La carta de Rosi

Galeano y Alicia después de un corto viaje lleno de mucha tensión e incertidumbre, llegaron a la mansión. Alba, su hermana los recibió con los brazos abiertos. Sus ojos se encontraron, y sin necesidad de palabras, comenzaron a llorar. La noticia de la muerte de Antonio los había devastado a todos.

Diana, en cambio, permanecía sentada con su mirada fija en un punto de la pared. Las lágrimas corrían silenciosamente por sus mejillas. ¿Cuándo te enteraste de la muerte de nuestro padre? —Alba no pudo evitar preguntar.

— Nos enteramos hace poco —respondió Alicia con voz entrecortada—. Es como una pesadilla. Aún no puedo creer que papá ya no esté con nosotros. Me cuesta tolerar que después de haberse recuperado batallando durante años con su inmovilidad, se haya ido a consecuencia de un infarto.

En ese momento, Natalia descendía por las escaleras. Su expresión frívola contrastaba con la gravedad del momento, pero intentó mantener la compostura al hablar con Alicia.

— Qué bueno que llegaron
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