Capítulo 02

"No me vas a comprender"

Elza.

¿Cómo quieren que sea tierna?

¿Cómo pueden pedir que los trate con respeto cuando se comportan como unos cerdos?.

¿Acaso alguien se ha puesto en mi lugar? ¿Han sufrido lo que yo?

No lo creo...

Por muy tonto que suene para mí es doloroso, ser engañada por tú prometido a meses de la boda y no con cualquier chica, sino, con su amigo de la oficina.

Con aquel que salía de fiestas y se quedaba a dormir en su casa por miedo a un accidente en alguna borrachera, aunque dicen que es estúpido y que debí superarlo hace mucho no es tan sencillo.

¡No lo es! ¡Si no lo sufren no sabrán que se siente así que no opinen en mi vida!

Golpeo la mesa en la que por desgracia me quede dormida y abro los ojos, quedando algo confundida cuando los cuatro hombres <<Elías, Jack, Carlos y John un residente de guardia>> quienes están sentados a una distancia prudente me ven como si tuviera una segunda cabeza brotando del cuello.

— ¿Qué?

El moreno, el castaño y el pelirrojo voltean en dirección a la pared, simulando que no me han visto o quizás que no existo, mientras el castaño con destellos rubios y ojos verdes frunce el ceño.

—Estabas hablando no séqué dormida. — Responde y los otros tres se giran a verlo sorprendidos.

—Ah, eso no es tu problema. — Escupo con repulsión, me levantó en busca de una buena taza de café caliente para mantenerme despierta mientras pasan las ocho horas restantes antes de irme a mi casa para descansar.

Por suerte la maquina está por terminar su trabajo, estoy por tomar el vaso lleno cuando una mano mucho más grande que la mía lo arrebata sin permiso. El posible cadáver del castaño de metro ochenta da un sorbo y frunce el ceño en una mueca de desagrado, yo sin mucho esfuerzo se lo quito brusca y lo bebo frente a él sin importar que me queme.

—Tiene mucha azúcar ¿no crees?— Elías es como un enorme sabueso que busca problemas con un gato, uno muy peligroso.

—No deberías ir a follarte a las enfermeras— mascullo y él ríe.

— ¿Celosa?— Le saco el aire con un puñetazo y de inmediato se hace a un lado. Muy bien chico, muy bien...

—No me atraen las personas como tú, en realidad —lo veo por sobre mi hombro reincorporándose —No me gusta ningún tipo de persona.

Escucho como Jack y Carlos conversan sobre pagarle una apuesta a John, de la cual estoy casi segura que trata de mi sexualidad, porque hace días que los escucho hablar sobre si me gustan los hombres o las mujeres y debido a que no caí ante las insinuaciones suicidas de Elías supongo que asumieron lo segundo.

—Elías — llamo su atención y este me mira confundido — ¿Cuánto apuestas a que uno de esos tres amanecerá respirando por mangueras si continúan hablando y apostando sobre mis gustos?

Como si fuera una especie de bactericida, los tres se levantaron de donde estaban y haciéndome a un lado en la puerta se fueron con cabezas gachas y temerosas.

—Bien hecho, ahora no hablaran de eso sino de cuantas personas habrás matado en toda tú trayectoria — Dice tomando una taza de café sin nada de azúcar.

— ¿No crees que deberías colocarle azúcar?— se recuesta en la pared blanca y me observa fijo.

—No me gustan las cosas dulces, además pensé que no hablabas con otros colegas a menos que fuera de vida o muerte. — Da un sorbo y me siento asqueada de tan solo imaginar el sabor que debe tener.

—Fuiste el único que me respondió, así que supongo tienes suficiente valor como para entablar una conversación conmigo. —Suspiro— Supongo que te mereces un poco de respeto

Dicho eso lo dejo con la boca abierta cuando me doy vuelta y camino por los pasillos, Amy (mi mejor amiga desde que tengo uso de razón) duerme sobre una silla en la recepción así que para no molestarla evito en lo posible no hacer ruido.

Es mayor y merece descansar.

¿Cómo la conocí?, fácil.

Es amiga de mi madre y tras pasar tantos años juntos en cursos de medicina y talleres también se volvió la mía. Sus hijos son unos amores a pesar de ser todos unos gigolós en la ciudad de dónde venimos, no me agrada decir que sé por qué Amanda pidió traslado a este hospital pues yo sé que fui la razón de ello.

Amy prometió cuidarme, y hasta ahora lo ha hecho muy bien.

— ¡Doctora Elza!— odio que me griten pero no puedo evitar detenerme para saber que sucede.

Es Belén, una chica que sufre de anorexia y lleva aquí al menos tres semanas. He intentado meterle en la cabeza que lo que digan los demás sobre su peso o físico debe de darle igual, porque por ello hoy está aquí siendo observada, ya que, su estómago rechaza la comida cuando es en altas cantidades.

Y con altas me refiero a lo que comúnmente las personas comen pero que por su trastorno ahora no puede ingerir.

— ¿Qué?— sé que mi forma de responder es un asco pero así se gasta menos tiempo en saber que sucede.

—Bueno quería informarle que ya pude comer una manzana completa y que el Doctor me va a dar la alta mañana, con algunas condiciones... —murmura haciendo un puchero y  golpeo su frente en un gesto amistoso.

—Eso es bueno mocosa, ahora trata en lo posible de ignorar los malos comentaros y tener una vida sana... No quiere volver a verte por aquí en mal estado a menos que quieras que te arroje por las escaleras y me ría de tu dolor.

Belén hace una mueca pero entiende que esta es mi manera de decirle que la quiero fuerte y saludable.

—Gracias, me ayudó mucho que estuvieras conmigo todo ese tiempo conversando... —sus ojos se llenan de lágrimas y de momento se me hablando un poco la roca que tengo en mi pecho —aparte de que no eras mi doctor y te robaba minutos que podías usar para descansar y...

Le tapó la boca cuando veo que Elías viene caminando con cara de pocos amigos en nuestra dirección. —Tienes mi número, me escribes —Susurro.

—Elza, déjala en paz. —Comenta el castaño empujando mi hombro con fuerza. —Lo menos que necesita es alguien que se burle de los demás.

—Como digas... —doy media vuelta y lo dejo ahí, con los gritos de Belén muy molesta.

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