Una leve sospecha

Clyde dejó a Sandra en una silla de la biblioteca aparentemente sin esfuerzo alguno.

—¡Caray! —la expresión de sorpresa salió espontáneamente de la boca de la chica— Parece que trabajas mucho en el gimnasio, ¿eh?

—No mucho —mintió descaradamente Clyde, porque él nunca iba al gimnasio. Adam miró hacia otro lado para no delatar su mirada— Pero me mantengo en forma.

—Ya veo —dijo Megan mirándolo curiosa— Igual gracias, Clyde —ahora sí suavizó un poco las facciones porque se dio cuenta de que tenía la mandíbula apretada y el rostro tenso.

—No hay por qué —le contestó Clyde.

—Por supuesto que no —remachó Adam— Somos unos caballeros.

El acento escocvés de ambos muchachos había casi desaparecido, no en balde este era ya el segundo año que estaban en el país y ambos habían procurado hablar más como canadienses para que no los miraran de manera extraña.

—Gracias, chicos. De veras —dijo Sandra.

—Tranquila —repitió Clyde— Cuando terminen de estudiar nos avisan para llevarte a la enfermería.

—Est
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