Esa mañana Emma se miraba en el espejo. Su vientre, se notaba mas pronunciado, y ya era obvio a la vista del mundo que ella estaba embarazada. Sin embargo, algo le causaba curiosidad. Tenia solo unas semanas de embarazo y su vientre estaba mas grande lo que debería, acudiría al ginecólogo quizás al día siguiente.Dante había salido esa mañana, aunque había prometido regresar temprano. Ese día era 31 de octubre, y en todos lados ya se sentía el Halloween como si este hubiera repentinamente invadido el viento. Emocionada, Emma bajó para prepararlo todo, ella y Dante estarían repartiendo dulces a los pequeños que llegasen a pedirlos, aunque esto fuese poco probable. Sin embargo, los hijos de la servidumbre acudirían esa noche disfrazados, y ella había planeado una serie de juegos para que disfrutaran, así como había comprado los dulces mas apetitosos para darles.—Todo esto se ve genial, estoy seguro de que los niños estarán mas que contentos — decía Ezio mirando el tambien muy emocionad
Sentir los reflectores sobre su cuerpo, era una sensación magnifica que no cambiaria por nada del mundo. Cuando era una niña, siempre soñó con ser una estrella, aunque, por variadas razones (su familia tradicional) no lo había logrado. Hildegard era una mujer hermosa, una que siempre había sabido lo que quería en la vida. Acababa de terminar una nueva entrevista, una en la que había asegurado, ella estaba embarazada del primer hijo de Dante Morgan. Después de aquello, estaba segura, la polémica se desataría nuevamente y su rostro volvería a ser portada de revista. Aun así, si no mostraba evidencia alguna, estaba segura de que aquella farsa no dudaría mucho. En ese momento, sintió una vibración en su teléfono celular, un numero desconocido y oculto le había enviado un mensaje. Llena de curiosidad, lo abrió casi de inmediato, y entonces, una sonrisa de triunfo se dibujo en sus labios…esas fotografías de Dante fuera de un hospital, le darían el material suficiente para hacer de aquella
La ambición, el deseo de tenerlo todo sin importar el precio a pagar por ello. Ciacco Morgan siempre ambiciono tenerlo todo en sus manos, deslumbrado por todo aquello que su padre había logrado, se vio en la cima aún sabiendo que jamás sería elegido por el hombre que le dió la vida. Virgilio, su hermano, fue todo lo que el nunca pudo ser; un líder bueno, gentil, el orgullo del padre de ambos. — Es tu hermano quien heredará, el no es un vividor irresponsable como lo eres tu — — No puedes hacerme esto, yo soy el mayor, es mi derecho de nacimiento — — No, Virgilio será mi heredero, tu terminarás malgastando el trabajo de toda mi vida y de mi padre y abuelo, en una cantina con mujeres que solo te buscan porque llevas mi apellido —Apreto los puños al recordar aquella primera discusión, y aquel rencor que ya le tenía a su perfecto hermano menor, se convirtió en un odio atroz. Toda su vida, se le dijo que por ser el primer hijo, el sería quien se quedaría a cargo, pero de aquello no hubo
Dante terminaba sus juntas matutinas esa mañana. Todo parecía estar en aparente calma pero el sabía que no era de manera. Había escuchado las habladurías, los chismes e incluso las apuestas que sus empleados habían estado haciendo a sus espaldas. Todos parecían tragarse muy bien la fabricada historia de Hildegard Scott, y si no la creían, al menos disfrutaban de que el estuviese en el ojo del huracán. Varios medios de comunicación habían ofrecido importantes sumas de dinero para hacerle una entrevista, sin embargo, se había negado rotundamente a ello. No había salido a desmentir aquella farza porque, si era sincero, llegaba en el momento más conveniente. Emma estaba embarazada de sus hijos gemelos y era mejor que la atención no se centrará en ella, sabía que Ciacco no permitiría que dejara herederos en caso de que le ocurriera lo peor. La ciudad nuevamente estaba fría y lluviosa, algo muy típico del mes de noviembre. Emma aún mantenía su embarazo oculto, y, por su seguridad, le había
La mansión Morgan se sentía solitaria sin sus amables señores en ella. La poca servidumbre que se había quedado, se preguntaba que era lo que estaba pasando y las razones que los señores tendrían para salir con cierta premura. Agustina esperaba enterarse de algo para poder avisar a Helena, pero toda aquella situación se estaba manejando con tanto hermetismo, que simplemente no se había podido enterar de nada. Solo los sirvientes de mayor confianza eran los que sabían algo, pero estos eran tan reservados con tal información, que parecían un muerto que había jurado un voto de silencio. Ezio Bianchi, el niño privilegiado que el señor Morgan había acogido, había viajado con ellos, y a ciencia cierta, imposible saber que era lo que estaba pasando.Helena había recibido aquella información a medias de parte de sirvienta infiltrada en la mansión. No tenia idea de a donde era que Emma y Dante estaban viajando, aunque, poco le importaba eso en aquellos momentos, en donde se encontraba de pie f
Santorini era el lugar mas hermoso que sus ojos avellanos jamás antes hubiesen visto. Siendo solo una chica humilde de un pueblito sencillo, jamás se imagino viajando a lugares tan maravillosos, y aunque aquella no era la mejor de las circunstancias, sí que admiraba la hermosura del paisaje. Un mar de zafiro y hermosas calles empedradas y revestidas de blanco, tejados celestes y flores multicolores que llenaban tambien las encantadoras plazoletas, la habían enamorado en ese primer instante que había podido apreciarlos.Dante miraba como los avellanos ojos de su amada Emma resplandecían en emoción. La sorpresa que le tenia aguardada, seria frente al mar en una de las playas de aquel hermoso y paradisiaco sitio. Aquel anillo que le había entregado cuando le pidió ser su esposa, resplandecía tambien bajo la luz del sol de aquella agradable tarde. Todo estaba listo…ella pronto seria completamente suya.—Emma…Dante susurro el nombre de la mujer que ama en el cuello de ella. Emma sintió es
Aquella boda sencilla y de ensueño, había sido mas de lo que Emma había soñado. Finalmente, después de ser llamada por el nombre de su hermana gemela una y otra vez, estaba casada con su amado Dante siendo ella, siendo solamente Emma y no Helena. Aquello, además, no era todo lo hermoso de aquella tarde casi noche, si no, el ver a su amado Dante caminando, aun a pasos ligeramente torpes, pero finalmente caminando. Dante le había explicado que su tratamiento estaba funcionando, y aunque aún no lo terminaba, había logrado volver a caminar, aunque, igual que con todo, lo había mantenido en secreto para no alertar a nadie de sus muchos enemigos. Los besos entre ambos, se intensificaban, dando paso al deseo que ambos estaban sintiendo.Dante jadeó al dejar de besarla. — Hay un yate esperando por nosotros, quería hacerte el amor como mi esposa tan lejos de todos cómo fuese posible…pero te juro que ya no aguanto — confesó al sentir la necesidad de seguir besando a esa mujer con rostro puro y
A menudo las cosas buenas que nos sucedes, son vistas por ojos ajenos llenos de envidia. Se dice tambien, que no es que aquel o aquella desee tener lo mismo que tienes, mas bien, desea que específicamente tu no lo tengas. Los envidiosos jamás serán felices, pues viven deseando el mal a otros y sufren al ver la felicidad ajena, y esto es lo que siempre ocurrió con Hildegard Scott, quien realmente jamás amo a Dante, y aun cuando ya tenia dinero mas que suficiente y podía tomar los millones que se le habían ofrecido por alejarse para tener una vida por demás privilegiada y cómoda, lo que realmente la molestaba y enfurecía, era notar lo feliz que era su ex novio al lado de aquella mujer, su real deseo, era destruir la felicidad del hombre que una vez la amo, tan solo porque esta le molestaba en demasía.El reloj resonaba en medio del silencio, y la joven de piel morena, decidió bajar a la alberca techada de aquel lujoso hotel en el que se hallaba hospedada desde hacia un tiempo. Era hermo