede enseñar. Se nota que sientes la moda, que la vives en cada trazo de tus diseños. Eso es lo que buscamos aquí, personas que no solo diseñen, sino que aporten algo nuevo, algo fresco y emocionante."

Isabella sintió un rubor en sus mejillas al escuchar esas palabras. La calidez en la voz de Leonardo le daba confianza, pero también incrementaba su deseo de estar a la altura de las expectativas.

"Me encantaría escuchar tus ideas", continuó Leonardo, entrelazando sus dedos sobre la mesa. "Este es un espacio libre para la creatividad. Quiero que te sientas cómoda compartiendo cualquier pensamiento o concepto que tengas. Aquí no hay límites, excepto los que nos imponemos."

Isabella respiró hondo, sintiendo que este era el momento para demostrar su valía. Sacó de su bolsa un cuaderno de bocetos gastado, sus páginas llenas de dibujos que había hecho durante los últimos meses. Lo abrió y comenzó a mostrarle a Leonardo algunas de sus ideas más recientes.

"Estos son algunos de mis diseños más recientes", explicó, pasando las páginas con cuidado. "He estado trabajando en una colección que combina elementos tradicionales con un enfoque moderno. Quiero rendir homenaje a las técnicas antiguas, pero presentarlas de una manera que resuene con las nuevas generaciones."

Leonardo observó cada boceto con atención, sus ojos recorriendo cada línea y detalle con una concentración que Isabella encontró casi intimidante. No dijo nada durante varios minutos, simplemente asintió de vez en cuando, lo que hizo que Isabella se preguntara qué estaba pensando.

Finalmente, Leonardo levantó la vista y sonrió. "Esto es exactamente lo que estoy buscando", dijo con entusiasmo. "Tu enfoque es innovador pero respetuoso con la tradición. Es un equilibrio difícil de lograr, pero lo has hecho de manera magistral. Estoy impresionado, Isabella. Realmente lo estoy."

El alivio inundó a Isabella, pero también sintió una oleada de orgullo. Había trabajado arduamente para llegar hasta aquí, y ahora estaba recibiendo el reconocimiento de alguien a quien consideraba un maestro en su campo.

"Me encantaría que comenzaras a trabajar en esta colección de inmediato", Olivia te dará los detalles.

Al llegar a la recepción, se despidió de Olivia y salió a la calle. Respiró profundamente el aire fresco y se permitió disfrutar de ese momento único. Había llegado a la cima, pero sabía que este era solo el principio.

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