Kairi despertó sintiéndose adolorida en todas partes.
Los ojos le ardían, su labio se había partido de tanto que se lo mordió la noche anterior, el cuello le escocía, los pechos le dolían, las muñecas y las caderas se sentían simplemente molidas, apenas sentía las piernas y su entrepierna la estaba matando.Gimió dolorida mientras trataba de sentarse, logrando quedar semi-recostada, solo entonces notó que estaba sola.Mejor, pensó con rencor, lo último que quería era ver a ese maldito depravado.Hubiera rotó a llorar de nuevo de no ser porque en ese momento alguien golpeó a la puerta.—A-adelante… —exclamó tratando de sonar normal, aunque de todas maneras en cuanto la vieran sabrían que no estaba “normal”.—Con permiso… ¡Cielo santo! —chilló la criada al verla—. ¡¿Qué te pasó, querida?! —Corrió hacia ella.Era una mujer mayor que ella, más de treinta años probablemente, su cabello era pelirrojo y sus ojos azules, un poco regordeta. Traía una bandeja con su desayuno, pero la dejó de lado para sentarse junto a ella en la cama, tomando sus manos, cosa que la hizo notar los moretones en sus muñecas, mismos que seguramente también tendría en sus caderas y probablemente en el cuello, tal vez hasta en los pechos…Maldito sea Tristan.—Umm, nada, yo… me… caí y me golpeé un poco —trató de inventar una excusa simplemente porque no quería hablar de eso—. ¿Cómo te llamas?—Soy Meredith, tu dama principal, y no tienes por qué mentirme. ¿Él te hizo esto, o no? —preguntó con mucha seriedad.Kairi se encogió de hombros.—¿Y qué si lo hizo?—Lo regañaré —contestó rotundamente, a lo que la miró como si estuviera loca.—¿Regañarlo tú? ¿Te recuerdo que es el rey?—No me importa quién sea, se va a llevar un buen sermón —declaró solemne—. Yo prácticamente crie a ese jovencito, tendrá que escucharme —aclaró cuando notó su mirada de incredulidad. Kairi sinceramente dudaba que la escuchara, pero no dijo nada—. Ya, ya, ya, no importa. Necesitas ir a la enfermería, ¿puedes caminar? —La chica de menor edad negó, completamente avergonzada—. Ya veo, entonces llamaré a Isadora, la enfermera, aquí para que se encargue de ti, mientras tanto come el desayuno, ¿quieres? —Fue por la bandeja y se la dejó al lado antes de retirarse para ir por la tal Isadora.La comida era muchísima, pero extrañamente se la comió toda, pareciera que este asunto del sexo daba bastante hambre.En cuanto Meredith volvió con la enfermera Isadora esta le aplicó un par de pomadas y le vendó las muñecas, también le recomendó mucho descanso y que no saliera de la cama hasta que se sintiera mejor.Pasó el resto del día con Meredith, que mayormente se quejaba diciendo que le hubiera gustado darle el recorrido por el palacio y le preguntaba sin cesar por su reino y su familia, también hablaba mucho sobre chismes, le nombró a prácticamente la mitad del personal del castillo. Le agradó enormemente. Por desgracia tuvo que irse por el atardecer para ocuparse de otros asuntos, por lo que no aguantó estar sola y, con todo su esfuerzo, lucho para ponerse en pie y caminar hacia la puerta. Cada paso era un suplicio, sus piernas se sentían tiesas y aparte de eso su entrepierna le ardía de forma muy dolorosa.Salió del cuarto sin idea de a donde quería ir, pero estaba demasiado aburrida encerrada en la habitación. Cojeó por el pasillo sosteniéndose como podía de las paredes, preguntándose qué podía hacer.Finalmente se decidió por abrir una ventana y sentarse en el marco, contemplando el atardecer con gesto distraído, pensativo.Bien, este era el plan: esperaría a que ganaran la guerra y luego huiría de ese horrible lugar, aunque no de vuelta con su padre, no quería crearle más problemas, podría decir que daba un paseo y dejar un pedazo ensangrentado de su ropa por ahí para que la creyeran muerta, y así podría escapar a un pueblo cualquiera y empezar de nuevo.Era arriesgado y tenía todo para salir mal, pero ella no planeaba soportar a Tristan toda la vida y menos tener a sus malcriados hijos, no gracias. Con un poco de suerte, lo lograría, o moriría en el intento, lo que era mejor que vivir humillada por su esposo.Eso solo NO era una vida para ella.—¿Qué crees que haces? —Salió de sus pensamientos y se congeló al oír la voz de su marido.Volteó, encontrándolo a pocos pasos detrás de ella, mirándola siempre de ese modo tan despectivo.—Nada —contestó rápidamente, como si hubiera sido descubierta haciendo algo malo, aunque solo estaba pensándolo, no haciéndolo.—Meredith y la enfermera ya hablaron conmigo acerca de tu estado. Debes permanecer en cama. ¿Qué rayos se supone qué estás haciendo en medio del pasillo? —Claramente estaba exasperado.—Me gusta ver la puesta de sol. —Se encogió de hombros, eso era cierto, pero no lo hacía todos los días, solo se le había ocurrido hacerlo cuando vio la ventana tan grande y el cielo tan anaranjado—. Y estoy bien. —Se puso de pie para probar sus palabras, pero de inmediato se tambaleó y casi cae sobre Tristan, que extendió los brazos como para intentar sujetarla, pero ella logró estabilizarse por su cuenta a tiempo—. Volveré a la cama ahora.Él solo se cruzó de brazos mientras observaba como trastabillaba su camino de vuelta a la habitación, cuando estuvo a pocos pasos de la puerta abandonó su postura rígida y la siguió, entrando al cuarto antes que ella y sosteniéndole la puerta abierta para que pasara.—Pediré que te traigan la cena —dijo mientras ella se envolvía entre las mantas de la cama.—Oh, ¿no cenará con su amada esposa? —comentó con amargo sarcasmo.—Por más que me encantaría —él no estaba siendo menos sarcástico—, tengo asuntos que atender, pero vendré en unas horas para dormir a tu lado, mi reina. —Ante eso, Kairi lo miró con espanto.—¿No planeas repetir lo de anoche en mi estado, verdad? —casi chilló, tuteándolo sin darse cuenta.—Por supuesto que no. A diferencia de lo que puedes pensar, no soy una especie de monstruo. —La miró con desprecio—.Y ni siquiera eres una cogida tan buena como para que te quiera dos noches seguidas, desperdicio de mujer. —Bien, eso sí golpeó duro en su ego, pero luchó para no demostrarlo.—Pues me alegró mucho. —Se dio la vuelta para enfrentar a la pared y no a sus malditos ojos espeluznantes y sus palabras hirientes.Tomó casi una semana que se recuperara lo suficiente para caminar correctamente sin ningún dolor, afortunadamente en esa semana apenas tuvo contacto con Tristan. Dormían en la misma cama, pero no había vuelto a tocarla y apenas y si le hablaba, con quien si estaba conviviendo mucho era con la encantadora Meredith, aquella mujer era la combinación perfecta entre una madre y una hermana muy divertida, estaba segura de que se aburriría como condenada si ella no estuviera.Tenía otras dos damas, pero apenas y sí requería de sus servicios, y aun así solo les permitía ayudarla en algo cuando insistían mucho.Cuando no estaba con Meredith, mayormente pasaba su tiempo leyendo y, una vez completamente recuperada, comenzó a pasear incansablemente por el palacio y sus extensos jardines.Pasaron más semanas y finalmente descubrió el establo o, más bien, junto el valor para entrar ahí pesé a que no sabía si Tristan estaría contento con eso. Se enamoró completamente de los caballos y quiso ayudar en su cuidado, a lo que los sirvientes encargados del establo se mostraron bastante reticentes, pero finalmente cedieron y pronto estuvieron encantados con ella e incluso la dejaban montar algunos caballos por los jardines.Afortunadamente apenas veía a su esposo, su única interacción en el día era dormir y nada más que dormir juntos en la misma cama, pero aparte de eso ni se tocaban, ni se hablaban y mucho menos se miraban. No podría estar más contenta con eso.Pero un día, Tristan llegó ebrio a la habitación.—Buenas noches, mi reina… —Kairi se sorprendió enormemente de que le hablara, pero no fue capaz de detectar el alcohol en su voz, por su tono pareciera completamente lucido, pero no lo estaba, y eso solo lo supo cuando se sentó en la cama y la tomó de la muñeca, volteándola y besándola furiosamente en la boca, permitiéndole saborear el claro sabor a licor.—¡¿Estás borracho?! —Lo empujó bruscamente.—¿Y qué si lo estoy? —Trató de besarla otra vez, apretando su muñeca recién recuperada de los hematomas, pero la ex princesa no iba a permitir que le hiciera esto otra vez.—¡Suéltame, bastardo, escoria! —Uso su mano libre para abofetearlo con fuerza. Él se quedó estático un momento, antes de arrojarla fuera de la cama haciendo que se estrellada contra el duro piso de piedra—. ¡Ah! —se quejó de dolor, pero pronto dejó de pensar en eso cuando lo sintió encima de ella, sus labios cepillando contra su cuello—. S-suéltame. —Trató de empujarlo, pero capturó sus manos.—Tú… me molestas, realmente me enfadas mucho. —Su tono estaba lleno de rabia contenida, su aliento caliente acarició su piel, erizándola de una manera para nada desagradable que prefería no descifrar—. Te dije que no soy un monstruo, no voy a obligarte... otra vez, m*****a muchacha irritante. Tú puedes decidir. Así que, ¿qué decides? ¿Me complaces esta noche… o te largas a donde no me molestes? —Ja, como si su respuesta no fuera obvia.—Preferiría morir antes de que vuelvas a tocarme —escupió con odio.—Buena respuesta. —Él pareció complacido, por alguna razón. Se separó de ella y se irguió de vuelta en sus dos pies, jalándola para que quedara de pie—. Entonces seguro que estarás encantada de alejarte de mí. —La tomó de la cintura y cubrió su boca con una mano mientras la sacaba de la habitación ignorando sus gritos y pataleos de disgusto en lo que también salían del palacio hacia los jardines, hacia el establo—. He oído que últimamente estás pasando mucho tiempo aquí, así que, ¿por qué no pasas la noche también? Estoy seguro de que te encantara. —Uso su llave maestra para abrir la puerta del establo y luego la empujo dentro, haciéndola caer sobre el heno—. Disfruta tu estadía de lujo, mi reina —comentó venenosamente antes de irse volviendo a cerrar la puerta con llave.—¡Oye, espera! ¡¿Qué crees que haces dejándome aquí?! —Se paró tambaleante debido a que se había raspado dolorosamente las rodillas al caer y caminó hacia la puerta empezando a golpearla con todas sus fuerzas—.¡Su alteza, déjeme ir! —Pudo oír sus pasos alejándose—. ¡Hallagher, libérame! ¡Hallagher! —No podía hacerle esto—. ¡Tristan! —gritó una última vez antes de dejarse caer al suelo cubriéndose el rostro con las manos, maldiciendo a todos los cielos por su suerte m*****a.—Buenas noches, mi reina —oyó hablar a Tristan ya muy lejos de allí.—Buenas noches, mi reina —oyó hablar a Tristan ya muy lejos de allí.Apretó los dientes y gritó de pura rabia.Odiaba a su esposo, y aparentemente él la odiaba, o al menos no le importaba en lo absoluto si es que la iba a dejar ahí en nada más que un fino y corto camisón para morir de frío. Maldito sea. Lo odiaba.La brisa sopló fuerte en el lugar, apenas siendo rezagada por las paredes de madera, y Kairi se abrazó desesperadamente a sí misma mientras ahora concentraba su mente en una manera de no morir de frío en vez de diversas formas de matar a su esposo. Había unos cuantos trapos sucios tirados por ahí, pero no serían suficientes. Corrió a abrazarse a uno de sus caballos favoritos mientras pensaba. Era una yegua de color marrón caramelo y grandes ojos oscuros que siempre la miraban con dulzura.—Lamento despertarte, Meri. —La acarició cuando relinchó suavemente. Su calidez le trajo un poco de alivio, pero seguía sin ser suficiente para pasar la noche. Una cosa que la hacía especi
—¡Tristan, maldito bastardo! —Golpeó y pateó la puerta del cuarto en el que la había encerrado—. ¡¿Ni siquiera puedes ser original en las maldades que me haces?! —gruñó—. ¡¿Y qué se supone que voy a comer?! ¡¿Quieres matarme de hambre o qué?!—No exageres, solo será hasta mañana, o hasta que Meredith se entere, cosa que es poco probable porque a estas horas se está embriagando. Hasta entonces, mi reina. —Oyó sus pasos alejarse.Maldito infeliz.Así que… nuevamente encerrada por ese monstruo que se hacía llamar rey ¿eh?Su gesto se contrajo en odio, pero finalmente solo lanzó un suspiro de resignación y fue a recostarse en la cama. Al menos esta vez no tenía miedo de morir congelada hasta la muerte.Trató de dormir, pero su mente siguió torturándola incansables veces con memorias de sus días felices con su familia y fantasías horribles de cómo sería su vida de ahora en adelante si es que finalmente no tenía el valor o la suerte para concretar su plan de huir para cuando ganaran la
Cuando despertó a la mañana siguiente, Meredith y Kenny ya tenían el desayuno listo para ella. El día lo pasó tranquilo con ellos y cuando anocheció tuvo miedo de que su esposo fuera a molestarla otra vez, pero afortunadamente no se apareció en todo el día, ni siquiera para encerrarla.Pudo dormir tranquila e ir al comedor a desayunar al otro día, aunque su sonrisa se borró al verlo allí comiendo tranquilamente. Se sentó en el otro extremo de la mesa y comió en silencio, mirándolo de reojo, aunque él ni una vez pareció fijarse en ella.Terminó su desayuno y se retiró directo a los establos para ayudar allí y tal vez montar a Meri, pero al llegar se encontró con sorpresa a todos arremolinados alrededor de su querida yegua, que estaba postrada y con un aspecto realmente malo.De inmediato corrió a su lado, absolutamente preocupada.Al verla le hicieron espacio y se arrodilló junto a ella, acariciando su hocico, a lo que Meri relinchó débilmente. Su boca estaba reseca y su respiració
Aquella fue una dura mañana para Kairi, pero aun así intentó fingir que todo estaba bien y siguió con sus actividades diarias normales, como la clase de cocina de su sirviente favorito. —Majestad, ¿está todo bien? —preguntó Kenny al notarla demasiado distraída mientras trataba de enseñarle como hacer pavo.—Kenny, ya te he dicho miles de veces que no me llames así —solo dijo sin siquiera mirarlo.—Pero el rey…—Al diablo con el rey. —Bufó—. Te ordenó como tu reina que ignores la orden del rey cuando no esté presente y me llames por mi nombre. —Finalmente lo miró con ojos fieros, dejando en claro que no iba a aceptar un no por respuesta.—Pero…—Sin peros —lo tajó de una—. Dejaré las lecciones de cocina por hoy. —Suspiró, dejando de lado los ingredientes—. Ya es tarde, voy a ir a dormir. —Se lavó las manos y empezó a salir de la cocina—. Buenas noches, Kenny.—Buenas noches, Kairi. —Al oír su tono berrinchudo se dio la vuelta sonriendo y agitó una mano hacia él soltando risas
Sus ojos se ampliaron enormemente y trató de apartarlo de inmediato, sorprendiéndose cuando en serio su empujón surtió efecto alejándolo de ella incluso siendo él mucho más fuerte. —¡¿Qué crees que estás haciendo?! —chilló limpiándose la boca—. ¡Y justo cuando pensé que tanto alcohol te volvía inofensivo! —Escupió al piso—. Debí saber que no tardarías en tratar de forzarme otra vez.—No estoy tratando de forzarte —dijo él, con calma—. Estoy tratando de compensarte… —murmuró lentamente, como si tuviera miedo a hacer algo incorrecto. —¿Disculpa? ¿Ya estás hablando incoherencias de nuevo? Este tipo era intratable en cualquier estado.—Compensaré el haberte traído tanto dolor en nuestra primera noche… —Su tono era muy suave, casi dulce—. No fue como debería haber sido… y aunque no puedo darte el amor que todas las mujeres desean, sé que puedo darte placer… —Su voz ronca regresó.—P-pervertido… yo n-no quiero que te acerques a mí… —Retrocedió asustada hasta que su espalda chocó co
Cayó hacia atrás sobre su espalda entre sus piernas en el colchón, sumamente agotada, haciendo esfuerzos por respirar.Lo sintió cernirse sobre ella y lo siguiente que sintió la devolvió a la realidad, porque él la besó, y esta reina odiaba que su rey la besara, porque sus besos eran fríos, sus besos eran amargos, sus besos, al igual que lo que acababa de pasar, no significaban nada.Las lágrimas se derramaron incontrolables y sollozó.No sería necesario esperar hasta mañana, se odiaba ahora mismo.En respuesta a su llanto, el idiota de alguna manera pensó que más besos aliviarían su dolor, pero solo lo empeoraron y de inmediato trató de quitarse al bastardo de encima, pero estaba demasiado cansada, así que solo pudo llorar más y más, la frustración sin ayudarla en lo más mínimo. No esperaba que el arrepentimiento fuera tan inmediato, menos después de sentirse tan bien, pero esos besos helados le recordaban a su boda, el peor día de su vida, el día que lamentaría hasta que murie
Embarazada. Esa era una palabra que a la mayoría de las mujeres se le hacía hermosa, y Kairi creía estar entre esa mayoría, pero cuando salió de la boca de la doctora del palacio, informándole que ese era el estado en el que se encontraba y el porqué de que últimamente sintiera tantas nauseas, se le antojó como una palabra aterradora. Una palabra que destrozó su mundo y sus esperanzas.Se acabó, ya no podría escapar de Tristan Hallagher, ahora tenía algo que la uniría a él por el resto de sus vidas creciendo en su interior. Al demonio con su plan, al demonio con huir, al demonio con olvidar…Escapó de la enfermería de la doctora y corrió al cuarto más cercano, que resultó ser una bodega de limpieza, y se acurrucó en un rincón, llorando y sollozando desconsoladamente, maldiciendo a la vida, maldiciéndose a ella, maldiciendo a Tristan, maldiciendo a ese be…Frenó sus pensamientos antes de completar una sentencia tan horrible.Las lágrimas siguieron deslizándose solo que ahora silenc
Una semana después de haberse enterado del embarazo, Kairi aún no encontraba el valor ni la forma de decirle a su esposo de su primogénito en camino, sobretodo porque ni siquiera se hablaban.Desde… aquellas dos noches de debilidad… ellos se evitaban el uno al otro lo más posible, solo se dedicaban miradas a la distancia, y eran miradas llenas de puro desprecio. Se odiaban, y se arrepentían de aquellas noches, ella lo sabía muy bien. Pero aquella noche tuvo más consecuencias que solo aumentar el odio entre los dos, tuvo una milagrosa y pequeñita consecuencia que ahora mismo crecía dentro de ella.Y sabía que no iba a poder ocultárselo a su marido por mucho tiempo.Muy nerviosa, decidió acudir a Kenny para pedir consejo sobre cómo podría informar al rey sobre su estado, pues su amigo cocinero era sin duda de las personas más precavidas que alguna vez haya conocido y, sinceramente, se moría por contarle del asunto a alguien que no fuera su dama, así que lo llevó a su habitación desig