Rosi estaba tan asombrada como Diana, con la diferencia de que la supuesta enfermera de Antonio sabía perfectamente cuál era su condición física y mental. En cambio, para Rosi había sido realmente una sorpresa que después de tantos años, Antonio pudiera hablar a pesar de todos los diagnósticos que los médicos habían dado, en los cuales no daban esperanzas de que pudiera volver a tener una vida normal.— Quiero saber qué está pasando, Diana. ¿Cómo es posible que Antonio haya podido hablar? ¡Explícamelo! O mejor aún, explícamelo tú Antonio, ya que has tenido la osadía de levantarte de esa silla de ruedas después de tantos años.— Señora Rosi, estoy tan sorprendida como usted. La verdad es que no sabía que Antonio pudiera hablar, y mucho menos que pudiera levantarse de su silla. Pero tranquila, inmediatamente lo regreso a su habitación.— ¡Espera! No he terminado de hablar. Quiero que alguien me explique lo que está sucediendo aquí.Antonio contestó de inmediato, ya que no estaba dispues
—Está bien, te lo diré. Tarde o temprano, descubrirás que el amante de Rosi es Galeano, el esposo de tu hija.Antonio abrió los ojos, completamente impactado. No podía asimilar lo que Diana acababa de revelarle. Comenzó a temblar, lo que alarmó a Diana. Ella se acercó rápidamente a él y le preguntó preocupada:— ¿Te sientes bien? ¿Qué te pasa, Antonio? Por favor háblame, dime algo. Antonio se puso pálido, enseguida se agarró el pecho como si hubiera sentido dolor, cosa que alarmó aun más a Diana, ya que imaginó que tal vez podía darle un infarto. Sin embargo, él trató de controlarse, quería poder estar bien, así que respiró profundo y con algo de dificultad le dijo: — Esto no puede ser verdad. Me estás diciendo todo esto solo por el odio que le tienes a Rosi. Has llegado demasiado lejos, Diana. Jamás creería semejante barbaridad. Llena de coraje e impotencia al ver la negación de Antonio, Diana se acercó a él con los ojos llenos de lágrimas y con una mirada de dolor le dijo: — N
Galeano y Alicia, se encontraban acompañando a Natalia mientras entregaban el cuerpo de Raúl, observaron cómo ella se veía profundamente afectada por su partida. El paro respiratorio había sido implacable esta vez, venciendo la debilidad de su cuerpo debido al avanzado estado de su enfermedad.La sorpresa fue mayúscula cuando Rosi apareció del brazo de Carlos. Sin embargo, para Alicia y Samuel, la impresión fue aún mayor al ver a Carlos de pie. Llena de emoción, Alicia corrió hacia él y lo abrazó. El milagro de ver a su padre caminando era un regalo inesperado en medio de la tristeza y la despedida. — ¡Papá! ¡Papito! ¿Cómo es posible que estés de pie? ¿Qué está pasando? La verdad es que no entiendo cómo ha ocurrido esto si apenas ayer estabas en silla de ruedas.— Querida hija, no sabes cuánto anhelaba poder abrazarte y finalmente decirte que estoy completamente recuperado.— ¿Pero cómo es posible? ¡Ya estás hablando! ¡No puede ser! ¿Me pueden explicar cómo es que de un día para otr
Rosi se enjuagó la cara con agua fría, sintiéndose mareada y aturdida por todo lo que estaba sucediendo. Al abrir la puerta del baño, pegó un brinco al ver a Antonio de pie, apoyado en su bastón, esperándola con una expresión que la intimidaba.— ¡Me asustaste! —exclamó Rosi—. ¿Pero qué haces aquí? ¿Acaso me vas a vigilar a donde quiera que vaya?Antonio sonrió con calma. —Cálmate, cariño. Te noto un poco nerviosa. ¿Tiene algo que ver con el malestar que has sentido desde hace unos días?— No entiendo a qué malestar te refieres —respondió Rosi, tensando los hombros—. Lo único que me tiene enferma es verte encima de mí, amenazándome.Antonio la miró fijamente. —¿Y no me vas a decir nada sobre los mareos y las náuseas? ¿Será que se trata de la menopausia o, milagrosamente, estás embarazada?Las palabras de Antonio cayeron sobre Rosi como un balde de agua fría. Había mantenido su embarazo en secreto, y no entendía cómo él había descubierto su estado si apenas habían tenido contacto en to
Había sido un día verdaderamente agotador. Rosi había asistido a los servicios funerarios acompañada de Antonio, tal como él se lo había impuesto. Fue una jornada larga en la que tanto Galeano como ella tuvieron que disimular ante todos los presentes que no pasaba nada más allá del dolor por la pérdida de Raúl.Sin embargo, para Rosi, la situación era especialmente estresante. Galeano aún no sabía que Antonio estaba al tanto de su relación y, además, del embarazo. La noche había caído y ya todos se dirigían de regreso al hogar. Pero para Rosi era una verdadera pesadilla el tener que regresar a la mansión acompañada de Antonio, sabía perfectamente cuales eran sus verdaderas intenciones. Diana, visiblemente nerviosa, los esperaba. Desde que Antonio había retomado las riendas de su vida, había prescindido de su ayuda.—¡Por fin llegaron! —exclamó Diana, mirando fijamente a Antonio. Pero Rosi, aún sin saber quién era realmente Diana en la vida de Antonio, respondió con cierta molestia:
Rosi se encontraba en el baño, sus manos temblaban mientras intentaba cubrir sus pechos. Antonio, su esposo, había irrumpido en la habitación sin previo aviso. La sorpresa y la indignación se reflejaban en su rostro.— ¿Qué haces aquí? ¡Eres un pervertido! ¡Fuera de aquí! — gritó Rosi.Antonio no parecía afectado por su reacción. Se cruzó de brazos y sonrió con suficiencia.— Cálmate. No tienes por qué ponerte así. Además, no es algo que no haya visto antes. Solo que tenía mucho tiempo sin verlo — respondió Antonio con desdén.— Salte del baño inmediatamente, Antonio — exigió Rosi.— Pues la verdad es que no sé cómo piensas hacer a partir de ahora, porque esta noche voy a dormir aquí en nuestra habitación. Así que solo te queda acostumbrarte, ternurita — añadió Antonio con una mirada desafiante.— No tengo ningún problema en ir a dormir a la habitación de huéspedes con tal de no tener tu respiración encima de mí — replicó Rosi, sintiendo la tensión en el ambiente.Antonio se acercó a
Después de la lectura del testamento habían pasado varias semanas en las que Rosi había decidido permanecer encerrada en su habitación a consecuencia de la fuerte depresión por la que estaba pasando. No había podido hablar con Galeano, ya que Antonio vigilaba constantemente cada uno de sus pasos y ella por evitar que tomara una decisión drástica que le pudiera causar daño, prefería permanecer aislada de todo lo que tuviera que ver con él. Su hija Alicia, había ido a visitarla varias veces, sin embargo, no había querido recibirla, cosa que la tenía muy preocupada ya que no sabía lo que estaba pasando realmente. Con el único que tenía comunicación era con su padre, el único que la mantenía al tanto de la salud de su madre. En todo ese tiempo Galeano había intentado embarazar a Alicia, pero sin embargo ya había pasado un mes desde su boda y aún no lograba quedar embarazada, cosa que tenía muy preocupado a Galeano y a Natalia. Ya que no tenía acceso a un solo centavo de la fortuna de su
Rosi, con ojeras apenas disimuladas por el maquillaje, se vistió con un vestido que no lograba ocultar su tristeza y depresión. Antonio, la tomó del brazo con firmeza antes de descender las escaleras, susurrándole al oído: — Quiero verte sonreír, incluso si te cuesta. Recuerda que tu libertad está en juego. — ¿Por qué haces esto, Antonio? Ya compartimos la cama y la habitación. No entiendo qué más deseas de mí. Te has salido con la tuya como siempre lo has hecho. — Quiero que vuelvas a ser mi esposa, que olvides que Galeano fue tu amante. — Sabes que ya no siento nada por ti. No volveré a estar contigo de esa manera. Sigo siendo tu esposa legalmente, pero tu mujer no volveré a serlo jamás. — He tenido paciencia, pero estoy perdiéndola. Si no accedes, tú serás la perjudicada. Así que ven conmigo, y cuidado con contradecirme frente a nuestra hija y al pelele de tu amante. — ¿Qué planeas, Antonio? Merezco saberlo antes de enfrentarme a Galeano. — Ya lo verás, mi amor. Tu papel es