| | |CAPÍTULO
| | .✧. TRES| .✦. Propuestas y dos hombresLa primera noche es tolerable.Aurora se aleja del dormitorio principal. «Auriel falleció en su cama», le dice Linsey durante el recorrido. Aurora prefiere desempolvar el sillón. El cuarto de invitados es descartado por ahora, era el taller de su abuelo, aunque tiene una cama individual y un armario arrinconados. Luego lo organiza. Después de todo, la casa es prestada. Quizás alguien la compre a fin de mes y los Corbet se vuelvan un recuerdo.¿Y si está cometiendo un error? ¿Es lo que su abuelo hubiera querido? ¿Por qué la enviaron a vivir tan lejos de su familia?Aurora sacude esas ideas. ¿Qué le pasa? No debe tener ningún apego especial por Rayrane Hills. Su mejor amiga le había dicho antes de tomar el tren: «Deshazte de esa casa en cuanto puedas, a ver si te sirve de algo, y luego te vas como si nada hubiera pasado. Sé ninja.»Exacto, debe aferrarse al plan. Falló en lo de ser ninja los primeros cinco minutos en el pueblo, pero todavía puede desaparecer sin rastros. Después de todo, ella se irá para siempre de la historia de Rayrane Hills.Aurora se derrumba en el sillón, palmea la almohada y se cubre hasta la barbilla con una manta. No aguanta mucho, la inacción. Consigue su teléfono de la mesita ratonera, buscando entre sus contactos el número de su amiga Daisy. Pero, lo que faltaba, ¡la cobertura es horrible!—No, no, no —se queja, decepcionada.Ahora, las videollamadas no son una opción. Se conformará con los mensajes.A: | | daisy?? estás allí?? | |D: | | aún viva; a ver, del uno al diez, qué tan patético es? duermes en un saco de estiércol? hahaha | |A: | | pues no, el pueblo es lindo, el bosque es hermoso, te gustaría el paisaje | |D: | | gustarme???? qué asco, no | |A: | | ni siquiera lo has visto, puede ser interesante | |D: | | ya vas de tonta a encariñarte -_- | |A: | | bueno, lo siento '•_• | |Se le viene a la mente el sermón de Linsey y hace una mueca. «Te disculpas demasiado». Daisy responde rápido, sacándola de sus cavilaciones.D: | | ningún tonto ha mencionado por qué tu familia te desechó como basura? | |A: | | eh, no | |D: | | y qué carajos esperas | |A: | | es que estaban muy ocupados viendo que casi me pisa un carro haha | |Pasa un largo minuto antes de que Daisy conteste.D: | | por qué siempre eres tan bruta, aurora???? lo único que debías hacer era averiguar qué m****a tenían contra las mujeres de tu familia, ni para eso sirves | |Se encoge debajo de la manta, porque no tiene que ver a Daisy, puede imaginar su grito exasperado.Aurora, pese a la vergüenza, considera contarle acerca de Lucian Blacklane; no obstante, se siente incorrecto. Lucian fue una coincidencia, y Daisy, mortalmente indolente, tiene talento para romper ilusiones. Por el momento bloquea el teléfono y se permite fantasear, con ojos plateados, sonrisa seductora y labios tentadores.¿Qué hubiera pasado, si le hubiera dicho que sí?¿La habría llevado a su mansión, la que se oculta en el Bosque Rojo?¿Sería menos... miserable?La casa está en silencio y en penumbras, entretanto, los fantasmas de Los Corbet danzan a su alrededor, burlándose de la soledad que siempre la ha abrazado desde niña.Afuera, Rayrane Hills no es menos tranquilo, ni menos cruel.Aurora duerme pensando en las sonrisas de sus padres, una imagen borrosa y lejana de algo que la vida le había robado.| | || | .✧.| .✦.Se quema con una salpicadura de aceite caliente, cuando alguien toca la puerta.—Voy. Un momento —se apresura, envolviendo un paño en su mano.Abre la puerta, esperando ver a Linsey. El hombre que se para en el umbral, no es nada como la señora Greslet; vistiendo un traje beige de chaleco, perfecto para esta época del verano. Ojos verdes, cabello castaño y tez pálida.—Buenos días, señorita. —El joven desconocido hace una pequeña reverencia. Por lo que se ve, no deber mayor de veinticinco años—. Un placer, soy Edgar Atherton, el alcalde de Rayrane Hills.Otra manera extraordinaria de ser ninja, tal vez, es abrirle la puerta a la autoridad del pueblo, usando camiseta y pantalones de gran tamaño, mientras tiene la mano vendada con un paño de cocina. Sin mencionar su pelo; una maraña de rizos atados en una coleta baja.—Sé que es temprano, pero me enteré de que alguien ocupa el #8 de Whitewood Lane cuando ya la propiedad está en venta. Por supuesto, no esperaba ver a una dama tan hermosa ocupando la casa del viejo Corbet. Aunque, me parece que eras su pariente. Te ves como una Corbet. ¿Cuál es tu nombre?—¿Aurora?—Aurora, enhorabuena, bienvenida a Rayrane Hills —dice y le besa la mano. ¿Cuándo le agarró la mano?Edgar Atherton, aunque es más alto que ella, no tiene la estatura promedio de un hombre. Aurora no sabe qué hacer consiga misma mientras él se para frente a ella, más adentro de la casa, que afuera en la calle.—Me alegra saber que los Corbet no quedaron... —él se ríe—... bueno, como verás, eres la última de tu familia.Aurora sonríe tímida, porque es lo mejor que se lo ocurre en esta situación.—Veo que no hay nada de qué preocuparse. —Edgar, que no la ha soltado, se inclina mirándola a los ojos—. Cualquier hombre mataría por continuar tu linaje.Sea cual sea la implicación adyacente a su testimonio, a Aurora le provoca una sensación visceral, que ni es cómoda, ni conciliadora.—Me gustaría invitarte a una fiesta en mi casa, mañana por la noche. Como nuestra invitada, mereces la más cálida bienvenida a Rayrane Hills.El pánico primitivo se arrastra por las entrañas de Aurora. No soporta las fiestas. Recuerda a Daisy robándole su porción de pastel, obligándola a romper el toque de queda, coqueteando con los papás de sus amigas... La tía siempre enojada, golpeándola por desobedecer sus reglas, y Daisy sin un rasguño.—Me gustaría ir, pero...—Entonces, debes asistir. Lo disfrutarás.No está segura de eso.—Además, podremos discutir en mi despacho acerca de la venta de la casa. Por ahora, tenemos un comprador y, si lo convencemos, el trato se cerrará para fin de mes.La propuesta despierta el interés de Aurora. Es exactamente lo que está buscando, para salir de Rayrane Hills cuanto antes, y no volver jamás.—Lo pensaré —responde ella, liberándose del agarre de Edgar Atherton, sin ser muy grosera—. Obtendré la dirección y allí estaré si decido ir.—¡Brillante idea! —Pues, esta vez, Edgar le besa la mejilla, y Aurora teme verse más roja que una manzana en ese preciso instante—. Contaré las horas para volver a verte, Aurora.Lo único que cuenta Aurora son los latidos acelerados de su corazón, cuando cierra la puerta y se pega a esta.¿Por qué no puede volverse invisible de una buena vez?| | || | .✧.| .✦.—Por ahora, coloca estos en el stand de afuera.Aurora mira la bandeja con muffins de chocolate y luego a la mujer.—¿No se los van robar?Las carcajadas de Linsey son tan lindas como el enterizo azul y el delantal rosa de margaritas que usa. Aurora se ve completamente diferente, con un vestido veraniego amarillo. Linsey le había guiñado el ojo cuando la vio, diciéndole que seguro atraería la atención del soltero más guapo del pueblo. Específicamente, del alcalde, Edgar Atherton.Aurora todavía no le ha contado sobre la visita de la mañana y la invitación a su casa. Le preocupa cómo va a reaccionar. Algo en la actitud de alcalde Atherton la pone indecisa.—¿Dónde crees que estás, muchacha? ¿En el viejo oeste? —se burla Linsey—. Aquí nadie se roba nada. La única que puede robar algo eres tú.Aurora sonríe.—Anda —insiste Linsey—, y no te comas ninguno. Esos son especiales.El exterior de la tienda es modesta. Tiene dos juegos de mesa redondas, de cuatro sillas cada uno. Los manteles lavanda combinan con la fachada del local y el letrero ovalado con grandes letras cursivas que dice "Cake a Diem". Linsey está orgullosa de sus orquídeas blancas, sembradas en jarrones verdes, alineados a la pared.Todas las mañanas, Linsey saca un stand con rueditas, donde exhibe sus mejores creaciones. Todo lo que Aurora tiene que hacer, es organizarlos en las repisas. No debe ser una tarea imposible.Su cuerpo se paraliza al sentir un roce cálido en su oreja y un susurro que dice:—Lindo vestido.El chillido de Aurora, la verdad, es más por la bandeja que se le resbala que por la persona que le habla.¡Linsey la va a matar!Aurora desea tener poderes sobrenaturales para salvar los preciados muffins de Linsey. Tal vez, si los muffins volaran, se salvarían solos, y podrían burlarse de su torpeza. La bandeja que debería caer al piso, sin embargo, es atrapada a medio camino por la mano de Lucian Blacklane, quien la mira desde abajo, sonriendo descaradamente.—Te atrapé —ronronea él.Aurora abre los ojos, bien grandes, comprobando que es real, el hombre arrodillado frente a ella, tan alto que, fácilmente, puede llegarle al pecho en esa posición.¿Cómo es que la encontró? ¿Y qué hace aquí?| | |CAPÍTULO| | .✧. CUATRO| .✦. Un encuentro oportunoLa bandeja de muffins no podría estar mejor en la mano grande de Lucian. Aurora, quizás, envidia semejante privilegio.—Es un placer encontrarte, Aurora.Debería ser un crimen la manera en que dice su nombre, cómo se oye, cómo se siente.—Eres tú, de nuevo.—¿Salvándote? —Él ríe y, al sacudir la cabeza, los rayos del sol reflejan el rojo oscuro de su cabello—. Podría acostumbrarme.Un rubor estalla desde el cuello hasta el pecho de Aurora. La conversación con Linsey pasa por su mente; fragmentos aleatorios.«... son de la realeza...»«... demasiado ricos...»«... no viven aquí...»Inhala una, dos, tres veces.—¿En qué se beneficia un hombre como tú, ayudando a una...?Una pobre.Una ordinaria.Una plebeya.—A una turista como yo —escoge decir Aurora.Lucian alza una ceja. Hay un brillo de inteligencia en su rostro, como si lo sabe todo, y ella no sabe absolutamente nada.—Soy generoso —responde él.La sonrisa encantadora en su r
| | |CAPÍTULO| | .✧. CINCO| .✦. La presa para el depredadorLucian la espera, y hay una sonrisa... diferente en su rostro.Cuando se acerca, él señala la silla a su lado.—No debería —susurra ella.—Es una invitación. Siéntate.Aurora obedece, mirando el cupcake a medio comer en su mano izquierda, girando y girando perezosamente entre sus dedos largos.—¿Te gustó? —no puede evitar preguntarle.—¿Quieres que te lo muestre?Aurora no tiene tiempo de adivinar a qué se refiere, porque Lucian muerde un costado del cupcake, tomando bastante crema en su boca. La paciencia y la deliberación de sus movimientos no deberían verse como algo más allá del placer de comer. Desafortunadamente, Aurora no puede ignorar la manera en que la boca de Lucian se amolda y se aferra a un simple manjar.Aurora siente que el mundo se inclina cuando Lucian limpia la crema de sus labios con, no una, sino varias pasadas de su lengua.—Lo sospeché —murmura él con los ojos cerrados—. Una delicia.Cuando vuelve a mi
| | |CAPÍTULO| | .✧. SEIS| .✦. Un regalo inesperadoAurora se derrumba en el piso y se queja.¡No tiene un vestido!En su pequeña maleta hay sudaderas, oberoles, vestidos estampados no diseñados para fiestas. Revisa una, dos, tres veces. El resultado es el mismo: está jodida. Se entierra en el sillón con un puchero decepcionado. Ya es de noche y las calles están desiertas. En ese momento, solo se puede regañar a sí misma.Daisy amaría burlarse de su desgracia.—¿Y tú qué, muchacha? ¿Por qué traes esa cara de llanto? —le pregunta Linsey a la mañana siguiente, después de atender los primeros clientes habituales.La mayoría de los clientes la mira de reojo, sin decir nada. Seguramente saben que es una Corbet.—Asistirás a la fiesta del alcalde, ¿cierto?—Quién no lo haría. Espera, ¿vas a ir?Aurora frunce el ceño.—¿Cómo sabes que me invitaron?Las cejas de Linsey bailan, traviesa. Es curioso que una brecha de generación las separa a las dos y, a pesar de eso, a Linsey no le avergüenc
| | |CAPÍTULO| | .✧. SIETE| .✦. ¿Sugar Daddy?Los complementos que le trae Ryland son unos tacones de aguja y un abrigo, ambos de color negro. Además, le entrega una gargantilla y unos aretes de diamante.Aurora no puede evitar compararse con una de esas Sugar Baby de las que Daisy habla en la universidad.Linsey no obtiene un Lamborghini para ayudarla con los regalos, pero se ofrece a acompañarla hasta la casa, echarle una mano con el cabello y el maquillaje si lo necesita. Aurora rechaza la última oferta, pero se lo agradece.La chica conductora, Ryland, las espera en la calle, después de cerrar la tienda mucho antes de la hora habitual (según Linsey, cuando el alcalde hace fiesta, la gente anda engalanada desde temprano).—El amo me ordenó que te lleve a casa, Aurora —dice la chica, abriéndole la puerta trasera del auto negro.Oh, Dios mío.—Eh, yo...Ryland se queja, sosteniendo la puerta.—Por favor, entra al auto... ¿Sí? —Sus grandes ojos le suplican—. No quiero tener problema
| | |CAPÍTULO| | .✧. OCHO| .✦. Buscando una princesaLucian la lleva al auto, haciendo todo lo que hace un caballero que solo encuentras en las novelas románticas. Ryland, la chica revoltosa, se asoma desde el asiento del conductor.—¡Aurora! —La chica suelta una risita traviesa detrás su mano enguantada—. Te ves... como para comer.—Ryland —advierte Lucian con una ceja alzada.La chica regresa al volante sin perder el ánimo.—Ay, perdón, amo Lucian.Aurora retuerce los dedos en su regazo mientras Ryland arranca el auto. Se siente pequeña. Se siente fuera de lugar. Se siente...Casi se le escapa un jadeo cuando la mano grande de Lucian detiene sus movimientos nerviosos con un agarre fuerte. Él presiona el pulgar en el punto de pulso de su muñeca frágil, y ella traga saliva, confundida por la descarga de placer que recorre su espalda.Con los labios abiertos, Aurora admira las venas marcadas de su mano, la facilidad con la que podría apretar y hacerle daño.—No sabía que vivías en la
| | |CAPÍTULO| | .✧. NUEVE| .✦. Los hermanos AthertonHay una suave melodía llamándola...Aurora flota, fluye y gravita hacia él. La mano de Lucian se acerca a su espalda desnuda, rozando las delicadas cadenas con toques tentativos. Aurora contiene el aliento, electrificada en cada punto de contacto. Duele, el toque fantasma de los dedos de Lucian, porque su piel exige más.—¡Ahí está, la preciosa Aurora Corbet!La magia desaparece gracias al estridente llamado de Edgar Atherton.De repente, la mano de Lucian se aprieta, tirando amenazadoramente de las cadenas. Aurora se traga un chillido, medio asombrada medio preocupada. No oye que le rompe el vestido, pero la fuerza que tiene es impresionante.¡¿Cómo es tan fuerte?!—Bienvenida. —Atherton se acerca sonriente, resaltando en la multitud con un smoking azul celeste—. Me alegra ver que aceptaste la invitación.Aurora intenta contestar, y lo consigue en el segundo intento.—Alcalde.Cuando Atherton ya está allí, Lucian, por primera ve
| | |CAPÍTULO| | .✧. DIEZ| .✦. El Príncipe Blacklane—Ya te estabas tardando mucho.Aurora mira disimuladamente detrás de Oscar Atherton. Con un nudo en el estómago, se da cuenta de que la puerta del salón está más lejos de lo que recuerda.—Lo siento, no sabía que usa el baño de damas —comenta cautelosa.Sus palabras ensanchan la sonrisa sardónica del hombre.—Bonita e ingeniosa. ¿Qué más sorpresas ocultas?Aurora se aparta poco a poco del alcance de Oscar Atherton. El pasillo es lo suficientemente amplio para que pueda escabullirse por un extremo.—Ninguna que le interese —replica ella—. Con permiso.El hombre persigue sus pasos, sin embargo, obligándola a retroceder en dirección contraria.—¿A dónde vas con tanta prisa?Vuelve a mirar detrás de él. Luego mira detrás de ella, agarrándose la falda antes de que la pise con los tacones y se tropiece, por caminar de espaldas. Hay unas puertas dobles de cristal, abiertas. La está guiando hacia allí, no cabe duda.Cada vez más tensa y a
| | |CAPÍTULO| | .✧. ONCE| .✦. La pequeña oveja en el mataderoEl mundo da vueltas alrededor de Aurora. Ella permanece en el suelo, acurrucada y congelada, frente a la escena de un crimen.El cuerpo de Oscar Atherton se desploma como un saco de patatas cuando la mano del príncipe deja de sostenerlo en el aire. Sin embargo, Aurora es incapaz de concentrarse en algo que no sea el rostro de Lucian Blacklane; la boca cubierta de sangre brillante, los ojos de plata mirándola directamente, los colmillos que se vuelven a esconder.—Aurora.Cuando él murmura su nombre, el hechizo estalla.—Tú… Acabas de… Él está… No se mueve. ¿Por qué? —susurra, teniendo dificultades para apuntar el cuerpo inerte de Oscar Atherton, con el brazo torcido en un ángulo antinatural y la garganta rebanada de lado a lado. La imagen grotesca entra por sus ojos, pero no llega a su mente. Una parte de ella sabe que debería estar gritando o derramando el champagne caliente en su estómago en este preciso instante.—¿Qu