—Tienes un rostro completamente femenino —dijo él, más para sí que para ella—. Atrayente a la vez que sereno, y suave a pesar de la forma pronunciada de los pómulos. Tus rasgos no son amenazadores, pero resultan increíblemente impactantes. Esto invita al sexo —dijo, mientras su dedo recorría con naturalidad su labio inferior—, pero tus ojos prometen amor y devoción. Y el hecho de que estés madura…—¿Madura? —dijo ella, riendo. Sus manos, que había apretado con fuerza en su regazo cuando él había empezado a hablar, se relajaron un poco.—Me refiero a tu embarazo, que aumenta aún más la fascinación que despiertas. Una mujer en estado refleja una promesa, una plenitud, y a pesar de la educación y del progreso de hoy día, un misterio irresistible. Igual que un ángel.—¿Qué quieres decir?Él empezó a hacer pruebas con su pelo, se lo echó hacia atrás, lo apiló sobre su cabeza y finalmente lo dejó caer de nuevo.—Vemos a los ángeles como seres etéreos y místicos, por encima de los deseos y l
—¿Cuánto tiempo llevas sola?—No estoy sola —posó una mano sobre su vientre, y su sonrisa se ensanchó al sentir un movimiento. Tomó una mano de él , y la apretó contra su vientre—. ¿Sientes eso? Es increíble, ¿verdad? Aquí dentro hay alguien.Él sintió el suave movimiento bajo su mano, y se sorprendió al notar un fuerte golpe. Sin darse cuenta, se acercó aún más.—Eso ha parecido un puñetazo, es como si estuviera luchando por salir —conocía perfectamente bien aquella sensación de impaciencia, la frustración al sentirse atrapado en un mundo mientrasse anhelaba estar en otro—. ¿Qué sientes tú?—Me siento viva —riendo, ella colocó las manos sobre las suyas—. En Dallas me pusieron un monitor, y pude oír el latido de su corazón. Sonaba rápido,impaciente, y fue lo más maravilloso del mundo. Creo…En ese momento, se dio cuenta de que él tenía la vista fija en ella. Sus manos seguían unidas y sus cuerpos se rozaban, y mientras la vida que llevaba en su interior le daba otra patada, sintió que
—¿Te refieres a si veo algo que hiera mi vanidad? No te preocupes por eso, no soy presumida.—Todas las mujeres hermosas son presumidas, es normal.—Una persona sólo es presumida si le importa su apariencia.Entonces fue él quien se echó a reír, aunque con cinismo. Dejó el pincel, y dijo con incredulidad:—¿Me estás diciendo que a ti te trae sin cuidado tu aspecto físico?—No he hecho nada para ganármelo, ¿no? Fue un accidente del destino, o un golpe de suerte. Si fuera increíblemente inteligente o tuviera talento para algo, supongo que me molestaría mi apariencia, porque la gente no suele ver nada más allá —se encogió de hombros, y volvió a colocarse en la pose perfecta—, pero como no tengo nada más, he aprendido a aceptar que mi imagen es… no sé, una especie de regalo que suple otras carencias.—¿Cambiarías tu belleza por algo?—Por un montón de cosas, pero si cambiara una cosa por otra tampoco me la habría ganado, así que seguiría sin tener importancia. ¿Puedo preguntarte algo?—S
Permitir aquello era una locura, y desearlo aún peor, pero incluso antes de que la boca de él se posara sobre la suya, Laurent sintió que se rendía.Hizo acopio de valor, preguntándose adónde iba a conducirles todo aquello.Su primer y único pensamiento cuando la boca de él se posó sobre la suya fue que parecía el primer beso de toda su vida. Nadie la había besado así. Había experimentado pasión, el rápido y casi doloroso deseo derivado del frenesí ardiente; había experimentado exigencias que había podido satisfacer, y otras que no; había experimentado el deseo hambriento y la furia que un hombre podía sentir por una mujer, pero jamás había experimentado, ni siquiera había podido imaginar, aquel tipo de devoción.Y sin embargo, a pesar de todo, intuía en él necesidades más desenfrenadas firmemente reprimidas, que hacían que aquel abrazo fuera más excitante, más avasallador que ningún otro. Las manos de Kevin estaban enterradas en su pelo,explorando, acariciando, mientrassuslabiosse m
Durante la noche nevó un poco más, pero con mucha menos intensidad que en los días precedentes. Los nuevos centímetros que habían caído descansaban en pequeños montoncitos sobre la nieve que ya se había consolidado, y había zonas donde el grosor total alcanzaba la altura de una persona. Los alféizares de las ventanas estaban cubiertos de montañitas en miniatura, que se movían constantemente bajo la acción del viento.El sol ya había empezado a derretir la nieve más reciente, y al escuchar con atención, Laurent podía oír el agua descendiendo por los canalones desde el tejado, era un sonido reconfortante, y la hizo pensar en una laza de té caliente junto a la chimenea, en un buen libro durante una tarde tranquila, o en una siesta en el sofá al atardecer.Pero hacía sólo un par de horas que había amanecido, y como siempre, tenía la cabaña para ella sola.Kevin estaba cortando leña, podía oír el ruido del hacha desde la cocina, donde estaba calentando esperanzada un vaso de leche con una
Al oír aquellas palabras desde la puerta, Laurent se quedó petrificada.—Tenía miedo de que me hubiera pasado algo, y se le ocurrió salir a buscarme en medio de la tormenta — Kevin sonrió —. Estuvimos a punto de chocar. Como estaban las cosas, decidí que era mejor dejar allí el coche y volver a la cabaña. Aún no he podido volver para valorar los daños.—No está tan mal como otros que he visto en estos últimos días. ¿Está bien su mujer?—Sí, aunque los dos nos dimos un buen susto.—Me imagino. Vamos a tener que llevarnos el vehículo, señor Braxton —el agente miró hacia la casa, y aunque habló con naturalidad, era obvio que estaba alerta—. Así que están casados, ¿no?—Sí.—El nombre en el registro es Malore, Laurent Malore.—Es su nombre de soltera —dijo Kevin con calma.Impulsivamente, Laurent abrió la puerta.—¿Amor?Los dos hombres se volvieron a mirarla. El agente se quitó el sombrero, y Kevin se limitó a fruncir el ceño.—Perdón por interrumpir —Laurebt sonrió, y comentó—: He pens
Él lo dudaba, pero se limitó a decir:—Sigue.—Los servicios sociales me trasladaron a otra casa, pero era como quedarse guardada, a la espera. Recuerdo que a los dieciséis estaba contando los días que me quedaban para poder arreglármelas por mí misma, para… no sé, poder tomar mis propias decisiones. Cuando por fin alcancé la mayoría de edad, me mudé a Pensilvania y conseguí un trabajo de dependienta en una tienda de Filadelfia. Hice amistad con una clienta habitual, y un día se presentó con un hombre bajito y medio calvo, que parecía un bulldog. Él le dijo a la mujer que tenía razón, me dio una tarjeta profesional y me dijo que fuera a su estudio al día siguiente. Yo no pensaba ir, claro, pensé que quería… me había acostumbrado a que los hombres…quisieran hacer asquerosieades conmigo.—Eso no lo dudo —dijo Kevin con sequedad.Era algo que aún la hacía sentirse incómoda, pero como él no pareció sorprendido, decidió dejar el tema.—En fin, dejé a un lado la tarjeta y seguramente no hab
—¿Te quedaste con él?Avergonzada, Laurent se sonrojó y después palideció de golpe.—Estábamos casados, y pensé que podía hacer que funcionara. Cuando llegamos a la casa de sus padres, me odiaron nada más verme. Su hijo, el gran heredero al trono, se había casado a sus espaldas con una mujer insignificante.Vivíamos con ellos, y aunque hablamos varias veces de mudarnos, nunca lo hicimos. Eran increíbles, podías estar sentada a la mesa con ellos hablando de tonterías y sentir que te estaban ignorando por completo. Y Terry se fue volviéndo peor, empezó a verse con otras mujeres y casi alardeaba de ello delante de mí. Sus padres sabían lo que hacía y lo que me estaba pasando, pero el ciclo no hizo más que ir empeorando cada vez más, hasta que supe que tenía que salir de allí. Le dije que quería el divorcio.Laury se detuvo y respiró hondo antes de continuar.—Eso pareció hacer que reaccionara por un tiempo. Me hizo todo tipo de promesas, me juró que iría a terapia, que acudiría a un conse