Luca se encontraba solo en su nuevo despacho, la habitación en penumbras, iluminada únicamente por el resplandor tenue de la ciudad de Nueva York a través de las enormes ventanas. Desde su ascenso como nuevo CEO de Rossi Fashion, debería sentirse en la cima del mundo, pero en ese preciso momento, la confusión nublaba cada uno de sus pensamientos.El peso de lo que Valeria le había pedido aún recaía sobre sus hombros. Desviar dinero a cuentas opacas en las Islas Caimán... Sabía que estaba cruzando una línea peligrosa, una de la que probablemente no habría vuelta atrás. El dilema moral lo carcomía por dentro. ¿Hasta dónde estaba dispuesto a llegar por mantenerse en el poder y, sobre todo, por mantener a Valeria a su lado?El anillo que sostenía entre sus dedos brillaba bajo la luz suave que entraba por la ventana. Lo había comprado hacía unos días, decidido a seguir el juego de Valeria, aunque ahora no sabía si ese juego lo estaba controlando a él.Su mente volvía una y otra vez a las m
De vuelta en Nueva York, Leonardo apenas había tenido tiempo de deshacer su maleta. El frenesí de su exitoso periplo por Europa seguía en su mente, pero había algo mucho más urgente que atender: la deuda que aún pendía sobre Rossi Fashion y la inminente amenaza que Valeria representaba. El triunfo de Berlín y París lo había elevado momentáneamente, pero ahora era el momento de mover las piezas en su favor.Con paso decidido, llegó a la imponente casa de Fabriccio, uno de los miembros más veteranos y respetados de la junta. El hombre, de cabello canoso y porte distinguido, lo recibió con una sonrisa franca. A pesar de la situación, siempre había sentido simpatía por Leonardo y la admiración mutua que compartían les había permitido una relación de confianza, aunque en la política interna de Rossi Fashion, los favores no eran gratuitos.—Leonardo, amigo mío. —La voz de Fabriccio resonó cálida mientras lo hacía pasar a su elegante salón, decorado con antigüedades y retratos familiares que
La sala de juntas de Rossi Fashion estaba llena. Todos los miembros de la junta se encontraban sentados alrededor de la larga mesa de madera oscura, expectantes por lo que sería una reunión crucial para el futuro de la compañía. Leonardo, vestido impecablemente con un traje azul marino, estaba preparado para la confrontación. Había llegado el momento de mostrarles los resultados de sus esfuerzos en Europa, de enseñarles cómo Rossi podía volver a la cima y, más importante aún, cómo podrían cancelar la deuda con Massimo. Con Isabella a su lado, ambos irradiaban una confianza contenida. Sabían que tenían que ser precisos y persuasivos, pero también eran conscientes de que Valeria y Luca harían todo lo posible por destruirlos. Leonardo comenzó con una presentación nítida, proyectando gráficos y cifras en la pantalla gigante detrás de él. Explicó cómo la colección de grandes almacenes había impulsado las ventas de Rossi y cómo los recientes desfiles en Berlín y París no solo habían eleva
La tensión en la sala de juntas era palpable. Todos los presentes miraban a Luca, quien se había puesto de pie con calma, su expresión controlada, pero con un brillo en los ojos que sugería que estaba a punto de cambiar el rumbo de la reunión. Valeria lo observaba con una mezcla de desconcierto y desconfianza, mientras Leonardo contenía el aliento, sin estar seguro de qué iba a decir su supuesto rival.—Como algunos de ustedes saben, en los últimos meses hemos experimentado una importante afluencia de efectivo debido al éxito de nuestras nuevas colecciones y eventos —comenzó Luca, su voz resonando firme en la sala—. Sin embargo, no todos esos ingresos aparecen en las cuentas de forma inmediata.Los murmullos comenzaron de nuevo, con algunos miembros de la junta mirando los documentos y otros volviendo sus ojos hacia Valeria, cuya sonrisa se había congelado en su rostro.—Decidí —continuó Luca— que, en lugar de dejar ese dinero inmovilizado en las cuentas, lo más prudente sería realiza
Después de la tormentosa junta, Leonardo se sentía agotado pero a la vez aliviado. El caos provocado por Valeria había sido contenido, al menos por el momento, pero una conversación pendiente aún lo inquietaba. Luca lo había salvado, contra todo pronóstico, y Leonardo necesitaba respuestas.En la intimidad de su despacho, ya sin la presión de los accionistas y las formalidades, Leonardo miraba a Luca con una mezcla de gratitud y curiosidad. Luca, por su parte, estaba sentado frente a él, ligeramente incómodo, como si se estuviera preparando para una confesión difícil.—Luca, lo que hiciste hoy… salvó a Rossi. Me ayudaste cuando más lo necesitaba. Pero tengo que preguntarte —dijo Leonardo, inclinándose hacia adelante—, ¿qué pasó realmente con Valeria? ¿Por qué cambiaste de bando?Luca bajó la mirada por un momento, tomando aire antes de hablar. Luego, levantó la cabeza y fijó sus ojos en los de Leonardo, como si lo que estaba a punto de decir le costara más de lo que quería admitir.—T
La luz del atardecer se filtraba por los ventanales de la casa de Leonardo, tiñendo la habitación de un tono cálido y acogedor. Isabella estaba sentada en el borde de la cama, observando cómo Leonardo caminaba de un lado a otro, su expresión pensativa. Después de todo lo ocurrido en la junta y el descubrimiento de la traición de Valeria, había mucho que procesar.Leonardo se detuvo frente a la ventana, mirando hacia el horizonte, donde los edificios de Nueva York se perfilaban contra el cielo anaranjado. Su mente estaba llena de ideas, emociones, y sobre todo, una necesidad urgente de sincerarse con Isabella.—Isabella —comenzó, su voz suave pero cargada de tensión—, ha pasado algo que no te he contado del todo. Algo sobre Valeria y Luca.Ella levantó la mirada, sus cejas se arquearon con preocupación.—¿Qué pasó? —preguntó, su tono cálido pero alerta.Leonardo se sentó a su lado, tomando una de sus manos entre las suyas. Le contó todo, desde la relación clandestina entre Luca y Valer
Leonardo estaba de pie frente al altar, el corazón latiéndole con una mezcla de nerviosismo y anticipación. La catedral, una obra maestra de arquitectura renacentista, estaba decorada con la más exquisita sencillez, acorde con el estilo que siempre había definido a Rossi: elegancia sin ostentación. Los altos ventanales de vidrieras dejaban entrar la luz dorada de la tarde, que caía suavemente sobre los bancos de madera oscura, llenando el espacio con un resplandor cálido y celestial.El eco de los pasos y murmullos de los invitados se desvanecía poco a poco. Amigos cercanos, familiares, colaboradores de la industria, todos estaban allí, observando en silencio. Leonardo sintió un nudo en el estómago mientras miraba hacia el fondo de la catedral, por donde en cualquier momento entraría Isabella. El suave murmullo de la música de fondo, ejecutada por un cuarteto de cuerdas, envolvía el aire, pero para él todo parecía disiparse en un tenue silencio, como si el tiempo mismo se detuviera a
Isabella ajustó las correas de su bolso de cuero y respiró hondo. El edificio se erguía ante ella como un monolito de cristal, reflejando el cielo gris de la ciudad en una danza infinita de luces y sombras. Nueva York era un organismo palpitante, una sinfonía de bocinas, pasos apresurados y conversaciones en mil idiomas. Y en el corazón de esta jungla urbana, se encontraba Rossi Fashion, su nueva esperanza.Había dejado atrás una pequeña ciudad y una vida que, aunque cómoda, se había vuelto monótona. Aquí, en la gran ciudad, sentía que podría desplegar sus alas y dar rienda suelta a su creatividad. Con su portafolio bajo el brazo, entró en el elegante vestíbulo y se dirigió a recepción.El vestíbulo de Rossi Fashion era una oda al lujo minimalista. Paredes de mármol blanco, muebles de líneas rectas y esculturas abstractas creaban una atmósfera a la vez imponente y serena. El aire estaba perfumado con una sutil esencia cítrica que estimulaba los sentidos. Isabella entregó su currículum