Tus deseos

—No importa. —Bufó Kairi, calmando un poco su temperamento al ver la preocupación maternal brillando claramente en los ojos de Meredith—. Tienes un par de días para convencerlo de hablar conmigo, supongo. Aun quiero que Shiry lo conozca, si no ya lo habría matado yo misma —gruñó—, pero como tú, soy una madre ante todo, así que le daré otras oportunidades, al menos hasta que se acabe el tiempo de visita que había calculado tener aquí. —Se encogió de hombros, tratando de aparentar indiferencia ante el rechazo de su marido.

—Bien… Muchas gracias, querida. —Le sonrió con alivio.

—Solo ten en claro que esto lo hago por ti y por mi hija. —Suspiró y volvió a la habitación donde dejó a su bebé dormida. Dejó a la criada que la había cuidado marchar y la tomó en brazos, cuidando no despertarla—. Lo siento, mi vida… Tu papi es realmente un gran imbécil y tendrás que esperar un poco para conocerlo… solo esperó que cuando eso pase no te contagié lo estúpido que puede llegar a ser. —Bufó y besó
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