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Rafael se fue y Elisa entró al hotel, pero Rafael dejó a un hombre a vigilar el lugar.—Si algún Moctezuma llega, avísame de inmediato.***Al día siguiente.Leander abrió los ojos.—Elisa… —susurró su nombre.—Su esposa no está aquí, señor, ella se fue, no la necesita.Leander frunció el ceño, mirò a la doctora.—¿Qué me pasó?—Se hizo un corte, pero nada de cuidado, tiene una arritmia, pero su corazón está totalmente saludable, creo que se pueda deber a alguna situación psicológica. Dígame, ¿cómo se siente últimamente? Si necesita hablar con alguien, yo estaré para ayudarlo.—No necesito nada, solo necesito irme, deme el alta.La mujer se quedó perpleja, esperaba que con su voz coqueta ese hombre fuera agradable, pero solo recibió el desorden de Leander.Él se levantó.—Señor, ¿qué hace?—Me voy, tráigame el alta médica, quiero salir ya mismo de aquí, tengo cosas que hacer.—No puedo darle de alta, cálmense —dijo.—Obedezca y traiga el alta médica o llame a su jefe.La mujer rodó los
—Déjame entrar ahora mismo, Elisa.Ella estaba nerviosa, pero al final obedeció.—¿Cómo sabes dónde…?El hombre sonriò.—¡Tu abuelo!—Sì, además, has pagado con mi dinero, te encontraría donde sea.Ella rodó los ojos, luego lo mirò; a través de su camisa, podía vislumbrarse el vendaje.—¿Cómo te sientes? —ella quiso acercarse, pero un segundo después se arrepintió, dejando a Leander con el deseo de sentir su toque.—¿Te importa? ¿No desearías que estuviera muerto?Ella se quedó perpleja ante sus palabras. Negó.—¡Claro que no! Yo lamento…—¿Qué? ¿No había tomado la daga y clavarla en mi pecho? ¿Eso lamentas?—¡Sabes que no lo haría! Aunque supongo que creerás en lo que tú quieras o en lo que diga tu madre, pero yo sé la verdad.Leander desvió la mirada a la cama y vio a esa fotografía. El hombre solo caminó y la tomó, observó a Lisardo ahí.Leander sintió algo en su corazón, algo que no supo que era, un palpitar que lo atormentó.—¿Pensabas en èl? ¿Qué le decías? Dile que no has logra
Leander volvió al hospital. Cuando su abuelo lo vio, se angustió, no había dormido nada.—Hijo, debes descansar.—¿Qué sabes de mi trasplante? Dímelo, acaban de confirmar que Lisardo Expósito fue enterrado sin su corazón. Todo parece indicar que el corazón que tengo en mi pecho es de él. Ya han detenido al cirujano, el doctor Obregón fue preso.El abuelo se sorprendió de que Gustavo no lo hubiese encontrado.—Hijo… No lo sé, juro que sé lo mismo que tú. Mandé a traer al doctor Obregón para lo mismo, quería saberlo todo, pero al parecer…—Rafael González me lo dijo, veo que ese hombre está cerca de Elisa, quizá sea su amante.—¡No digas tonterías!—Rafael y Elisa acusan a mi madre, dicen que ella tuvo la culpa de todo, incluso Rafael la acusa de la muerte de alguien de su familia, ¿a qué se refiere?El abuelo bajò la mirada, recordó todo.—Voy a contártelo, tu madre siempre me pidió callarlo, pero no puedo hacerlo màs.—¿Callar? Estoy harto de tantas mentiras, abuelo, habla ya.—Leande
Piero observaba a la mujer que yacía en el asiento trasero de su auto; aún estaba inconsciente.La observó bien, era bonita, màs de lo que quería admitir. Pero la despreciaba por ser hija de quien era.Piero sabía que no tenían ni una gota de sangre, ni èl, ni los Moctezuma. Su abuelo se casó con la madre de Rafael y Viridiana cuando ella ya estaba embarazada, él la amaba con locura, y eso no le importó. Su hijo, el padre de Piero, ya era mayor.Pero, para Piero, su abuela era la mejor; incluso si no compartían una gota de sangre, ella le adoraba.Odiaba la idea de que Leander Moctezuma fuera sobrino de Rafael.Ana abrió los ojos, estaba mareada y se quejaba, pero cuando vio a ese hombre frente a ella, se asustó terrible.—¡Tú! ¿Qué quieres de mí? —dijo levantándose.—¿Yo? ¿Crees que quiero algo de ti? Mujer, he salvado tu pellejo del mal esposo que tienes.Ana retrocedió, pero sufrió un mareo que casi la hace caer. Piero lo previó y la sostuvo.Sus miradas se encontraron por un instan
—¡Al fin, Rafael! Al fin se hará justicia, y ella irá presa. Sé que después vamos a demostrar que es la asesina de Lisardo, porque ella lo mató, no lo hice yo.Rafael la abrazó.—Vamos a demostrar tu inocencia, lo haremos, querida. Ahora, vamos, debes descansar. Esta vez no irás al hotel, te llevaré a casa.—¿A casa?—Bueno, te llevaré a mi casa, y no acepto un no por respuesta, tengo miedo de que, ahora que se sabe esto, quieran dañarte.Elisa respiró profundo, por primera vez dijo que sì, porque hasta ella sintió miedo.***Al día siguiente.Cuando Elisa despertó y bajó, encontró a la abuela González, Elisa se sintió angustiada.—¿Tú eres la esposa de Leander Moctezuma?Elisa estaba nerviosa, asintió despacio.Sonrió.—Bienvenida a casa, no me gusta animar el odio entre los Moctezuma y González, pero si tenerte aquí te protegerá, por lo menos sé que haré una buena acción.—Yo no quiero ninguna guerra, señora, créame, no quiero causar màs dolor a nadie.—No te angusties, Elisa, el dol
El abuelo Moctezuma, junto a Gustavo y un abogado, entró a la habitación. —¡No pueden llevarse a la mujer! Tenemos un amparo hasta su juicio, donde se demostrará la inocencia de mi cliente.Los detectives miraron la información, supieron que era real, tuvieron que irse.Los ojos de Leander miraron a su madre con severidad, ella pudo sentirlo.—¡Leander, soy inocente!—¿Inocente? El corazón que late en mí es de Lisardo Expósito, ¿no lo sabías? ¿Por qué te acusaron? ¡Di la m*****a verdad! —exclamó severo.La mujer sollozó, pero Leander no se contuvo.—¡Basta, ella está enferma!—Tú cállate, y lárgate de aquí, que si me entero qué has tenido que ver, juro que te mataré.Gustavo sintió rabia.—¡Leander, basta, hijo! Dejemos que tu madre nos explique.—¡No soy culpable! No hice nada, me dijeron que no había un donante, luego el doctor apareció diciendo que había un milagro, eso es todo.—¡Mientes! Ya di la m*****a verdad, veo la mentira en tu rostro, dime, ¿Lisardo Expósito era mi hermano
Isabel González luchaba por llevar a Leander Moctezuma a su auto, insistía para que el hombre, ebrio, caminara a su auto.«Si pasa la noche conmigo, no tendré que trabajar en mi vida, estoy harta ya de trabajar tanto, qué tal si me doy una vida de señora Moctezuma», pensó.La mujer recordó que antes de salir del lujoso bar, algunos paparazzi de las revistas sociales les tomaron fotografías. Estaba satisfecha; sin embargo, a punto de llegar al auto, escuchó una voz.—¡Leander!Leander se detuvo. Anna vio a su hermano tan mal, se acercò con sus guardias y lo apartó de la mujer.—¿Qué pretendes, mujer?—Yo solo quiero ayudar a Leander, ¿me recuerda? Soy la doctora que ayudó al señor Moctezuma.Ana frunció el ceño, la reconoció, la mirò de arriba, bajó y sonriò.—Ahora entiendo por qué lo llevas directo a tu auto y no a un centro médico para que bajen su borrachera. Se te nota la clase social, no pienses en saltar tan alto. Además, este hombre está casado. Por favor, no seas una enredadera
Elisa estaba tan asustada, la abuela Paula tomó sus manos.—Calma, estarás bien, ahora debes cuidarte e ir con el doctor, por favor, no te angusties más, ¿tendrás a tu hijo? ¿Verdas?Esas palabras sacudieron a Elisa.Tenía el pensamiento claro en la mente.—¡Claro que sí! Tendré a mi hijo.Pero apareció de repente.—¡que bueno que estás aquí Elisa! Debes ver algo, debes saber que ese hombre que es tu esposo, no debe serlo más, ¡Él además te está engañando! Es clásico de los Moctezuma.Los ojos de Elisa se abrieron enormes ante sus palabras, no entendía que era lo que él decía.Pero, Piero no perdió el tiempo y se los mostró, cuando lo vieron quedaron perplejas.En su teléfono estaban las imágenes, en la plataforma social se veían fotos de Leander saliendo con una mujer de un bar, ella lo tenía abrazados, estaban tan cerca como algo íntimo.El corazón de Elisa dio un vuelco y su estómago otro más haciendo que corriera al baño.Piero vio la prueba de embarazo en el suelo.—¡¿Qué es esto?