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Al día siguiente.Leander y Ana desayunaron juntos.—No me gusta verte cerca de Piero, pero al menos él te salvó, debes agradecerle.—¿Qué? ¡Claro que no!—Ana…Ana rodó los ojos.—No puedo creer lo que mi madre hizo, cada vez está màs loca, Ana, no vuelvas a casa, quédate aquí conmigo, hablaré con el abuelo, lo haré entender la verdad.Ana asintió.Luego, Leander se despidió, debían ir a la primera sesión de consejería, estaba muy animado.***Leander esperaba afuera del consultorio, vio llegar a Elisa, pero verla al lado de Rafael lo volvía insoportable, rodó los ojos.Observó que se despidieron y ella cruzó la calle para ir a su lado.—¿Estás listo?Leander sonrió, asintió, luego le entregó un regalo.—¿Por qué me das un regalo?—Es para nuestro hijo.Elisa tomó el regalo.—Por cierto, a ti te traje esto.Elisa observó el chocolate.—¿Chocolate?—Pensé que tendrías un antojo, también es para mi bebé —dijo con la mirada altiva. Elisa rodó los ojos.Ya lo conocía, sabía que, tras su f
—¡Rafael! —gritó Elisa desesperada.Rafael se levantó, pero revisó a la chica a su lado. Ella estaba sangrando, esa mujer había salvado su vida.—¡Llamen a una ambulancia!Leander se apuró a hacerlo.—¿Está bien? —exclamó Elisa.—Al parecer solo fue un roce de bala, pero… no lo estoy seguro.Rafael tocó su rostro.—Resiste, pequeña —dijo al verla tan débil.Pronto llegó la ambulancia, Rafael fue con ella.Leander y Elisa los siguieron.Rafael miraba a la chica, èl llevaba su cartera, revisó su nombre.—Se llama Paz Méndez. Tiene veinte años.Por lo menos averiguaron su tipo de sangre.—¿Va a estar bien? —preguntó el hombre.—Fue solo un roce de bala, al parecer estará bien.Rafael respiró profundo; de todos modos, esa mujer salvó su vida, ahora él le debía el estar vivo.***Ana fue a la mansión González, otra vez.Cuando Piero bajò la escalera, mirò a la mujer con ojos pequeños.—Tú, ¿otra vez?—Esta vez sí vine a verte a ti —dijo.Piero se acercò a ella.—No voy a repetir mi noche
—¡Eres mala, Sonia! Eres muy cruel…La mujer sonriò.—Sì, papá, lo siento, es tu culpa. Tú me abandonaste, destruiste mi familia al engañar a mamá, ¿ahora me pide compasión? Pues no, no la tengo, yo mandé a matar a Viridiana, también a sus hijos, pero fallaron. Apenas supe sobre qué crie al bastardo de esa mujer, pero lo resolveré. Leander morirá, y toda la descendencia, así como Rafael, ninguno heredará tu fortuna, porque yo soy la única con derecho.—¡Nunca pensé esto de ti! Ahora te odio, te aborrezco, maldigo la hora en que naciste —dijo Iván con los ojos llorosos.Sonia comenzó a llorar, al escuchar tan duras palabras le dolieron.—Papá…Gustavo entró con la enfermera, ella tenìa una inyección en la mano.—Tengo la dosis, señora.—¿Qué haces? ¿Me matarás?—No te mataré, papá, pero no arruinarás mis planes, no lo harás —sentenció.Lo sometieron y le inyectaron.El hombre luchó, pero no pudo hacer nada, luego se quedó dormido.Sonia sonriò.—Quiero que mi padre esté así, hasta que y
—¡¿Gemelos?!—Sí, gemelos idénticos.Leander se acercò a la pantalla, sonriò.Terminó el ultrasonido.—Tienes ocho semanas, Elisa, debes cuidarte mucho, tomar tus vitaminas, alimentarte bien, y si las náuseas se vuelven terribles, ven a consultar. Cuide mucho a su esposa y a sus bebés, señor Moctezuma, va a estar todo bien —dijo al notarlos tan emocionados.Al salir de ahí, Leander la detuvo, cuando ya se iba.—No te vayas, vamos a ser padres de dos bebés.Elisa hundió la mirada, él levantó su barbilla.—Soy feliz, no sabes lo feliz que me haces, por favor, solo abrázame, no me digas màs.Leander la abrazó a su cuerpo. Elisa sintió su calor, no pudo evitarlo, lo abrazó.Solo en ese momento supo cuánto lo había extrañado.Cuando estaban por alejarse, Leander no quería soportar, perderla otra vez, la besó con pasión, con amor, quería demostrarle que la amaba, que la adoraba.Se entregaron a ese beso, parecían gritar cuanto se habían extrañado.Elisa fue la primera en detener el beso, per
Las manos de Leander temblaron.—¿Estás seguro de que no hay un error? Es que… el resultado es negativo.El doctor estaba impresionado.—Lo siento, Leander, pero, te aseguro que el resultado es real.—Pero, hace poco hice un análisis de sangre con mi abuelo, salió positivo.—Podríamos repetirlo… pero…—No, mi abuelo está enfermo, no quiero que algo malo le pase. Gracias.Leander estaba destrozado, sentía mucha rabia, confusión, su mente estaba mal.Salió a toda prisa, y condujo sin rumbo.Se detuvo en medio del camino, tocó su pecho que dolía.Rompió en un llanto, ahí solo, sin nadie que lo viera, o lo juzgara, pudo llorar.Su madre y su padre no eran lo que creyó, tenìa un gemelo al que nunca conoció y que murió en terribles circunstancias, había sido criado por una mujer que ahora era una extraña, toda su vida era una mentira.—¡¿Quién soy?! ¡¿Quién soy?! —exclamó desesperado, golpeando el volante del auto.Leander tomó su teléfono, marcó ese número.Elisa respondió enseguida.—Lean
Ana deambulaba sin rumbo en su auto, cuando vio que alguien la seguía. El auto lanzaba sus luces altas, ella se detuvo, debía tener miedo, pero no pudo.Sin embargo, el auto se detuvo al lado de ella, bajaron la ventanilla y era Piero González.Ella rodó los ojos.—¿Qué quieres? ¡Deja de acosarme! Hoy no necesito que me salves, busca otra damisela en apuros.Piero bajò del auto y subió al suyo, sin siquiera pedir permiso.—¿No eres una damisela en apuros? ¿Y por qué tus ojos están tan hinchados como si hubieses llorado?Ana hundió la mirada.—¿Ya te disté cuenta de que el cuento de hadas que te dio tu madre, es una historia de monstruos?Ana rompió en llanto, él tenìa razón.Piero lamentó haber sido tan cruel.Intentó tocarla, pero ella lo empujó.—¡Vete ahora mismo!Piero se sintió ofendido y salió enseguida.Ana lanzó un suspiro y volvió al pent-house. A la mañana siguiente.Ana llamó a la puerta de Leander, cuando èl no respondió. Ella abrió la puerta y entró.Se quedó perpleja al
—¡¿Qué…?! ¿Qué dices, Leander? ¿Qué clase de broma es esto?—¡Esto es la m*****a verdad! La verdad que nos has ocultado a todos, mientras nos usas como tus títeres, dime, ¿Quiénes son mis padres? ¿Me robaste? ¿Qué hiciste, Sonia? Dímelo antes de que yo mismo lo sepa. —Leander estaba furioso, fuera de sì.Sonia retrocedió, tenìa mucho miedo.—Hijo… por favor, ¡eres mi hijo, Leander!—¡Mientes! Hice una prueba de maternidad, no eres mi madre —dijo con los ojos llenos de lágrimas—. No eres nadie en mi vida, dime, ¿Dónde está mi familia verdadera? ¡Dímelo!Sonia rompió en llanto, lo hizo solo para ver si se conmovía. La mujer estaba muy asustada, pero solo por su seguridad.—Leander…—¡Dilo, di que no eres mi madre! Di la m*****a verdad, ya te he descubierto.—¡Está bien! —exclamó desesperada, mirò sus ojos—. No soy tu madre, pero yo te crie, yo te adopté, no podía tener hijos, mi bebé murió en mi vientre, y decidí adoptar un hijo. Te adopté a ti, ¡te elegí a ti!Leander estaba perplejo, s
—¡Piero, cállate! —gritó Rafael.—Piero, Rafael es mi amigo, y siempre será asì, entre él y yo no hay màs que una gran amistad y lealtad.Piero estaba enojado.—Tarde o temprano, Leander te lastimará, ¡es un Moctezuma!Elisa sonriò.—Pues te equivocas, Leander no me va a lastimar, y no, no es un Moctezuma. Para que lo sepas, Leander no es hijo de Sonia Moctezuma, ella lo adoptó cuando èl era aún bebé.—¡¿Qué?! —exclamaron los hombres al unísono.—¡Eso lo cambia todo! —exclamó Piero contento.Elisa recibió una llamada, se despidió de todos y tomó sus maletas, nadie pudo detenerla.—Vuelve cuando quieras, Elisa. Las puertas de la mansión siempre estarán abiertas para ti —Elisa dio un abrazo a Rafael y salió de la mansión.Valeria los mirò de lejos.«¿acaso ella es la dueña del corazón de Rafael?», pensó.Elisa salió de ahí, luego de despedirse de Paula González. Al salir sonriò al ver a su esposo ahí.—¿Qué pasó?—¿Volverás a mi lado?—Lo haré.—Iremos a la mansión González, mamá… quiero