Said despertó primero, sintiendo el suave susurro de la brisa matutina acariciando su rostro. Con un suspiro tranquilo, abrió lentamente los ojos y se encontró con la reconfortante imagen de William durmiendo a su lado. Una sonrisa jugueteó en sus labios al observar la expresión serena en el rostro de su amado mientras dormía.Con ternura, Said extendió la mano y trazó suavemente los contornos del rostro de William, memorizando cada línea y curva con cariño. William, sintiendo la caricia delicada, comenzó a despertar lentamente. Parpadeó un par de veces antes de enfocar la mirada en Said. Su corazón se llenó de amor al verlo allí, tan cerca de él.—Buenos días, mi amor —susurró William con voz somnolienta, su sonrisa iluminando su rostro al tiempo que estiraba los brazos para rodear a Said en un abrazo cálido.Said se acercó más, hundiendo su rostro en el cuello de William, inhalando la mezcla de aromas de su piel. Se sentía en casa, seguro y amado en los brazos de su pareja.—Buenos
El alba despuntaba sobre la ciudad, tiñendo de dorado las calles aún adormecidas. En el interior de la opulenta mansión de Asad, reinaba una atmósfera densa, cargada de tensión y desasosiego.Más de un mes había transcurrido desde la inesperada partida de Irina y Amir, sumiendo a Asad en un mar de incertidumbre y una irritabilidad creciente.En la amplia sala de estar, Asad y su hijo Said se encontraban envueltos en un áspero intercambio de palabras, cada una de ellas como una daga envenenada que laceraba el aire. La electricidad crepitaba en el ambiente, palpable en cada gesto y en cada tono de voz.—¡¿Cuándo vas a madurar, Said?! —tronó Asad, su voz cargada de autoridad y frustración—. ¡Es hora de que asumas tu papel como heredero de esta familia! Ahora que Amir se ha marchado, necesitas tomar las riendas.Said, con la mandíbula tensa y los puños apretados, no rehuyó la confrontación.—¿Y cuándo vas a dejar de vivir en el pasado, padre? ¡Irina y Amir no regresarán! Y no lo harán por
La noticia del embarazo golpeó a Nadia como un rayo inesperado. Era algo que no había previsto ni deseado en ese momento, cuando todo era demasiado peligroso y un embarazo solo complicaría aún más las cosas. Un torbellino de emociones la invadió: sorpresa, alegría, miedo, incertidumbre... todo era tan confuso.Numerosas preguntas asaltaron su mente. Preguntas sobre el futuro, sobre su nueva condición y sobre cómo afectaría a su vida y la de Said, pero también la de Jamal y William.Said, quien había aprendido a conocerla durante el mes que llevaban fingiendo ser un matrimonio feliz, pudo leer en sus ojos la mezcla de emociones que la embargaban. Tomó su mano entre las suyas y la apretó con firmeza. Su mirada, a pesar de reflejar su propia sorpresa, transmitía seguridad y apoyo incondicional. No le importaba hacerse pasar por el padre de ese niño hasta que finalmente pudieran ser libres.—Tranquila, mi amor —susurró Said, intentando calmarla y evitar que su padre notara su reacción—.
—¿Está seguro de esto, señor? —preguntó la voz al otro lado de la línea, con un tono profesional y discreto. Asad asintió con la cabeza, aunque nadie podía verlo a través del teléfono.—Sí, necesito que sigan a mi hijo. Quiero saber todos sus movimientos, especialmente cómo pasan él y su esposa el tiempo libre, cuál es ese trabajo que los ha obligado a viajar, con quién se reúnen, incluso qué comen y cuántas veces al día. No puedo dejar nada al azar.—Entendido, señor. Nos ocuparemos de ello y le mantendremos informado de cualquier novedad.— Y por cierto… estar preparados por si tienen que deshacerse de él en el momento en que lo ordene.Asad agradeció brevemente y colgó, con la sensación de haber iniciado un camino del que no podía retroceder, pero aunque fuera duro debía dejar las cosas ordenadas antes de marcharse. Ahora solo quedaba esperar y enfrentar las posibles revelaciones que surgieran. —Buenos días, papá —saludó Irina, acercándose hasta donde él estaba. Asad acababa de
El chofer de Asad aparcó su vehículo frente a la casa de Amir e Irina. Se encontraba algo nervioso por la repentina aparición de Irina en la mansión de su jefe, si bien era cierto que ella no había dado señal alguna de haber escuchado su conversación, también la había adiestrado durante gran parte de su vida para fingir cualquier cosa frente a cualquier persona. Sin duda, era capaz de ocultar sus emociones incluso a él. Aunque había aceptado la invitación a cenar con sus hijos, Asad se sentía como si estuviera caminando hacia lo desconocido. Se adentraba en un territorio emocionalmente complejo, directo a una trampa, pero jamás se había caracterizado por ser un hombre cobarde.Entró en la casa con su paso habitual, apoyándose en su bastón, y fue recibido por Amir, quien lo ayudó a llegar a la sala mientras Irina se encontraba en el comedor preparando la mesa.—Padre, qué sorpresa verte aquí —dijo Amir, intentando ocultar su asombro bajo una sonrisa cortés.Asad asintió con solemnid
Asadesyaba ensimismado en su trabajo cuando vio de pronto cómo un correo electrónico irrumpía en su buzón. Era del hombre que había contratado para seguir a su hijo y a su esposa por Europa.Con un nudo en el estómago y una pizca de esperanza de haberse equivocado, abrió el mensaje. Un escalofrío subió por su espina dorsal al contemplar las imágenes adjuntas. En ellas, su hijo, Said, y su nuera, Nadia, aparecían junto al americano, William, y a su sobrino, Jamal.En una de las fotos, Said y William se fundían en un apasionado beso. Asad se llevó la mano al pecho, sintiendo que el corazón le estallaba, aun así respiro hondo y siguió revisando las demás fotos. Las sospechas que lo atormentaban desde hacía tiempo se confirmaban de la peor manera.La siguiente imagen era aún más perturbadora: Jamal, inclinado sobre Nadia, depositaba un beso en su vientre aún plano. William y Said los observaban con sonrisas cómplices, como si presenciaran un tierno momento familiar, tal y como en el fondo
Irina, con el corazón palpitando como un tambor desbocado y las manos convertidas en dos puños temblorosos, clavó su mirada en Sven. Sus ojos, llenos de lágrimas contenidas, suplicaban con la fuerza de su desesperación.—Sven, por favor, te necesito. Llévame al aeropuerto. No puedo quedarme aquí, de brazos cruzados, mientras mi hermano está en peligro —imploró, su voz rota por la angustia que la consumía. Cada palabra era como un puñal clavado en su alma.Sven la observó con seriedad, su rostro surcado por líneas de preocupación. Conocía la férrea determinación de Irina y era consciente de que no la detendría fácilmente si se había propuesto algo.—Irina, sabes que mi prioridad eres tú y tu seguridad. Deja que Amir se encargue de esto. Estarás más a salvo en casa con tu hijo —respondió con firmeza, sin apartar la mirada de sus ojos suplicantes.Pero Irina no estaba dispuesta a ceder sin luchar. Su mirada se intensificó, brillando con una mezcla de determinación y desesperación.—¡No p
Sven, agarraba el volante con fuerza mientras conducía por las calles de Turquía a toda velocidad. Su rostro estaba tenso, surcado por profundas líneas de preocupación, reflejando la urgencia de la misión: llegar al aeropuerto antes de que los hombres de Asad lograrán asesinar a Said.En un edificio cercano, Amir, convertido en una sombra entre las penumbras, observaba con su rifle de francotirador a los tres hombres de Asad apostados en la pista del aeropuerto. Su mirada, fría y precisa como la mira de su arma, estaba fija en cada uno de ellos, esperando el momento oportuno para actuar, si lo hacía demasiado pronto huirían y si lo hacía demasiado tarde su hermano correría peligro.Las puertas del avión empezaban a abrirse y Amir, con el dedo índice rozando el gatillo de su rifle, estaba listo para disparar. Su corazón latía con fuerza en su pecho, mientras la adrenalina recorría sus venas. Sin embargo, un movimiento inesperado lo detuvo en seco.Un coche negro se interpuso en la líne