Capítulo 38

Ya era un atardecer que tocaba la noche cuando ella por fin abrió los ojos. En la penumbra acogedora de la habitación, Lorette pudo ver como Lawrence se encontraba a su lado.

No la observaba, por eso ella pudo contemplar a placer los signos de nerviosismo en él. Su rostro estaba vuelto hacia un costado, con la mandíbula apoyada en el dorso de su mano y un mohín pensativo en los labios.

Con la mano libre, sostenía la suya. Los dedos le acariciaban inquietos sus nudillos y la pierna no dejaba de moverse. A ella le preocupaba que ese nerviosismo fuera la antesala a uno de sus ataques.

—¿Estuviste aquí todo el día?— le preguntó con un susurro.

Como si lo estuviera esperando, al oírla. Lawrence levantó la vista con rapidez. De haber podido, habría saltado del silloncito para abrazarla. Pero, algo le decía que mejor se estuviera quieto y mantuviera la compostura.
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