Las ganas de salir corriendo de Alastahir se hacían más grandes conforme el sacerdote hablaba, ¿Por qué estaban haciendo tan extensa esa ceremonia? ¿No podían acabar con eso de una buena vez? ¿Por qué accedió a una boda real británica y no a una escocesa? ¿Acaso su madre lo hizo como castigo? Sus pensamientos captaban toda su atención, ni siquiera estaba prestando atención a lo que pasa a su alrededor. Zoe por su parte no podía eliminar la enorme sonrisa de sus labios, fue su sueño siempre tener una boda de ese tipo, el padre hablando de más, los invitados aburridos, pero ella realmente feliz con el hombre que le había gustado desde que era una niña. Los gemelos se estaban volviendo locos por estar sentados tanto tiempo quietos en un solo lugar, el no poder levantarse para hacer de las suyas porque su abuela se lo negaba, los molestaba muchísimo. ―¿No le da un poco de sed por hablar tanto? ―Preguntó Khalil al sacerdote, las risas contenidas cambiaron el humor de todos en la iglesia
Freya sonrió mientras deleita su vista, el hombre enorme sentado frente a ella, de cabello castaño, ojos azules intensos, nariz perfilada y labios medianamente gruesos, la hizo morderse el labio. ¿Cómo era posible que ella se casara con un hombre tan apuesto como ese? Ni siquiera la diferencia de edad le importa, él es todo lo que desea y ama. Alastahir al sentir la mirada de su mujer, alzó la vista del periódico y la pilló, Freya inmediatamente se sonrojó y desvió la mirada para no tener que soportar la de su marido. ¿Por qué tiene que mirarla con tanta intensidad? Si bien para ella su intimidación no es nada, sí la prende que la mire de esa manera tan temeraria. Han pasado tres semanas y su marido todavía no le dirige la palabra, no la ha tocado ni pretende arreglar las cosas, por lo que cuando la mira ella se siente extrañamente emocionada. ―¿Has visto? ―Connor miró a su hermano. ―Es como si papá fuera el león y mami la indefensa gacela. ―Khalil frunció el ceño. ―Siempre es lo
Alastahir fue el primero en darle la mano, sin duda está muy agradecido con el hombre y no se había dado el tiempo para agradecerle en persona. —Hombre, no sé para qué estás aquí.—Lo invitó a sentarse. —Pero me veo en la posición de agradecerte lo que hiciste por mi esposa. —Blane negó con una sonrisa en los labios. —Yo solo le di hospedaje y comida, lo demás lo hizo ella. —Miró a Freya con orgullo. —Además, no tienes que agradecer nada, no olvides lo que tú hiciste por mí. —Se puso serio. —Por acabar con esas mujeres, tú has pasado por un infierno, considero que todavía estoy en deuda con ustedes. —Respiró hondo. —¿Qué haces en Edimburgo? ¿No tenías que estar llevando mi empresa? —Freya enarcó una ceja. —Justo por eso estoy aquí. —Resopló. —Freya, las cosas no están yendo bien. —Alastahir se asombró. —¿A qué te refieres? Esa empresa sigue estando en las primeras posiciones en la lista de las empresas más exitosas. —Blane asintió, él tiene toda la razón.—Pero quizás pierda la po
Dos semanas pasaron y finalmente el ruso se había establecido en Edimburgo, la sociedad iniciaba y con ello el trabajo mano a mano.Alastahir no estaba muy convencido de aquello, después de todo a él no le gusta que lo estén estudiando o analizando su manera de hacer las cosas, pero ver a su mujer emocionada por trabajar y conseguir ese contrato, lo apacigua.Freya miró a su hombre con una sonrisa, ha pasado gran parte de la mañana probándose ropa para estar perfecta y que a su ogro malhumorado no le dé un infarto.—¡Cielo! —Protestó al ver cómo la desnuda nuevamente. —¡Fuiste tú quien me acompañó a comprar y me ayudó a elegir la ropa! ¿Cómo es que ahora nada te gusta? —Alastahir gruñó como respuesta. —Amor, estarás en el mismo edificio que yo y conociéndote, sé que para el medio día todos sabrán que soy tu esposa.—No me interesa, no me gusta como te queda. —Endureció el gesto. —Tus pechos, vientre y caderas han crecido más. —Gruñó nuevamente, pero esta vez por la lujuria que despier
La conversación se tornó tensa, a Alastahir le desagradó la realidad, que esos desgraciad0s no pagaran los impuestos, le da demasiado asco. ¿De qué vale un empresario si forjan su fortuna a base de estafas y pasarse lo legal por alto? ―Esa es la única posibilidad que tenemos. Resopló. ―Debería de dejar de pensar en que su esposa se sentirá ofendida por recibir su ayuda. ―Le mostró la cantidad a pagar. ―Ella no se podrá permitir pagar algo así, además, ir a juicio sería contraproducente, los ejecutivos de su propia empresa no la aceptan, los clientes prefieren no renovar ni iniciar contratos con ella y los socios que pueden ayudarla prefieren no trabajar con ella. Un juicio solamente agravaría la situación. ―Alastahir miró un punto fijo, maquinando que es lo que puede hacer. ―Si la ayudo sin que ella se dé cuenta, se puede sentir traicionada, si le digo lo que está pasando se puede deprimir y considerar que es mejor dejar eso que tanto le costó recuperar. ―Cerró los ojos y bufó con f
Alastahir miró a su mujer con una sonrisa en sus labios, recordar como se ganó a las personas sin importar que expusiera su vida privada, lo llena de un orgullo tremendo. Su esposa fue capaz de dar una conferencia en televisión abierta y darles frente a todos los periodistas que deseaban acorralarla para que todo saliera mal. Freya sintió su mirada y giró con el sostén a medio poner, últimamente su esposo sonríe tontamente más veces de las que le gusta. No comprende por qué ha estado de tan buen humor el último mes. ―¿Qué te sucede? ―Frunció el ceño. ―¿Por qué me miras y sonríes de esa manera? ¿La falta de sexo te hace daño? ―Alastahir dejó de sonreír en el acto, tanto trabajo les limita el tiempo y han dejado de tener sexo. ―Digamos que eso me cabre4. ―Gruñó poniéndose en pie. ―No es justo que siempre estés cansada. ―Freya alzó las cejas. ―¿Quién es el que se duerme antes de que podamos hacer algo? ―Tú también te has dormido, Freya. ―Endureció el gesto. ―¡Ayer te dormiste mientr
―Sabes que siempre te recibiré. ―Alastahir se puso en pie para acercarse a ella. ―Vamos, siéntate en mi sofá, acompáñanos. ―Sonia se puso en pie de inmediato. ―Yo almorzaré en la cafetería, señor. ―Sonrió un poco incómoda. ―Los dejaré solos. ―Con torpeza tomó su bolso y salió del lugar, a Alastahir se le hizo demasiado extraña su reacción, pero al recordar como su esposa la atacó días atrás, solamente suspiró. Su mujer fue injusta. ―¿Por qué no llamaste para decirme que venías? Yo podría… ―¿Acaso tengo que anunciarme antes de venir a verte? ―Lo cortó realmente molesta. ―¿Tan mal te ha caído mi interrupción, Alastahir? ―La impresión no hacía más que incrementar en él. ―Lo digo porque pude haberte buscado, Freya, ¿Qué está pasando contigo? ―La miró descolocado. ―Últimamente, no haces más que atacarme de todas las maneras, ¿Acaso trabajar te está alejando de mí? ―Freya se puso roja del coraje. ―¡Lo único que pasa aquí es esa cercanía que tienes con esa mujer! ―¿Acaso no la tienes t
¿Cuántas veces habían pasado por momentos difíciles? ¿Cuántos no intentaron separarlos? ¿Cuántas pruebas habían superado? Freya no podía con una prueba más, su esposo se está alejando de ella cada vez más y no soporta la brecha que se está abriendo entre ellos. Largas horas de trabajo, misterios a la hora de recibir llamadas y discusiones por casi todo. Habían pasado dos semanas desde que iniciaron a perder el curso y está molesta por ese hecho. Ella intenta comprender las cosas y simplemente no puede hacerlo. ―¿No crees que deberías desayunar con nosotros, tu familia? ¡Ayer no llegaste a cenar, Ivor! ―Alastahir suspiró, le fastidia ver a su mujer sufrir, pero no puede hacer más, las cosas así son. ―No quiero discutir contigo. ―Gruñó con seriedad. ―Así que, por el bien de mis hijas, déjame en paz y deja de alterarte como una loca. ―La bofetada le ardió la mejilla. ―¿Por qué de pronto me hablas así? ¿Por qué has cambiado tanto en estas dos semanas? ¿Para esto querías que dejara de t