Irina se soltó de la mano de Amir con un gesto brusco, como si el contacto físico de sus dedos le quemara la piel. Sus ojos parecían dos brasas ardientes en un rostro pálido de ira, lanzando dardos de reproche hacia Sven.—¡No puedo creer que lo defiendas después de todo lo que ha hecho! —exclamó con la voz ahogada, luchando por contener las lágrimas que pugnaban por brotar—. Dice ser mi padre, pero lo único que le importó fue abandonarme en manos de un mafioso que maltrata mujeres —dijo, fulminando a Sven con la mirada—. Entre tú y Asad, eres el peor.Sven guardó silencio, sintiendo el peso de las palabras de su hija como una losa sobre su pecho. Sabía que no había excusa para sus actos, ni siquiera el amor que sentía por Irina podía justificarlos. Pero tampoco podía negar el lazo que los unía, la sangre que corría por sus venas, aunque fuera manchada por el pasado.—Irina, por favor, entiende que estoy tratando de hacer lo correcto ahora —rogó Sven, extendiendo una mano hacia ella e
Asad suspiró profundamente, dejando que el peso de sus palabras se posara en la habitación como una niebla espesa. Su mirada se dirigió hacia Irina, quien lo observaba con detenimiento, como si intentara descifrarlo con la sola fuerza de la mirada. Aunque había revelado una verdad perturbadora, era consciente de que aún quedaban muchos interrogantes por responder y secretos por desenterrar.—No, yo era hija de un familiar de Dimitri —respondió Irina, con una voz que temblaba, revelando la tormenta emocional que la embargaba. — Pero debiste haberme dicho la verdad.Asad asintió lentamente, ordenando sus pensamientos antes de responder. Cada palabra pesaba en su conciencia, cada recuerdo del pasado se entrelazaba con el presente, tejiendo una compleja red de verdades y mentiras.—Cariño, lo siento mucho. No te lo he contado antes porque pensé que era mejor protegerte de esa verdad. Pero sí, fui yo quien acabó con la vida de ese hombre y sus dos hijos adultos. No eran mejores que él, aunq
Irina se aferró a la mano de Amir con fuerza, buscando consuelo en su presencia mientras enfrentaba la verdad cruda y desgarradora que Asad acababa de revelar, era difícil aceptarlo pero ella jamás le había importado.Tenía razón Amir, era apenas una niña cuando ese hombre la dejó en una red de trata de personas y fue para usarla como anzuelo, después de ello la adoptó pero en secreto la fue adiestrando para convertirse en una hermosa mujer su disposición que haría todo lo que le pidiera que engañaría y seduciría a los hombres por él, no conociendo a Asad él jamás habría permitido que su hija biológica hiciera algo así.Era algo que siempre había sabido,pero en el fondo se negaba a aceptarlo para ella él era su Salvador y ahora resulta que también había sido su verdugo. La sensación de traición y engaño la envolvía como una sombra, oscureciendo su corazón y su mente. —Es mi esposa, no mi hermana —repitió Amir con determinación, su voz resonando con un tono de autoridad y protección
Said despertó primero, sintiendo el suave susurro de la brisa matutina acariciando su rostro. Con un suspiro tranquilo, abrió lentamente los ojos y se encontró con la reconfortante imagen de William durmiendo a su lado. Una sonrisa jugueteó en sus labios al observar la expresión serena en el rostro de su amado mientras dormía.Con ternura, Said extendió la mano y trazó suavemente los contornos del rostro de William, memorizando cada línea y curva con cariño. William, sintiendo la caricia delicada, comenzó a despertar lentamente. Parpadeó un par de veces antes de enfocar la mirada en Said. Su corazón se llenó de amor al verlo allí, tan cerca de él.—Buenos días, mi amor —susurró William con voz somnolienta, su sonrisa iluminando su rostro al tiempo que estiraba los brazos para rodear a Said en un abrazo cálido.Said se acercó más, hundiendo su rostro en el cuello de William, inhalando la mezcla de aromas de su piel. Se sentía en casa, seguro y amado en los brazos de su pareja.—Buenos
El alba despuntaba sobre la ciudad, tiñendo de dorado las calles aún adormecidas. En el interior de la opulenta mansión de Asad, reinaba una atmósfera densa, cargada de tensión y desasosiego.Más de un mes había transcurrido desde la inesperada partida de Irina y Amir, sumiendo a Asad en un mar de incertidumbre y una irritabilidad creciente.En la amplia sala de estar, Asad y su hijo Said se encontraban envueltos en un áspero intercambio de palabras, cada una de ellas como una daga envenenada que laceraba el aire. La electricidad crepitaba en el ambiente, palpable en cada gesto y en cada tono de voz.—¡¿Cuándo vas a madurar, Said?! —tronó Asad, su voz cargada de autoridad y frustración—. ¡Es hora de que asumas tu papel como heredero de esta familia! Ahora que Amir se ha marchado, necesitas tomar las riendas.Said, con la mandíbula tensa y los puños apretados, no rehuyó la confrontación.—¿Y cuándo vas a dejar de vivir en el pasado, padre? ¡Irina y Amir no regresarán! Y no lo harán por
La noticia del embarazo golpeó a Nadia como un rayo inesperado. Era algo que no había previsto ni deseado en ese momento, cuando todo era demasiado peligroso y un embarazo solo complicaría aún más las cosas. Un torbellino de emociones la invadió: sorpresa, alegría, miedo, incertidumbre... todo era tan confuso.Numerosas preguntas asaltaron su mente. Preguntas sobre el futuro, sobre su nueva condición y sobre cómo afectaría a su vida y la de Said, pero también la de Jamal y William.Said, quien había aprendido a conocerla durante el mes que llevaban fingiendo ser un matrimonio feliz, pudo leer en sus ojos la mezcla de emociones que la embargaban. Tomó su mano entre las suyas y la apretó con firmeza. Su mirada, a pesar de reflejar su propia sorpresa, transmitía seguridad y apoyo incondicional. No le importaba hacerse pasar por el padre de ese niño hasta que finalmente pudieran ser libres.—Tranquila, mi amor —susurró Said, intentando calmarla y evitar que su padre notara su reacción—.
—¿Está seguro de esto, señor? —preguntó la voz al otro lado de la línea, con un tono profesional y discreto. Asad asintió con la cabeza, aunque nadie podía verlo a través del teléfono.—Sí, necesito que sigan a mi hijo. Quiero saber todos sus movimientos, especialmente cómo pasan él y su esposa el tiempo libre, cuál es ese trabajo que los ha obligado a viajar, con quién se reúnen, incluso qué comen y cuántas veces al día. No puedo dejar nada al azar.—Entendido, señor. Nos ocuparemos de ello y le mantendremos informado de cualquier novedad.— Y por cierto… estar preparados por si tienen que deshacerse de él en el momento en que lo ordene.Asad agradeció brevemente y colgó, con la sensación de haber iniciado un camino del que no podía retroceder, pero aunque fuera duro debía dejar las cosas ordenadas antes de marcharse. Ahora solo quedaba esperar y enfrentar las posibles revelaciones que surgieran. —Buenos días, papá —saludó Irina, acercándose hasta donde él estaba. Asad acababa de
El chofer de Asad aparcó su vehículo frente a la casa de Amir e Irina. Se encontraba algo nervioso por la repentina aparición de Irina en la mansión de su jefe, si bien era cierto que ella no había dado señal alguna de haber escuchado su conversación, también la había adiestrado durante gran parte de su vida para fingir cualquier cosa frente a cualquier persona. Sin duda, era capaz de ocultar sus emociones incluso a él. Aunque había aceptado la invitación a cenar con sus hijos, Asad se sentía como si estuviera caminando hacia lo desconocido. Se adentraba en un territorio emocionalmente complejo, directo a una trampa, pero jamás se había caracterizado por ser un hombre cobarde.Entró en la casa con su paso habitual, apoyándose en su bastón, y fue recibido por Amir, quien lo ayudó a llegar a la sala mientras Irina se encontraba en el comedor preparando la mesa.—Padre, qué sorpresa verte aquí —dijo Amir, intentando ocultar su asombro bajo una sonrisa cortés.Asad asintió con solemnid