HOLA RECUERDA DEJARME TU COMENTARIO O RESEÑA SON IMPORTANTES PARA MI
Fedora fue a casa, Claudette le ayudó a cuidar a Lorraine, mientras ella iba a cambiarse, el doctor le indicó que pronto, tal vez en un día o máximo dos, su hija sería dada de alta. Al llegar, observó a Bruce ahí, Fedora le miró con rabia. —¡¿Tú que haces aquí?! El hombre tenía una cara de póquer y una sonrisa perversa en sus labios. —Siéntate, querida, es hora de hablar. Fedora le miró con furia, odiaba su descaro. —¡No tenemos nada de que hablar! He dicho que te vas de aquí —sentenció determinada, Fedora intentó irse, pero sus palabras la detuvieron. —Sé donde está tu hija. Ella se giró y le miró con ojos bien grandes. —¿Qué has dicho? —Siéntate, querida Fedora, es hora de hablar. Fedora tomó asiento, para escuchar lo que ese hombre tenía por decir. —Tu padre te robó a tu hija, ¿Lo recuerdas? Diste a luz, viniste a casa, y eras feliz, te dormiste, y cuando despertaste, la niña no estaba en la cuna, no es coincidencia que yo estuviera de viaje, querida, todo fue planeado,
—¡Natalie está loca! Ella no supera la muerte de mí… Entiende, Amy, está mal y solo nos hará pasar malos ratos, te pido, por favor, que no la dejes volver a entrar en la casa. Amy le miró con duda, pero asintió. —Está bien. Bruce estaba en aquel bar, mirando a esa joven, que estaba frente a él. —¿Aprendiste todo lo que te dije? La chica asintió. —Muy bien, a partir de ahora te harás pasar por Mina, la hija de Fedora Leeman, y la gran heredera a su fortuna, pero no te equivoques, Mina, todo ese dinero es mío, y si actúas en mi contra, no dudaré en matarte ¿Lo entiendes? —Sí, lo entiendo, no lo traicionaré, solo no lastime a mi padre. Bruce sonrió. —Buena niña —dijo Fedora caminaba de un lado a otro en su despacho, ante la mirada de Steven, que no daba crédito a lo que ella decía. —Simplemente, no puede ser verdad, piensa, Fedora, ese hombre se atrevió a decir todo en este momento, eso solo puede ser un chantaje. —¿Y si no? —exclamó desesperada—. ¿Y si no es un chantaje? ¡Si
—Nada… Viktor, es un tema de John y Amy… no tiene que ver conmigo… —Bien, entonces, deja de meterte, y déjalos arreglar sus líos, ellos lo harán bien, son esposos —Viktor alzó la cabeza para señalar que Amy llegó, John sintió tanto miedo, y fue con ella. —Estaba aburrida, y quise venir a verte. —Bien, vamos a comer. Ella asintió y salió de ahí. Viktor se acercó a Rosaleen. —¿Qué está pasando, mujer? ¿Qué crees qué haces? —Nada malo, solo, ayudo a esos jóvenes para que sean felices. —Rosaleen, con mentiras nadie fue feliz, jamás. Rosaleen no dijo nada, pero lo entendió. Amy y John caminaron por la isla, él le enseñaba los mejores rincones de ese lugar. —¿Sabes? Mañana es mi cumpleaños, aunque, sé que, lo celebro el veinte de junio cuando Fedora me adoptó. Amy estaba sorprendida. —No lo sabía, ¿Por qué nunca me lo dijiste, Kenneth? —dijo acunando su rostro Él hundió la mirada. —Supongo que, no quería saber nada de este pasado, ni de mi hermano gemelo —dijo con dolor, Amy p
Amy corría tras la camilla en donde llevaban a John, estaba desesperada, sollozando, viendo como aquel hombre, el hombre que ella tanto amaba, estaba recostado en esa cama, tan frágil y vulnerable como nunca lo imaginó. —¡John! —exclamó recargándose a la pared, cubierta de llanto, estaba temblorosa, pero el doctor apareció ante ella y comenzó a hacerle preguntas. —¿Su esposo es alérgico a algo que haya ingerido en las últimas veinticuatro horas? Amy negó. —No, Kenneth nunca ha sido alérgico a nada, siempre fue muy sano. —¡Es alérgico a las nueces! El pastel que comió contenía nueces. Amy miró a Natalie, confusa. —¿Qué dices, mujer? No, Kenneth nunca ha sido alérgico a las nueces, amaba el pastel escocés, ¿Cómo podría comerlo siendo alérgico a las nueces? —exclamó Amy. El doctor las miró con duda. —¿O es alérgico, o no? —exclamó el doctor. —Lo es, juro que lo es, John es alérgico, quizás se curó, quizás le volvió la alergia. —¿Es eso posible? —exclamó Amy. —Ahora lo importan
Amy llevó a John a casa, pronto le preparó el baño, él se sumergió en la bañera y ella talló su espalda y su cuerpo, John se dejó cuidar, ella lo atendía, como una esposa devota y amorosa. No se había dado cuenta de esa mirada sobre ella, cuando pudo ver esos ojos azules mirándola, se quedó perpleja, había algo en esa mirada, algo dulce, tierno, y melancólico. —¿Qué pasa? —¿Por qué te enamoraste de… mi? —dijo con debilidad —John, ¿Cómo podría no amarte? Te amé porque eres bueno, porque estabas ahí, y necesitabas de alguien, y yo quería ser necesitada, no lo sé, solo, le disté sentido a mi vida, tal vez, quería un amigo, y en ti lo encontré todo. John bajó la mirada. —Nunca tuve un amigo… —Pensé que yo era tu amiga. —En el orfanato, nunca tuve un amigo, nunca tuve nada, nadie, cuando era más joven, solía comer demasiado, y gastar todo mi dinero en cosas innecesarias, hasta que, un día descubrí que, lo hacía porque, tenía miedo de que no tuviera nada, y tuviera de nuevo hambre…
—¿Tú eres la amante de mi marido? —exclamó Olivia dio un paso atrás, sus ojos la miraron asustados, titubeó. —¡No! Yo… Olivia sintió la bofetada tan fuerte y dolorosa en su mejilla, ella chilló. —Mi hija está en una silla de ruedas porque el maldito de Bruce quiso callarla, ¿Crees que eso es justo? Olivia la miró perpleja, cubierta de llanto. —¡No! Lo siento, jamás quise hacer algo así, déjeme explicarlo, por favor. Fedora la miraba con gran odio, pero esas lágrimas, ese rostro triste la hizo ceder. —Tienes un segundo, haber, quiero escuchar lo que tienes por decir, quiero escuchar como una jovencita como tú, tan bonita y vivaz tiene que acostarse con un viejo. —¿Quiere saber la verdad? ¿Estará lista para saberla? Su esposo, ¡Su maldito esposo abusó de mí! Me obligó a ser suya para que no me quitaran a mi hijo, ¿Qué hubiese hecho usted? ¿Eh? ¿Qué hubiese hecho para que no le arrebataran a su hijo de sus brazos? —exclamó con la voz rota por el llanto. Fedora la miró con ojos e
—Kenneth, perdóname, sé que odiabas cuando te llamaba Paul, odiabas ser mi hermano, tú volaste muy alto, y yo, ¿Qué hice? ‘¿Te robé la vida? Soñaba con el día en que estaríamos juntos que seríamos los gemelos Miller, como antes, pero eso nunca volvió, el tiempo nunca regresa. Ahora, mi mente y mi corazón están en una encrucijada, ¡Perdóname! ¡Oh, Kenneth, lo siento tanto! Debí vengar tu muerte, debí ser valiente. Pero… ¡Me enamoré! Renunció a esto, y me duele. No puedo hermano, dime que donde estás eres feliz, dime que dónde estás deseas mi dicha, dime que no me odiarás por no cumplir mi venganza, porque amo a Amy, y aquí y ahora renunció a mi venganza, renunció a mi odio. A cambio de amarla, de ser feliz, de tener un poco de lo bueno que me negaron y te dieron a ti. Perdóname, Kenneth, renuncio a mi promesa de odio. John estaba de rodillas, cubrió su rostro. Amy tocó su hombro, la miró asustado. —¿Tú? —Perdóname, amor, te vi de lejos, iba a irme, pero, no puedo, no puedo irme, de
Fedora temblaba, el chofer la llevaba a la dirección indicada, las lágrimas querían abandonar sus cuencas, pero lo evitaba, tenía miedo, ¿De verdad vería a su hija? «Tanto tiempo soñando con este momento, y tenía que ser así, cruel, todo por culpa de Bruce, ¿Cómo pudo engañarnos por tantos años? Es como si nunca lo hubiese conocido, nunca lo amé. Por favor, Dios, que mi hija me ame, que no me desprecie», pensó —Señora, hemos llegado. La mujer asintió, bajó del auto, sintió que sus piernas flaqueaban, tomó aire, caminó hasta entrar en ese lugar, era un restaurante lujoso del centro de la ciudad. Bruce la detuvo. —¿Ya está el dinero en mi cuenta bancaria? ¿Ya tengo mi nueva mansión y recuperé mi puesto? La mujer le miró con odio profundo, le dio su chequera, y tarjetas de crédito, también su gafete de la empresa, sacó del bolsillo unas llaves, que él tomó, sonrió malicioso. —Ya lo tienes todo, ahora, devéleme a mi hija. —Sí, querida, sígueme. Ella caminó, le faltó el aliento, pe