Después de la tormentosa junta, Leonardo se sentía agotado pero a la vez aliviado. El caos provocado por Valeria había sido contenido, al menos por el momento, pero una conversación pendiente aún lo inquietaba. Luca lo había salvado, contra todo pronóstico, y Leonardo necesitaba respuestas.En la intimidad de su despacho, ya sin la presión de los accionistas y las formalidades, Leonardo miraba a Luca con una mezcla de gratitud y curiosidad. Luca, por su parte, estaba sentado frente a él, ligeramente incómodo, como si se estuviera preparando para una confesión difícil.—Luca, lo que hiciste hoy… salvó a Rossi. Me ayudaste cuando más lo necesitaba. Pero tengo que preguntarte —dijo Leonardo, inclinándose hacia adelante—, ¿qué pasó realmente con Valeria? ¿Por qué cambiaste de bando?Luca bajó la mirada por un momento, tomando aire antes de hablar. Luego, levantó la cabeza y fijó sus ojos en los de Leonardo, como si lo que estaba a punto de decir le costara más de lo que quería admitir.—T
La luz del atardecer se filtraba por los ventanales de la casa de Leonardo, tiñendo la habitación de un tono cálido y acogedor. Isabella estaba sentada en el borde de la cama, observando cómo Leonardo caminaba de un lado a otro, su expresión pensativa. Después de todo lo ocurrido en la junta y el descubrimiento de la traición de Valeria, había mucho que procesar.Leonardo se detuvo frente a la ventana, mirando hacia el horizonte, donde los edificios de Nueva York se perfilaban contra el cielo anaranjado. Su mente estaba llena de ideas, emociones, y sobre todo, una necesidad urgente de sincerarse con Isabella.—Isabella —comenzó, su voz suave pero cargada de tensión—, ha pasado algo que no te he contado del todo. Algo sobre Valeria y Luca.Ella levantó la mirada, sus cejas se arquearon con preocupación.—¿Qué pasó? —preguntó, su tono cálido pero alerta.Leonardo se sentó a su lado, tomando una de sus manos entre las suyas. Le contó todo, desde la relación clandestina entre Luca y Valer
Leonardo estaba de pie frente al altar, el corazón latiéndole con una mezcla de nerviosismo y anticipación. La catedral, una obra maestra de arquitectura renacentista, estaba decorada con la más exquisita sencillez, acorde con el estilo que siempre había definido a Rossi: elegancia sin ostentación. Los altos ventanales de vidrieras dejaban entrar la luz dorada de la tarde, que caía suavemente sobre los bancos de madera oscura, llenando el espacio con un resplandor cálido y celestial.El eco de los pasos y murmullos de los invitados se desvanecía poco a poco. Amigos cercanos, familiares, colaboradores de la industria, todos estaban allí, observando en silencio. Leonardo sintió un nudo en el estómago mientras miraba hacia el fondo de la catedral, por donde en cualquier momento entraría Isabella. El suave murmullo de la música de fondo, ejecutada por un cuarteto de cuerdas, envolvía el aire, pero para él todo parecía disiparse en un tenue silencio, como si el tiempo mismo se detuviera a
Isabella ajustó las correas de su bolso de cuero y respiró hondo. El edificio se erguía ante ella como un monolito de cristal, reflejando el cielo gris de la ciudad en una danza infinita de luces y sombras. Nueva York era un organismo palpitante, una sinfonía de bocinas, pasos apresurados y conversaciones en mil idiomas. Y en el corazón de esta jungla urbana, se encontraba Rossi Fashion, su nueva esperanza.Había dejado atrás una pequeña ciudad y una vida que, aunque cómoda, se había vuelto monótona. Aquí, en la gran ciudad, sentía que podría desplegar sus alas y dar rienda suelta a su creatividad. Con su portafolio bajo el brazo, entró en el elegante vestíbulo y se dirigió a recepción.El vestíbulo de Rossi Fashion era una oda al lujo minimalista. Paredes de mármol blanco, muebles de líneas rectas y esculturas abstractas creaban una atmósfera a la vez imponente y serena. El aire estaba perfumado con una sutil esencia cítrica que estimulaba los sentidos. Isabella entregó su currículum
Isabella se detuvo un momento antes de girar la manija de la puerta de su nuevo despacho. Su respiración se aceleró ligeramente, una mezcla de anticipación y un leve temor se arremolinaban en su pecho. Cuando finalmente se atrevió a entrar, la sensación de vértigo fue casi abrumadora. La oficina era más grande de lo que había imaginado, con techos altos que acentuaban la amplitud del espacio. Los grandes ventanales que cubrían una de las paredes dejaban entrar una luz natural que inundaba la sala, ofreciendo una vista ininterrumpida y majestuosa de la ciudad que se extendía a sus pies. El bullicio urbano parecía lejano, como si estuviera contemplando una pintura en movimiento desde la cima de un mundo separado.El escritorio que ocupaba el centro del despacho era una obra de arte en sí mismo, una pieza minimalista de líneas rectas y materiales nobles que transmitían tanto poder como elegancia. La madera oscura, perfectamente pulida, contrastaba con el frío metal de las patas y los det
"Isabella, tengo un proyecto muy especial para ti", dijo Leonardo finalmente, sin apartar la vista de la ventana. Su voz era suave, pero con una firmeza que no admitía dudas. "Quiero que diseñes una colección inspirada en la naturaleza. Algo fresco, vibrante y lleno de vida". Isabella sintió que su pulso se aceleraba de nuevo, pero esta vez la emoción desplazó cualquier rastro de duda.Este era el tipo de proyecto con el que siempre había soñado, una oportunidad para mostrar su verdadera visión y talento. "Me encantaría, señor Rossi", respondió, tratando de mantener la compostura, aunque la emoción se filtraba en su voz.Leonardo se volvió lentamente hacia ella, y por primera vez desde que lo conoció, vio en su rostro una sonrisa genuina, un destello de confianza que la llenó de determinación. "Estoy seguro de que no me decepcionarás", dijo con una certeza que hizo que Isabella se sintiera más fuerte, más segura de lo que había estado en mucho tiempo.Isabella salió de la oficina de L
La semana de la moda se aproximaba con una velocidad implacable, y la atmósfera en Rossi Fashion se impregnaba de una mezcla de excitación y tensión palpable. Isabella estaba inmersa en su trabajo, cada vez más absorbida por la creación de su colección inspirada en la naturaleza. Los días pasaban como un torbellino de bocetos, telas y decisiones cruciales. A medida que el proyecto avanzaba, Isabella se sentía más conectada con su visión, su pasión alimentada por la libertad creativa que Leonardo le había concedido. Pero con cada paso adelante, la presión aumentaba, como una sombra que se alargaba con el tiempo.Leonardo observaba su progreso desde la distancia, sus visitas a la sala de diseño se habían vuelto más frecuentes. Con cada revisión, su rostro permanecía inmutable, pero sus palabras eran alentadoras. “Sigue explorando, Isabella”, le decía, y esas palabras se convertían en el combustible que ella necesitaba para seguir adelante. Era como si él viera algo en su trabajo que ell
La relación profesional entre Isabella y Leonardo había florecido desde su primer encuentro, pero en las últimas semanas, Isabella había empezado a percibir algo más en sus interacciones. Había una tensión sutil, una corriente apenas perceptible que corría entre ellos, especialmente en los momentos de silencio, cuando las palabras no eran necesarias y las miradas lo decían todo. Isabella se encontraba pensando en Leonardo más de lo que consideraba prudente, y aunque intentaba mantener su enfoque en la colección, había algo en su presencia que la perturbaba de una manera que no había experimentado antes.Una tarde, mientras trabajaba en un diseño, Isabella recibió un mensaje inesperado de Leonardo. Le pedía que lo acompañara a un lugar especial después de la jornada laboral. La invitación, tan sencilla en su forma, contenía un trasfondo de intimidad que hizo que el corazón de Isabella latiera un poco más rápido de lo habitual. Aceptó sin dudar, con una mezcla de curiosidad y un deseo l