Permitir aquello era una locura, y desearlo aún peor, pero incluso antes de que la boca de él se posara sobre la suya, Laurent sintió que se rendía.Hizo acopio de valor, preguntándose adónde iba a conducirles todo aquello.Su primer y único pensamiento cuando la boca de él se posó sobre la suya fue que parecía el primer beso de toda su vida. Nadie la había besado así. Había experimentado pasión, el rápido y casi doloroso deseo derivado del frenesí ardiente; había experimentado exigencias que había podido satisfacer, y otras que no; había experimentado el deseo hambriento y la furia que un hombre podía sentir por una mujer, pero jamás había experimentado, ni siquiera había podido imaginar, aquel tipo de devoción.Y sin embargo, a pesar de todo, intuía en él necesidades más desenfrenadas firmemente reprimidas, que hacían que aquel abrazo fuera más excitante, más avasallador que ningún otro. Las manos de Kevin estaban enterradas en su pelo,explorando, acariciando, mientrassuslabiosse m
Durante la noche nevó un poco más, pero con mucha menos intensidad que en los días precedentes. Los nuevos centímetros que habían caído descansaban en pequeños montoncitos sobre la nieve que ya se había consolidado, y había zonas donde el grosor total alcanzaba la altura de una persona. Los alféizares de las ventanas estaban cubiertos de montañitas en miniatura, que se movían constantemente bajo la acción del viento.El sol ya había empezado a derretir la nieve más reciente, y al escuchar con atención, Laurent podía oír el agua descendiendo por los canalones desde el tejado, era un sonido reconfortante, y la hizo pensar en una laza de té caliente junto a la chimenea, en un buen libro durante una tarde tranquila, o en una siesta en el sofá al atardecer.Pero hacía sólo un par de horas que había amanecido, y como siempre, tenía la cabaña para ella sola.Kevin estaba cortando leña, podía oír el ruido del hacha desde la cocina, donde estaba calentando esperanzada un vaso de leche con una
Al oír aquellas palabras desde la puerta, Laurent se quedó petrificada.—Tenía miedo de que me hubiera pasado algo, y se le ocurrió salir a buscarme en medio de la tormenta — Kevin sonrió —. Estuvimos a punto de chocar. Como estaban las cosas, decidí que era mejor dejar allí el coche y volver a la cabaña. Aún no he podido volver para valorar los daños.—No está tan mal como otros que he visto en estos últimos días. ¿Está bien su mujer?—Sí, aunque los dos nos dimos un buen susto.—Me imagino. Vamos a tener que llevarnos el vehículo, señor Braxton —el agente miró hacia la casa, y aunque habló con naturalidad, era obvio que estaba alerta—. Así que están casados, ¿no?—Sí.—El nombre en el registro es Malore, Laurent Malore.—Es su nombre de soltera —dijo Kevin con calma.Impulsivamente, Laurent abrió la puerta.—¿Amor?Los dos hombres se volvieron a mirarla. El agente se quitó el sombrero, y Kevin se limitó a fruncir el ceño.—Perdón por interrumpir —Laurebt sonrió, y comentó—: He pens
Él lo dudaba, pero se limitó a decir:—Sigue.—Los servicios sociales me trasladaron a otra casa, pero era como quedarse guardada, a la espera. Recuerdo que a los dieciséis estaba contando los días que me quedaban para poder arreglármelas por mí misma, para… no sé, poder tomar mis propias decisiones. Cuando por fin alcancé la mayoría de edad, me mudé a Pensilvania y conseguí un trabajo de dependienta en una tienda de Filadelfia. Hice amistad con una clienta habitual, y un día se presentó con un hombre bajito y medio calvo, que parecía un bulldog. Él le dijo a la mujer que tenía razón, me dio una tarjeta profesional y me dijo que fuera a su estudio al día siguiente. Yo no pensaba ir, claro, pensé que quería… me había acostumbrado a que los hombres…quisieran hacer asquerosieades conmigo.—Eso no lo dudo —dijo Kevin con sequedad.Era algo que aún la hacía sentirse incómoda, pero como él no pareció sorprendido, decidió dejar el tema.—En fin, dejé a un lado la tarjeta y seguramente no hab
—¿Te quedaste con él?Avergonzada, Laurent se sonrojó y después palideció de golpe.—Estábamos casados, y pensé que podía hacer que funcionara. Cuando llegamos a la casa de sus padres, me odiaron nada más verme. Su hijo, el gran heredero al trono, se había casado a sus espaldas con una mujer insignificante.Vivíamos con ellos, y aunque hablamos varias veces de mudarnos, nunca lo hicimos. Eran increíbles, podías estar sentada a la mesa con ellos hablando de tonterías y sentir que te estaban ignorando por completo. Y Terry se fue volviéndo peor, empezó a verse con otras mujeres y casi alardeaba de ello delante de mí. Sus padres sabían lo que hacía y lo que me estaba pasando, pero el ciclo no hizo más que ir empeorando cada vez más, hasta que supe que tenía que salir de allí. Le dije que quería el divorcio.Laury se detuvo y respiró hondo antes de continuar.—Eso pareció hacer que reaccionara por un tiempo. Me hizo todo tipo de promesas, me juró que iría a terapia, que acudiría a un conse
— No, no es tan fácil. Ahora también tengo que tener en cuenta a mi hijo.—¿Hasta dónde estás dispuesta a llegar para enfrentarte a ellos?—Ya te he dicho que no puedo…Él la interrumpió con un gesto de la mano.—Si tuvieras los medios, ¿hasta dónde?—Hasta el final, hasta donde hiciera falta. Pero eso no importa, porque no tengo los medios.Kevin inhaló profundamente y la contempló con expresión solemne.—Los tendrías, si estuvieras casada conmigo.Laurent no contestó, incapaz de articular palabra, y él permaneció sentado en la chimenea con la mirada fija en su rostro. Su enorme talento se debía en parte a su capacidad de centrarse en una expresión y captar las emociones que se ocultaban bajo la superficie, y quizás por eso era capaz de ocultar sus propios sentimientos a la perfección.Los troncos chisporroteaban tras él, y el sol de media mañana entraba por las ventanas hasta ir a parar a sus pies. Parecía muy tranquilo, como si acabara de sugerir que podían comerse un plato de sopa
Empezó a nevar de nuevo, y pasaron tres días hasta que él pudo arriesgarse a ir al pueblo. Laurent lo observaba mientras apuraba su taza de café y se ponía el abrigo. —Volveré lo más rápido posible. —Prefiero que te tomes tu tiempo y vayas con cuidado. —El todoterreno es como un tanque — aceptó los guantes que ella le dio,pero no se los puso—. No me gusta dejarte sola. —Oye, llevo mucho tiempo cuidando de mí misma. —Las cosas han cambiado. Seguramente, mis abogados ya me han enviado la licencia de matrimonio. Ella empezó a trastear de inmediato con los platos del desayuno, y comentó: —Eso sí que sería rapidez. —Les pago para que sean eficientes, y ya han pasado tres días desde que me puse en contacto con ellos. Si puedo arreglarlo, me gustaría traer a un juez de paz. A Laurent se le cayó un vaso de la mano, y fue parar al agua jabonosa. —¿Hoy? —No has cambiado de idea, ¿verdad? —No, pe...pero… —Quiero que mi nombre esté en la partida de nacimiento —al verla dudar, Kevin s
Kevin se acercó a ella y se colocaron juntos frente al fuego, mientras la leña crepitaba y el aroma de las flores se mezclaba con el del humo. Las palabras que pronunciaron fueron simples y ancestrales, y a pesar de la cantidad de bodas a las que había asistido, la señora Winters se secó las lágrimas de los ojos.« Juro amarte, honrarte y respetarte».«En la riqueza y en la pobreza».«Y prometo serte fiel».Kevin le colocó un anillo muy sencillo, una simple banda de oro que le quedaba demasiado grande, y al mirarlo Laurent sintió que algo crecía en su interior, algo lindo, dulce y tembloroso. Entrelazó los dedos con los suyos, y repitió las mismas palabras con una sinceridad que provenía directa del corazón.—Puede besar a la novia —dijo el juez.Kevin ni siquiera lo oyó. Ya estaba hecho, era irrevocable, y hasta ese momento no se había dado cuenta de cuánto significaba para él.Con la mano de Laurent aún en la suya, la besó y selló la promesa.—Felicidades —la señora Winters posó sus