—¿Está seguro de esto, señor? —preguntó la voz al otro lado de la línea, con un tono profesional y discreto. Asad asintió con la cabeza, aunque nadie podía verlo a través del teléfono.—Sí, necesito que sigan a mi hijo. Quiero saber todos sus movimientos, especialmente cómo pasan él y su esposa el tiempo libre, cuál es ese trabajo que los ha obligado a viajar, con quién se reúnen, incluso qué comen y cuántas veces al día. No puedo dejar nada al azar.—Entendido, señor. Nos ocuparemos de ello y le mantendremos informado de cualquier novedad.— Y por cierto… estar preparados por si tienen que deshacerse de él en el momento en que lo ordene.Asad agradeció brevemente y colgó, con la sensación de haber iniciado un camino del que no podía retroceder, pero aunque fuera duro debía dejar las cosas ordenadas antes de marcharse. Ahora solo quedaba esperar y enfrentar las posibles revelaciones que surgieran. —Buenos días, papá —saludó Irina, acercándose hasta donde él estaba. Asad acababa de
El chofer de Asad aparcó su vehículo frente a la casa de Amir e Irina. Se encontraba algo nervioso por la repentina aparición de Irina en la mansión de su jefe, si bien era cierto que ella no había dado señal alguna de haber escuchado su conversación, también la había adiestrado durante gran parte de su vida para fingir cualquier cosa frente a cualquier persona. Sin duda, era capaz de ocultar sus emociones incluso a él. Aunque había aceptado la invitación a cenar con sus hijos, Asad se sentía como si estuviera caminando hacia lo desconocido. Se adentraba en un territorio emocionalmente complejo, directo a una trampa, pero jamás se había caracterizado por ser un hombre cobarde.Entró en la casa con su paso habitual, apoyándose en su bastón, y fue recibido por Amir, quien lo ayudó a llegar a la sala mientras Irina se encontraba en el comedor preparando la mesa.—Padre, qué sorpresa verte aquí —dijo Amir, intentando ocultar su asombro bajo una sonrisa cortés.Asad asintió con solemnid
Asadesyaba ensimismado en su trabajo cuando vio de pronto cómo un correo electrónico irrumpía en su buzón. Era del hombre que había contratado para seguir a su hijo y a su esposa por Europa.Con un nudo en el estómago y una pizca de esperanza de haberse equivocado, abrió el mensaje. Un escalofrío subió por su espina dorsal al contemplar las imágenes adjuntas. En ellas, su hijo, Said, y su nuera, Nadia, aparecían junto al americano, William, y a su sobrino, Jamal.En una de las fotos, Said y William se fundían en un apasionado beso. Asad se llevó la mano al pecho, sintiendo que el corazón le estallaba, aun así respiro hondo y siguió revisando las demás fotos. Las sospechas que lo atormentaban desde hacía tiempo se confirmaban de la peor manera.La siguiente imagen era aún más perturbadora: Jamal, inclinado sobre Nadia, depositaba un beso en su vientre aún plano. William y Said los observaban con sonrisas cómplices, como si presenciaran un tierno momento familiar, tal y como en el fondo
Irina, con el corazón palpitando como un tambor desbocado y las manos convertidas en dos puños temblorosos, clavó su mirada en Sven. Sus ojos, llenos de lágrimas contenidas, suplicaban con la fuerza de su desesperación.—Sven, por favor, te necesito. Llévame al aeropuerto. No puedo quedarme aquí, de brazos cruzados, mientras mi hermano está en peligro —imploró, su voz rota por la angustia que la consumía. Cada palabra era como un puñal clavado en su alma.Sven la observó con seriedad, su rostro surcado por líneas de preocupación. Conocía la férrea determinación de Irina y era consciente de que no la detendría fácilmente si se había propuesto algo.—Irina, sabes que mi prioridad eres tú y tu seguridad. Deja que Amir se encargue de esto. Estarás más a salvo en casa con tu hijo —respondió con firmeza, sin apartar la mirada de sus ojos suplicantes.Pero Irina no estaba dispuesta a ceder sin luchar. Su mirada se intensificó, brillando con una mezcla de determinación y desesperación.—¡No p
Sven, agarraba el volante con fuerza mientras conducía por las calles de Turquía a toda velocidad. Su rostro estaba tenso, surcado por profundas líneas de preocupación, reflejando la urgencia de la misión: llegar al aeropuerto antes de que los hombres de Asad lograrán asesinar a Said.En un edificio cercano, Amir, convertido en una sombra entre las penumbras, observaba con su rifle de francotirador a los tres hombres de Asad apostados en la pista del aeropuerto. Su mirada, fría y precisa como la mira de su arma, estaba fija en cada uno de ellos, esperando el momento oportuno para actuar, si lo hacía demasiado pronto huirían y si lo hacía demasiado tarde su hermano correría peligro.Las puertas del avión empezaban a abrirse y Amir, con el dedo índice rozando el gatillo de su rifle, estaba listo para disparar. Su corazón latía con fuerza en su pecho, mientras la adrenalina recorría sus venas. Sin embargo, un movimiento inesperado lo detuvo en seco.Un coche negro se interpuso en la líne
Said reparó de inmediato en la ausencia del chófer cuando las puertas del avión se abrieron. Era inusual, pues su padre siempre enviaba a alguien de la empresa a buscarlo en sus viajes.—¿Has visto que no hay nadie esperándonos? —le preguntó a Nadia con el ceño fruncido.Nadia, igual de sorprendida, asintió y observó su alrededor con recelo.—Sí, es extraño. Tu padre nunca olvida estos detalles —respondió—. Además, este no es el aeropuerto de Estambul.Said examinó con atención el lugar que los rodeaba. Algo en ese aeropuerto le resultaba extraño. Un escalofrío de inquietud recorrió su cuerpo.—Algo no va bien —murmuró Said, sintiendo un nudo en el estómago—. Regresemos al avión.Nadia, comprendiendo la preocupación de su esposo, asintió sin rechistar y se dirigió de nuevo hacia la aeronave. Aquella situación era demasiado extraña e inusual como para ignorarla. Si algo sobre ellos se descubría, estaba segura de que corrían un peligro inminente.Jamal y William, que habían estado esper
La brisa fresca de la noche acariciaba los rostros de Amir e Irina al salir del aeropuerto, sus pasos resonaban en el pavimento presagiando lo que estaba por ocurrir. La ausencia de Said era un fantasma que los perseguía, sembrando dudas y temores en sus corazones, dudas que resolverían como fuera necesario.— ¿Dónde crees que pueda estar?— preguntó Amir, confundido por la situación ya que sus teléfonos móviles permanecían apagados.—Algo no está bien —respondió Irina—. Esto no puede ser una simple casualidad. Asad debe estar detrás de todo esto.Un escalofrío recorrió la espalda de Amir ante la mención del nombre de su padre. La oscura sombra de Asad se cernía sobre ellos, pero eso no lo detendría para salvar a su hermano.— Tenemos que encontrarlo —declaró con firmeza —. Si Asad lo tiene cautivo, lo liberaré. Y si algo le ha sucedido, no habrá mundo suficiente que se esconda.Subieron al auto conducido por Sven, quien arrancó el motor sin decir palabra. El silencio era opresivo, rot
La noche caía sobre Estambul como un manto de terciopelo, envolviendo la ciudad en un silencio expectante. En el interior del opulento despacho de Asad, Amir, Irina y el propio Asad mantenían una tensa conversación, sus palabras resonando en el aire cargado de emociones. La revelación sobre la verdadera identidad de Said había sacudido a los tres hasta lo más profundo, dejando una estela de dolor, confusión y un atisbo de esperanza.Horas habían transcurrido mientras repasaban cada pista, cada detalle que pudiera llevarlos a desentrañar el misterio que rodeaba la desaparición de Said. La tensión era palpable en el ambiente, pero también se percibía una creciente determinación por encontrar al joven.De pronto, el silencio se vio interrumpido por la irrupción del mayordomo, su rostro serio y solemne como siempre.— Señor Asad — anunció con voz grave —, el señor Omar solicita verlo con urgencia.Asad se levantó de su asiento, sorprendido por la inesperada visita de su hermano a esas hor