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Leander y Elisa salieron del juzgado.—¿Qué haces, Leander?—¿Qué hago? Defenderte, sé que fallé, pero por favor…—Y sigues fallando, ¡esa mujer no es tu madre, Leander, no creas en ella!—¿Y qué debo hacer? ¿Odiarla? Dime, ¿qué hago?—Si quieres que confíe en ti, demuéstralo, haz una prueba de ADN.—Elisa…—Pero, hazla en secreto de tu madre, si haces esa prueba, al menos me quitaré la idea de que estás del lado de ella. Tu madre dijo que estabas de acuerdo en el trasplante de corazón, porque estabas desesperado, y no te importó si era tu hermano, juro que lo dijo, Leander, créeme.Leander lanzó un suspiro.—Está bien, haré la prueba de ADN, ha escondido de mi madre, ha escondido de todos, menos de ti, y abriremos el resultado juntos, tú y yo solos, ¿bien?Elisa asintió, dudó si èl de verdad sería capaz, pero solo el tiempo se lo diría.Rafael se acercò a ellos.—¿Nos vamos, Elisa?—Sì.Leander sufrió al verla irse con ese hombre, pero no pudo hacer nada.***Más tarde, Leander volvi
Al día siguiente.—Mañana tendrás que verte la cara con Leander en la reunión de consejería, Elisa, ¿Estás lista? —exclamó el hombre.Ella asintió.—Sí, lo estoy.El hombre sonriò.—¿Qué platicaron?—Bueno, de Sonia, creo que Leander ya tampoco cree en ella.—Iré a prisión màs tarde, he pagado por ver de frente al doctor Obregón, no me ha convencido nada lo que dijo en la corte, sé que hay algo màs.—¡Es peligroso, Rafael! Además, aunque dijera la verdad, el juez, ni el jurado ya no le creerían, ¿¿verdad?—Lo sé, pero, por lo menos, podríamos hacer una nueva investigación que relacione a Sonia. Mira, esa mujer no puede salir en libertad.Escucharon gritos del otro lado, fueron hasta ahí.—¡Abuela, solo fírmalo! ¿Qué clase de madre eres? ¿No quieres saber de tu hija?—¡Cállate, Piero! ¿Qué crees que haces? —exclamó Rafael.Piero bajó la mirada.—¡Lo hago por la memoria de mi tía y mis primos!—¿Qué? —exclamó Rafael confuso.—Esto es para exhumar los restos de mi tía, quiero saber cómo
—¡No te atrevas a acercarte a Elisa!Sonia retrocedió al notar lo enojado que estaba Leander.—¡¿Cómo puedes tratarme así?! ¡Olvidas que soy tu madre!Leander sintió que esto no era cierto, era la primera vez que se daba cuenta de que era tan distinto a esta mujer.Se negó a decir nada y se fue.—Debo buscar a esa mujer, al parecer supo bien como atar a tu hermano.—¡No te atrevas a acercarte a ella, madre!La mujer miró a Ana como si fuera una loca.—¡¿Qué has dicho?! ¿Con quién crees que hablas, Ana? ¡Soy tu madre! Además, tengo una gran sorpresa para ti.Ana frunció el ceño, confusa.—¿Cuál?—Pronto llegará.Ana mirò a su madre como si estuviera loca, y decidió salir.***Piero llegó a la mansión González y se sorprendió al ver ahí a Ana Moctezuma.—¿Qué haces aquí? ¡¿Has venido a hablar de lo que pasó? Dime, ¿has venido a acusarme de violación? Eso no es verdad, no te olvides que tuvimos relaciones sexuales consensuales…Elisa se paró en seco, y escuchó perfectamente eso. Ana esta
Ana estaba tan triste, caminaba sin rumbo, debía llegar a la estación de taxis, y de ahí iría al departamento de soltero de Leander, esperando encontrarlo ahí.Observó un auto, que se acercò a ella, bajaron la ventanilla y eran dos hombres.—¿Por qué tan solita? Súbete, cariño, te llevamos a donde quieras.Ana tuvo miedo, no estaba acostumbrada a ir por las calles, menos a altas horas de la noche, y sin guardias o sin chofer, menos a pie.—No, gracias.Ella intentó caminar màs rápido, pero evidentemente la alcanzaron.—No seas grosera, te estamos ofreciendo algo bueno.Un auto estaba cerca, y los rebasó.Sin embargo, el auto estacionó y un chico bajó, tomó el brazo de Ana, eso le asustó.—¡Suéltame!—Anda, te llevamos, bonita, la pasarás bien.—¡No, suéltame!Ana se asustó, no llevaba ni su teléfono con la prisa, no llevaba nada.El miedo comenzó a embargarla, imaginando lo que podían hacerla. Intentó gritar, y ese hombre puso su mano sobre su boca, intentó cargarla para llevarla al au
Al día siguiente.Leander y Ana desayunaron juntos.—No me gusta verte cerca de Piero, pero al menos él te salvó, debes agradecerle.—¿Qué? ¡Claro que no!—Ana…Ana rodó los ojos.—No puedo creer lo que mi madre hizo, cada vez está màs loca, Ana, no vuelvas a casa, quédate aquí conmigo, hablaré con el abuelo, lo haré entender la verdad.Ana asintió.Luego, Leander se despidió, debían ir a la primera sesión de consejería, estaba muy animado.***Leander esperaba afuera del consultorio, vio llegar a Elisa, pero verla al lado de Rafael lo volvía insoportable, rodó los ojos.Observó que se despidieron y ella cruzó la calle para ir a su lado.—¿Estás listo?Leander sonrió, asintió, luego le entregó un regalo.—¿Por qué me das un regalo?—Es para nuestro hijo.Elisa tomó el regalo.—Por cierto, a ti te traje esto.Elisa observó el chocolate.—¿Chocolate?—Pensé que tendrías un antojo, también es para mi bebé —dijo con la mirada altiva. Elisa rodó los ojos.Ya lo conocía, sabía que, tras su f
—¡Rafael! —gritó Elisa desesperada.Rafael se levantó, pero revisó a la chica a su lado. Ella estaba sangrando, esa mujer había salvado su vida.—¡Llamen a una ambulancia!Leander se apuró a hacerlo.—¿Está bien? —exclamó Elisa.—Al parecer solo fue un roce de bala, pero… no lo estoy seguro.Rafael tocó su rostro.—Resiste, pequeña —dijo al verla tan débil.Pronto llegó la ambulancia, Rafael fue con ella.Leander y Elisa los siguieron.Rafael miraba a la chica, èl llevaba su cartera, revisó su nombre.—Se llama Paz Méndez. Tiene veinte años.Por lo menos averiguaron su tipo de sangre.—¿Va a estar bien? —preguntó el hombre.—Fue solo un roce de bala, al parecer estará bien.Rafael respiró profundo; de todos modos, esa mujer salvó su vida, ahora él le debía el estar vivo.***Ana fue a la mansión González, otra vez.Cuando Piero bajò la escalera, mirò a la mujer con ojos pequeños.—Tú, ¿otra vez?—Esta vez sí vine a verte a ti —dijo.Piero se acercò a ella.—No voy a repetir mi noche
—¡Eres mala, Sonia! Eres muy cruel…La mujer sonriò.—Sì, papá, lo siento, es tu culpa. Tú me abandonaste, destruiste mi familia al engañar a mamá, ¿ahora me pide compasión? Pues no, no la tengo, yo mandé a matar a Viridiana, también a sus hijos, pero fallaron. Apenas supe sobre qué crie al bastardo de esa mujer, pero lo resolveré. Leander morirá, y toda la descendencia, así como Rafael, ninguno heredará tu fortuna, porque yo soy la única con derecho.—¡Nunca pensé esto de ti! Ahora te odio, te aborrezco, maldigo la hora en que naciste —dijo Iván con los ojos llorosos.Sonia comenzó a llorar, al escuchar tan duras palabras le dolieron.—Papá…Gustavo entró con la enfermera, ella tenìa una inyección en la mano.—Tengo la dosis, señora.—¿Qué haces? ¿Me matarás?—No te mataré, papá, pero no arruinarás mis planes, no lo harás —sentenció.Lo sometieron y le inyectaron.El hombre luchó, pero no pudo hacer nada, luego se quedó dormido.Sonia sonriò.—Quiero que mi padre esté así, hasta que y
—¡¿Gemelos?!—Sí, gemelos idénticos.Leander se acercò a la pantalla, sonriò.Terminó el ultrasonido.—Tienes ocho semanas, Elisa, debes cuidarte mucho, tomar tus vitaminas, alimentarte bien, y si las náuseas se vuelven terribles, ven a consultar. Cuide mucho a su esposa y a sus bebés, señor Moctezuma, va a estar todo bien —dijo al notarlos tan emocionados.Al salir de ahí, Leander la detuvo, cuando ya se iba.—No te vayas, vamos a ser padres de dos bebés.Elisa hundió la mirada, él levantó su barbilla.—Soy feliz, no sabes lo feliz que me haces, por favor, solo abrázame, no me digas màs.Leander la abrazó a su cuerpo. Elisa sintió su calor, no pudo evitarlo, lo abrazó.Solo en ese momento supo cuánto lo había extrañado.Cuando estaban por alejarse, Leander no quería soportar, perderla otra vez, la besó con pasión, con amor, quería demostrarle que la amaba, que la adoraba.Se entregaron a ese beso, parecían gritar cuanto se habían extrañado.Elisa fue la primera en detener el beso, per