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—¡Padre! Soy inocente, ¿cómo puedes acusarme de cosas horribles? —exclamó cayendo a sus pies, sollozando con desesperación.El hombre la mirò severo, luego pellizcó sus mejillas.—Más te vale que no sea cierto, peor, ya te creo capaz de todo. Abandonaste a tu bebé solo porque estaba enfermo, mentiste por años y, además, lo hiciste por dinero. ¿Querías un heredero?El hombre sonriò.—Hay cosas que nunca comprenderás, pero yo, nunca te dejaré ganar.—¿Qué?El hombre la soltó y se fue.Sonia se volvió paranoica, tocó su herida que dolió.«¿A qué se refiere? ¿Acaso habla de la herencia? Debo averiguar cuál es el testamento», pensó.La mujer recibió una llamada.—¡Dame una m*****a noticia!—Todo está listo para el juicio.La mujer sonrió feliz.***Piero salió a un bar, bebió una copa de un buen vino, luego salió de ahí, quedó con una chica para verse en un lujoso hotel.Al llegar, subió al elevador, sintió que algo andaba mal con èl, pero no supo qué era.Sintió mucho calor, y comenzó a se
Ana abrió los ojos, sintió la luz del sol, calar en sus ojos, se removió entre las sábanas, bostezó y estiró su cuerpo.Solo en ese momento se sintió tan cansada, como si su cuerpo estuviera agotado, y pesado.Además, sintió un brazo que la rodeaba y no parecìa dispuesto a soltarla. Talló sus ojos y mirò alrededor, por un instante. No supo en dónde estaba, mirò a todos lados, hasta que se dio cuenta de que estaba en una habitación desconocida, al lado de un hombre, que estaba cubierto con una manta, y solo la abrazaba.«¡¿Qué demonios hice ayer?!», pensó asustada.Recordó haber hablado con Alberto, la plática solo fue peleas, gritos y ofensas, no obtuvo nada bueno, màs que una copa de vino, entonces, ¿quién era ese hombre? Sintió asco si ese hombre era Alberto, pues ella sabía que él solo era un infiel.Quitó la sábana, y lo que vio a continuación la asustó mucho màs.Los ojos de la mujer se abrieron enormes, pensó que era una pesadilla.—¡No! De todos los malditos hombres, ¡tenía que
Rafael ordenó que llamaran al principal acusado.El doctor Obregón estaba en prisión, pero ahora vino a declarar. El hombre tomó asiento para esperar las preguntas que le harían.—Doctor Obregón, ¿fue la señora Sonia Moctezuma quien le indicó quién sería el donante de corazón para el señor Leander Moctezuma?El hombre estaba muy nervioso.Sonia le miraba con ojos asustados, quería lanzar un grito, pero conservaba la compostura. Gustavo le dijo que todo iba a estar bien, que èl estaba de su lado.«Flashback:Gustavo llamó a ese hombre, era un asesino a sueldo. Le dijo lo que debía hacer.El hombre fue a esa mansión, y secuestro al pequeño niño. Hace dos días, el doctor Obregón recibió esa visita, era su esposa.—¡Tienes que acusarte de todo, por favor! —¿Qué dices, mujer?—¡Has arruinado nuestra vida con tu ambición! Querías salvar a un hombre, pero con lo que hiciste, has arriesgado la vida de tu pequeño hijo.—¿De qué hablas?—Nuestro hijo fue secuestrado, y tengo un mensaje para t
Leander y Elisa salieron del juzgado.—¿Qué haces, Leander?—¿Qué hago? Defenderte, sé que fallé, pero por favor…—Y sigues fallando, ¡esa mujer no es tu madre, Leander, no creas en ella!—¿Y qué debo hacer? ¿Odiarla? Dime, ¿qué hago?—Si quieres que confíe en ti, demuéstralo, haz una prueba de ADN.—Elisa…—Pero, hazla en secreto de tu madre, si haces esa prueba, al menos me quitaré la idea de que estás del lado de ella. Tu madre dijo que estabas de acuerdo en el trasplante de corazón, porque estabas desesperado, y no te importó si era tu hermano, juro que lo dijo, Leander, créeme.Leander lanzó un suspiro.—Está bien, haré la prueba de ADN, ha escondido de mi madre, ha escondido de todos, menos de ti, y abriremos el resultado juntos, tú y yo solos, ¿bien?Elisa asintió, dudó si èl de verdad sería capaz, pero solo el tiempo se lo diría.Rafael se acercò a ellos.—¿Nos vamos, Elisa?—Sì.Leander sufrió al verla irse con ese hombre, pero no pudo hacer nada.***Más tarde, Leander volvi
Al día siguiente.—Mañana tendrás que verte la cara con Leander en la reunión de consejería, Elisa, ¿Estás lista? —exclamó el hombre.Ella asintió.—Sí, lo estoy.El hombre sonriò.—¿Qué platicaron?—Bueno, de Sonia, creo que Leander ya tampoco cree en ella.—Iré a prisión màs tarde, he pagado por ver de frente al doctor Obregón, no me ha convencido nada lo que dijo en la corte, sé que hay algo màs.—¡Es peligroso, Rafael! Además, aunque dijera la verdad, el juez, ni el jurado ya no le creerían, ¿¿verdad?—Lo sé, pero, por lo menos, podríamos hacer una nueva investigación que relacione a Sonia. Mira, esa mujer no puede salir en libertad.Escucharon gritos del otro lado, fueron hasta ahí.—¡Abuela, solo fírmalo! ¿Qué clase de madre eres? ¿No quieres saber de tu hija?—¡Cállate, Piero! ¿Qué crees que haces? —exclamó Rafael.Piero bajó la mirada.—¡Lo hago por la memoria de mi tía y mis primos!—¿Qué? —exclamó Rafael confuso.—Esto es para exhumar los restos de mi tía, quiero saber cómo
—¡No te atrevas a acercarte a Elisa!Sonia retrocedió al notar lo enojado que estaba Leander.—¡¿Cómo puedes tratarme así?! ¡Olvidas que soy tu madre!Leander sintió que esto no era cierto, era la primera vez que se daba cuenta de que era tan distinto a esta mujer.Se negó a decir nada y se fue.—Debo buscar a esa mujer, al parecer supo bien como atar a tu hermano.—¡No te atrevas a acercarte a ella, madre!La mujer miró a Ana como si fuera una loca.—¡¿Qué has dicho?! ¿Con quién crees que hablas, Ana? ¡Soy tu madre! Además, tengo una gran sorpresa para ti.Ana frunció el ceño, confusa.—¿Cuál?—Pronto llegará.Ana mirò a su madre como si estuviera loca, y decidió salir.***Piero llegó a la mansión González y se sorprendió al ver ahí a Ana Moctezuma.—¿Qué haces aquí? ¡¿Has venido a hablar de lo que pasó? Dime, ¿has venido a acusarme de violación? Eso no es verdad, no te olvides que tuvimos relaciones sexuales consensuales…Elisa se paró en seco, y escuchó perfectamente eso. Ana esta
Ana estaba tan triste, caminaba sin rumbo, debía llegar a la estación de taxis, y de ahí iría al departamento de soltero de Leander, esperando encontrarlo ahí.Observó un auto, que se acercò a ella, bajaron la ventanilla y eran dos hombres.—¿Por qué tan solita? Súbete, cariño, te llevamos a donde quieras.Ana tuvo miedo, no estaba acostumbrada a ir por las calles, menos a altas horas de la noche, y sin guardias o sin chofer, menos a pie.—No, gracias.Ella intentó caminar màs rápido, pero evidentemente la alcanzaron.—No seas grosera, te estamos ofreciendo algo bueno.Un auto estaba cerca, y los rebasó.Sin embargo, el auto estacionó y un chico bajó, tomó el brazo de Ana, eso le asustó.—¡Suéltame!—Anda, te llevamos, bonita, la pasarás bien.—¡No, suéltame!Ana se asustó, no llevaba ni su teléfono con la prisa, no llevaba nada.El miedo comenzó a embargarla, imaginando lo que podían hacerla. Intentó gritar, y ese hombre puso su mano sobre su boca, intentó cargarla para llevarla al au
Al día siguiente.Leander y Ana desayunaron juntos.—No me gusta verte cerca de Piero, pero al menos él te salvó, debes agradecerle.—¿Qué? ¡Claro que no!—Ana…Ana rodó los ojos.—No puedo creer lo que mi madre hizo, cada vez está màs loca, Ana, no vuelvas a casa, quédate aquí conmigo, hablaré con el abuelo, lo haré entender la verdad.Ana asintió.Luego, Leander se despidió, debían ir a la primera sesión de consejería, estaba muy animado.***Leander esperaba afuera del consultorio, vio llegar a Elisa, pero verla al lado de Rafael lo volvía insoportable, rodó los ojos.Observó que se despidieron y ella cruzó la calle para ir a su lado.—¿Estás listo?Leander sonrió, asintió, luego le entregó un regalo.—¿Por qué me das un regalo?—Es para nuestro hijo.Elisa tomó el regalo.—Por cierto, a ti te traje esto.Elisa observó el chocolate.—¿Chocolate?—Pensé que tendrías un antojo, también es para mi bebé —dijo con la mirada altiva. Elisa rodó los ojos.Ya lo conocía, sabía que, tras su f