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Las manos de Elisa temblaron cuando él quitó el protector de la hoja filosa de esa daga.—¡Mátame, arráncame el corazón como querías! Hazlo, si crees que el culpable soy yo.—¡Estás loco!—¿Loco? Sì, tú me volviste loco, porque no era necesario todo esto.—¿No? Me arrebataron mi vida, ¿y no era necesario?—¡No lo era! —exclamó Leander, luego su mano acarició su rostro con suavidad—. No era necesario que me llevaras hasta aquí; tu amor y tus mentiras, no era necesario que me fingieras amor, porque mi rostro era parecido al de ese hombre, no tenía que hacerme feliz, no era necesario este maldito dolor, no tenìa que ocultármelo todo, no tenías que elevarme al cielo con tu amor, para luego lanzarme al peor de los infiernos, no era necesario que me hicieras sentir que estoy muerto en vida, otra vez. Ahora, mátame, si ya estoy puerto por tu amor, mátame de una vez.Leander tomó su mano, haciendo que empuñara la daga contra su cicatriz.—¡No, Leander!La hoja de la daga era tan filosa que cua
—¡Detente, Rafael!Elisa abrió la puerta con el auto en movimiento, así que Rafael no tuvo de otra que detenerse.—¡Elisa! —exclamó Rafael.Llévame a ver a Leander o iré sola.Rafael condujo el auto rumbo al hospital al ver en sus ojos que de veras iría hasta ahí con èl o sin èl.Al llegar al hospital.Rafael estacionó, pero Elisa corrió adentro sin decir nada màs.Solo quería ver a Leander.Al llegar a recepción, preguntó por èl.—Mi esposo, se lastimó el pecho, por favor. Necesito saber cómo está, se llama Leander Moctezuma.—Está en la sala de emergencias.—¡Por favor, déjeme verlo!—Lo pasarán a una habitación, esperé un poco, señora.Elisa tuvo que esperar, sus ojos estaban llorosos, y su corazón latía tan fuerte, desesperado.Pronto, media hora después, una enfermera preguntó por los familiares de Leander.Ella corrió hasta ahí. Este hospital era otro distinto al que habían llevado a Sonia Moctezuma, para fortuna de Elisa.—¿Cómo está mi marido?—Venga conmigo.Elisa siguió a la
—¿Qué es lo que quieres?—Dime, ¿por qué nos has hecho tanto daño? ¿Qué es esa tontería que dices sobre que mi hermano robó el corazón de tu esposo?—El corazón que late en Leander es de mi esposo.Ana estaba perpleja.—¡Eso no es cierto!—Ella misma lo confesó. Tu madre mató a mi esposo, para así tener el corazón que Leander necesitaba. Lo hizo por ambición, y además, Leander ¡no es su hijo!—¡¿Qué?! ¡Estás loca, Elisa! Estás totalmente loca, mientes, mi madre es incapaz de eso; además, ¡yo la vi embarazada! Era pequeña, tenìa unos cuatro años, pero mi madre estaba embarazada. ¡Hay fotos de ella en ese estado! Ella no adoptó hijos.Elisa estaba desconcertada, negó.—¡No sé cómo lo hizo, pero sé que Lisardo, mi esposo, es el gemelo de Leander!Ana estaba incrédula.—¡Mientes! ¿Y si es así? ¿Te casaste con el gemelo de tu esposo? ¿Lo hiciste por una absurda venganza?—¡Lo hice para saber la verdad! Mataron a mi esposo, Ana, me acusaron a mí y pagué por años en la cárcel. Salgo y encuen
Rafael llevó a Elisa a un hotel.—¿Estarás bien?—Lo estaré.—Pagaré el hotel —dijo Rafael, pero ella se negó.—Por favor, no.Estaban en su auto, antes de entrar al hotel.—¿Por qué Piero ha dicho eso sobre los Moctezuma? ¿Son asesinos? Sé que Sonia lo es, pero, ¿por qué lo ha dicho?—Piero odia a los Moctezuma, èl tiene una idea errónea; los Moctezuma y los González se odian desde hace mucho, mi madre cometió un grave error, se volvió la amante del abuelo Moctezuma, sí, mi madre y Aureliano Moctezuma fueron amantes, luego de eso, èl iba a dejar a su esposa, pero no lo hizo, volvió con ella, y mi madre quedó embarazada de mellizos, nacimos Viridiana y yo, y ella se casó con mi padre, Wilson González que nos aceptó como sus hijos. El tiempo pasó, y cuando mi padre murió, Viridiana, que esperaba a sus gemelos, decidió hacer las paces con Aureliano Moctezuma. Él también quiso hacerlo, incluso dijo que nos reconocería como sus hijos, no podría quitarnos el apellido, pero sí nos reconocer
Rafael se fue y Elisa entró al hotel, pero Rafael dejó a un hombre a vigilar el lugar.—Si algún Moctezuma llega, avísame de inmediato.***Al día siguiente.Leander abrió los ojos.—Elisa… —susurró su nombre.—Su esposa no está aquí, señor, ella se fue, no la necesita.Leander frunció el ceño, mirò a la doctora.—¿Qué me pasó?—Se hizo un corte, pero nada de cuidado, tiene una arritmia, pero su corazón está totalmente saludable, creo que se pueda deber a alguna situación psicológica. Dígame, ¿cómo se siente últimamente? Si necesita hablar con alguien, yo estaré para ayudarlo.—No necesito nada, solo necesito irme, deme el alta.La mujer se quedó perpleja, esperaba que con su voz coqueta ese hombre fuera agradable, pero solo recibió el desorden de Leander.Él se levantó.—Señor, ¿qué hace?—Me voy, tráigame el alta médica, quiero salir ya mismo de aquí, tengo cosas que hacer.—No puedo darle de alta, cálmense —dijo.—Obedezca y traiga el alta médica o llame a su jefe.La mujer rodó los
—Déjame entrar ahora mismo, Elisa.Ella estaba nerviosa, pero al final obedeció.—¿Cómo sabes dónde…?El hombre sonriò.—¡Tu abuelo!—Sì, además, has pagado con mi dinero, te encontraría donde sea.Ella rodó los ojos, luego lo mirò; a través de su camisa, podía vislumbrarse el vendaje.—¿Cómo te sientes? —ella quiso acercarse, pero un segundo después se arrepintió, dejando a Leander con el deseo de sentir su toque.—¿Te importa? ¿No desearías que estuviera muerto?Ella se quedó perpleja ante sus palabras. Negó.—¡Claro que no! Yo lamento…—¿Qué? ¿No había tomado la daga y clavarla en mi pecho? ¿Eso lamentas?—¡Sabes que no lo haría! Aunque supongo que creerás en lo que tú quieras o en lo que diga tu madre, pero yo sé la verdad.Leander desvió la mirada a la cama y vio a esa fotografía. El hombre solo caminó y la tomó, observó a Lisardo ahí.Leander sintió algo en su corazón, algo que no supo que era, un palpitar que lo atormentó.—¿Pensabas en èl? ¿Qué le decías? Dile que no has logra
Leander volvió al hospital. Cuando su abuelo lo vio, se angustió, no había dormido nada.—Hijo, debes descansar.—¿Qué sabes de mi trasplante? Dímelo, acaban de confirmar que Lisardo Expósito fue enterrado sin su corazón. Todo parece indicar que el corazón que tengo en mi pecho es de él. Ya han detenido al cirujano, el doctor Obregón fue preso.El abuelo se sorprendió de que Gustavo no lo hubiese encontrado.—Hijo… No lo sé, juro que sé lo mismo que tú. Mandé a traer al doctor Obregón para lo mismo, quería saberlo todo, pero al parecer…—Rafael González me lo dijo, veo que ese hombre está cerca de Elisa, quizá sea su amante.—¡No digas tonterías!—Rafael y Elisa acusan a mi madre, dicen que ella tuvo la culpa de todo, incluso Rafael la acusa de la muerte de alguien de su familia, ¿a qué se refiere?El abuelo bajò la mirada, recordó todo.—Voy a contártelo, tu madre siempre me pidió callarlo, pero no puedo hacerlo màs.—¿Callar? Estoy harto de tantas mentiras, abuelo, habla ya.—Leande
Piero observaba a la mujer que yacía en el asiento trasero de su auto; aún estaba inconsciente.La observó bien, era bonita, màs de lo que quería admitir. Pero la despreciaba por ser hija de quien era.Piero sabía que no tenían ni una gota de sangre, ni èl, ni los Moctezuma. Su abuelo se casó con la madre de Rafael y Viridiana cuando ella ya estaba embarazada, él la amaba con locura, y eso no le importó. Su hijo, el padre de Piero, ya era mayor.Pero, para Piero, su abuela era la mejor; incluso si no compartían una gota de sangre, ella le adoraba.Odiaba la idea de que Leander Moctezuma fuera sobrino de Rafael.Ana abrió los ojos, estaba mareada y se quejaba, pero cuando vio a ese hombre frente a ella, se asustó terrible.—¡Tú! ¿Qué quieres de mí? —dijo levantándose.—¿Yo? ¿Crees que quiero algo de ti? Mujer, he salvado tu pellejo del mal esposo que tienes.Ana retrocedió, pero sufrió un mareo que casi la hace caer. Piero lo previó y la sostuvo.Sus miradas se encontraron por un instan