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Capítulo 5: El secreto de Leonardo

La relación profesional entre Isabella y Leonardo había florecido desde su primer encuentro, pero en las últimas semanas, Isabella había empezado a percibir algo más en sus interacciones. Había una tensión sutil, una corriente apenas perceptible que corría entre ellos, especialmente en los momentos de silencio, cuando las palabras no eran necesarias y las miradas lo decían todo. Isabella se encontraba pensando en Leonardo más de lo que consideraba prudente, y aunque intentaba mantener su enfoque en la colección, había algo en su presencia que la perturbaba de una manera que no había experimentado antes.

Una tarde, mientras trabajaba en un diseño, Isabella recibió un mensaje inesperado de Leonardo. Le pedía que lo acompañara a un lugar especial después de la jornada laboral. La invitación, tan sencilla en su forma, contenía un trasfondo de intimidad que hizo que el corazón de Isabella latiera un poco más rápido de lo habitual. Aceptó sin dudar, con una mezcla de curiosidad y un deseo latente por entender mejor a este hombre que se había vuelto una figura central en su vida.

Al final del día, Leonardo la recogió en la entrada del edificio de Rossi Fashion. El trayecto hacia su destino fue tranquilo, pero cargado de una expectación silenciosa. Condujeron a las afueras de la ciudad, dejando atrás el bullicio urbano, hasta llegar a una villa antigua, oculta entre frondosos jardines que parecían haber sido olvidados por el tiempo.

La villa era un contraste absoluto con el lujo moderno de la residencia de Leonardo. Aquí, todo parecía más genuino, más personal. Leonardo la guió a través de los corredores, revelándole que esta villa había pertenecido a su familia durante generaciones, un refugio donde él había pasado gran parte de su juventud. Sin embargo, lo que realmente cautivó a Isabella fue lo que encontró al final del recorrido: un estudio de arte escondido en una de las alas más apartadas de la villa.

El estudio estaba lleno de bocetos, lienzos y esculturas que, aunque inacabadas, capturaban la esencia de la naturaleza de una manera tan vibrante y auténtica que resonaba profundamente con la colección que Isabella estaba creando. Se quedó sin palabras mientras recorría el espacio, tocando con delicadeza las obras que parecían tan cercanas a su propia sensibilidad artística.

Leonardo, observándola en silencio, finalmente rompió el hechizo que los envolvía. Con una voz suave pero cargada de una vulnerabilidad que Isabella nunca había oído en él, le confesó que el arte había sido su verdadera pasión desde joven. Le contó que su sueño era ser artista, pero que la responsabilidad de dirigir Rossi Fashion lo había apartado de ese camino. Aunque había logrado un éxito inmenso en la moda, siempre había sentido un vacío, una tristeza latente por haber dejado atrás su primera vocación.

Isabella, conmocionada por esta revelación, sintió que una parte de Leonardo que hasta ahora había permanecido oculta se le había sido entregada en ese instante. Comprendió que su pasión por la naturaleza no solo era un tema profesional para él; era algo profundamente personal, una manera de reconectar con el sueño que había dejado atrás. A medida que él hablaba, Isabella sintió una conexión cada vez más intensa, no solo hacia su obra, sino hacia el hombre que estaba frente a ella, vulnerable y auténtico.

La conversación se volvió más íntima a medida que la noche avanzaba. Leonardo, en un gesto que parecía casi involuntario, tomó la mano de Isabella mientras le mostraba un boceto especialmente querido para él. El contacto fue electrizante, un momento que ambos sintieron en su piel. Isabella levantó la vista y encontró sus ojos, más cerca de lo que nunca habían estado, y en ese instante, el aire entre ellos se cargó de una tensión palpable.

“Isabella, hay algo en tu trabajo… en ti, que me recuerda a lo que una vez soñé ser”, susurró Leonardo, su voz apenas audible, como si estuviera confesando un secreto.

Isabella, atrapada entre la belleza de la obra que había creado y la intensidad del momento, sintió que su corazón latía más rápido. Sin romper el contacto visual, respondió con una sinceridad que no había planeado mostrar. “Leonardo, siento que todo lo que hago aquí… todo lo que he logrado, es porque tú lo has inspirado en mí. Y no solo profesionalmente…”

Las palabras quedaron suspendidas entre ellos, creando un espacio donde la atracción, hasta entonces contenida, comenzó a desbordarse. No dijeron más, pero la conexión emocional que habían desarrollado empezó a transformarse en algo más profundo, algo que ninguno de los dos se atrevía a definir en ese momento.

Esa noche, mientras regresaban a la ciudad, Isabella se sintió más confundida que nunca, pero también más viva. El secreto de Leonardo había revelado más que su pasión oculta; había desvelado una nueva faceta de su relación, una en la que la atracción mutua ya no podía ignorarse. Y aunque ninguno de los dos sabía exactamente qué vendría después, ambos estaban conscientes de que algo había cambiado entre ellos.

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