La conversación se tornó tensa, a Alastahir le desagradó la realidad, que esos desgraciad0s no pagaran los impuestos, le da demasiado asco. ¿De qué vale un empresario si forjan su fortuna a base de estafas y pasarse lo legal por alto? ―Esa es la única posibilidad que tenemos. Resopló. ―Debería de dejar de pensar en que su esposa se sentirá ofendida por recibir su ayuda. ―Le mostró la cantidad a pagar. ―Ella no se podrá permitir pagar algo así, además, ir a juicio sería contraproducente, los ejecutivos de su propia empresa no la aceptan, los clientes prefieren no renovar ni iniciar contratos con ella y los socios que pueden ayudarla prefieren no trabajar con ella. Un juicio solamente agravaría la situación. ―Alastahir miró un punto fijo, maquinando que es lo que puede hacer. ―Si la ayudo sin que ella se dé cuenta, se puede sentir traicionada, si le digo lo que está pasando se puede deprimir y considerar que es mejor dejar eso que tanto le costó recuperar. ―Cerró los ojos y bufó con f
Alastahir miró a su mujer con una sonrisa en sus labios, recordar como se ganó a las personas sin importar que expusiera su vida privada, lo llena de un orgullo tremendo. Su esposa fue capaz de dar una conferencia en televisión abierta y darles frente a todos los periodistas que deseaban acorralarla para que todo saliera mal. Freya sintió su mirada y giró con el sostén a medio poner, últimamente su esposo sonríe tontamente más veces de las que le gusta. No comprende por qué ha estado de tan buen humor el último mes. ―¿Qué te sucede? ―Frunció el ceño. ―¿Por qué me miras y sonríes de esa manera? ¿La falta de sexo te hace daño? ―Alastahir dejó de sonreír en el acto, tanto trabajo les limita el tiempo y han dejado de tener sexo. ―Digamos que eso me cabre4. ―Gruñó poniéndose en pie. ―No es justo que siempre estés cansada. ―Freya alzó las cejas. ―¿Quién es el que se duerme antes de que podamos hacer algo? ―Tú también te has dormido, Freya. ―Endureció el gesto. ―¡Ayer te dormiste mientr
―Sabes que siempre te recibiré. ―Alastahir se puso en pie para acercarse a ella. ―Vamos, siéntate en mi sofá, acompáñanos. ―Sonia se puso en pie de inmediato. ―Yo almorzaré en la cafetería, señor. ―Sonrió un poco incómoda. ―Los dejaré solos. ―Con torpeza tomó su bolso y salió del lugar, a Alastahir se le hizo demasiado extraña su reacción, pero al recordar como su esposa la atacó días atrás, solamente suspiró. Su mujer fue injusta. ―¿Por qué no llamaste para decirme que venías? Yo podría… ―¿Acaso tengo que anunciarme antes de venir a verte? ―Lo cortó realmente molesta. ―¿Tan mal te ha caído mi interrupción, Alastahir? ―La impresión no hacía más que incrementar en él. ―Lo digo porque pude haberte buscado, Freya, ¿Qué está pasando contigo? ―La miró descolocado. ―Últimamente, no haces más que atacarme de todas las maneras, ¿Acaso trabajar te está alejando de mí? ―Freya se puso roja del coraje. ―¡Lo único que pasa aquí es esa cercanía que tienes con esa mujer! ―¿Acaso no la tienes t
¿Cuántas veces habían pasado por momentos difíciles? ¿Cuántos no intentaron separarlos? ¿Cuántas pruebas habían superado? Freya no podía con una prueba más, su esposo se está alejando de ella cada vez más y no soporta la brecha que se está abriendo entre ellos. Largas horas de trabajo, misterios a la hora de recibir llamadas y discusiones por casi todo. Habían pasado dos semanas desde que iniciaron a perder el curso y está molesta por ese hecho. Ella intenta comprender las cosas y simplemente no puede hacerlo. ―¿No crees que deberías desayunar con nosotros, tu familia? ¡Ayer no llegaste a cenar, Ivor! ―Alastahir suspiró, le fastidia ver a su mujer sufrir, pero no puede hacer más, las cosas así son. ―No quiero discutir contigo. ―Gruñó con seriedad. ―Así que, por el bien de mis hijas, déjame en paz y deja de alterarte como una loca. ―La bofetada le ardió la mejilla. ―¿Por qué de pronto me hablas así? ¿Por qué has cambiado tanto en estas dos semanas? ¿Para esto querías que dejara de t
―¿Por qué haces esto? ―Freya le sostuvo la mano para que no tirara más de su cabello. ―¿Por qué llegar hasta este punto por un hombre? ―La miró a los ojos. ―¿Crees que esto es solo por Alastahir? ―Sonia sonrió burlona. ―Esto va más allá de solamente quitarte a tu marido, zorr4. ―La obligó a ponerse a su altura. ―Te metiste con la persona que no debiste y lo pagarás caro. ―¿De qué hablas? ―Freya ya agitada, se mostró fuerte. ―Ni siquiera te conozco y aquí han sido los demás que se han metido conmigo. ―¿Recuerdas a Ginebra? ―Freya dejó de respirar en el acto. ―Es mi hermana mayor y gracias a ti el hombre que hoy está a tu lado la metió a una cárcel y se olvidó totalmente de ella. ―La aventó tan fuerte que la hizo caer. ―Pero como yo soy… ―Fingió estar buscando la palabra correcta y tras sonreír como una psicópata, se encogió de hombros. ―¿Benevolente? ¿Es eso lo que dice tu marido antes de destruir a sus enemigos? ―Tu hermana se buscó ese destino, ¡Acabó con la vida de su propio hijo
Felicidad plena es lo que siente Freya. Ella lo tiene todo en la vida y esta vez no se refiere a las cosas materiales, ella tiene una familia invaluable que la ama, protege y apoya sin cuestionamiento. Es la mujer más dichosa de la vida y lo que inició como una tragedia llena de dolor y pena, ahora no es más que placer, risas y satisfacción. Sus hijos más inteligentes y posesivos que nunca, su suegra recuperándose y demostrando que se puede cambiar, la madre que la vida le dio dándolo todo por ella y un esposo espectacularmente malhumorado y sexo. ―Si sigues mirándome de esa manera, no te quejes después. ―Freya agrandó la sonrisa, juraba que estaba profundamente dormido. ―Sabes que no puedo aguantarte, no cuando estoy a punto de estallar por lo gorda que estoy. ―Alastahir abrió los ojos y miró por debajo de las sábanas, el vientre de su bebé es realmente grande y la piel pareciera que se le va a rasgar. ―Ya falta poco. ―Besó sus labios. ―Nuestras hijas nacerán y entonces yo me voy
Veintiséis años, conde en Escocia y príncipe en Inglaterra, cabello castaño, ojos de distintos colores; uno azul y el otro verde, belleza cautivadora, cuerpo bien trabajado y un temperamento que absolutamente nadie soportar. Hermano mayor de cinco, solo por nacer diez minutos antes de su gemelo idéntico, madre amorosa y padre extremadamente jodid0. Es el más centrado de todos sus hermanos y por ello su responsabilidad es llevarlos por el buen camino, aunque con su gemelo ya perdió la guerra. Es el digno hijo de Alastahir Archibald y por ello no se puede culpar de cómo es y trata a los demás. Para él el trabajo lo es todo, su vida está organizada a la perfección y el éxito inició desde muy temprana edad. No pierde el tiempo con compromisos que no le aportan nada, las personas suelen darle igual y por supuesto se siente demasiado joven como para tener pareja, por eso y al contrario de su gemelo, jamás ha tenido una novia y sigue siendo virgen. Él solo quiere una cosa del mundo, tener
Nervios, eso sintió Rowena al llegar a la prestigiosa empresa para la que trabajará como asistente. No es el trabajo de sus sueños, pero cambiará muchas cosas para bien, finalmente tendrá para vivir un poco cómoda sin necesidad de soportar a hombres ebrios que le ofrecen dinero para que se acueste con ellos. No sabe lo que pasó para que le dieran un puesto tan bien pagado como ese, ella aspiraba a ser la de la limpieza y nada más, pero no se queja. La sonrisa no le cabía en el rostro, ¿Ella trabajando para el CEO? Eso era de locos, si bien se graduó de la universidad, fue como diseñadora de modas. ―Oh, Rowena. ―Ivor la abrazó. ―Veo que, sí te dieron el puesto, felicidades. ―La chica lo miró descolocada. ―¿Qué? ―Preguntó en un susurro. —¿Como sabes que tengo un puesto? —Ivor sonrió.―¿Por qué estás aquí? —Respondió con una pregunta. —Ademas yo te elegí personalmente. Esta empresa también le pertenece a mi familia, ¿No lo sabías? ―Se extrañó. ―En fin, me di cuenta de que estaban cont