El término el corto espacio que existía entre los dos, tomándola por sorpresa por la cintura y por alguna razón ella se dejo llevar. No comprendía por qué no reaccionaba poniendo resistencia ante lo que él pensaba hacer. Simplemente deseaba desesperadamente ser devorada, y seducida por su jefe. El la acerco más a su cuerpo y ella pudo sentir la dureza de este, instintivamente giro su cabeza hacia un lado dejando al descubierto la piel blanca de su cuello, exponiendo la vena principal, palpitando fuertemente.
A Eduard solo le provocaba encajar sus colmillos en aquel cuello apetitoso, tan blanco como la nieve. Podía ver como latía la vena aorta a toda prisa, solo una pequeña mordida y podría saborearla hasta dejarla sin una sola gota de sangre en su cuerpo. Pero por el contrario no quería hacerle eso, más bien anhelaba volverla como él para tenerla a su lado por mucho tiempo. Pero mientras tanto se conformaría con seducirla.
Con toda la fuerza de su voluntad beso su tibio cuello que estaba en la espera del roce de sus labios, ella por supuesto se estremeció ante el contacto. El aroma de esta había cambiado drásticamente, estaba sumida en un estado de excitación demasiado alto. Eduard le beso la base del cuello un poco mas utilizando la lengua, desde su cuello subió hasta la oreja y al instante todos los vellos del cuerpo de la joven se erizaron.
Los colmillos amenazaba con aparecer, pero su cordura los mantuvo a raya. Despacio subió hasta encontrarse con unos labios carnosos. Jugó un rato con ellos, mientras Elizabeth no se resistía estaba a su merced. Escuchaba perfectamente el latir de su corazón, como bombeaba el preciado líquido por el cual el podía matar. Continuo besándola y ella le respondía rendida a el, por su parte Eduard la levanto por la cintura como una pluma posándola en su escritorio.
—¿Qué es lo que estamos haciendo? Tú eres mi jefe.
Ella no recibió respuesta alguna, lo único que recibía eran besos y caricias apasionadas. La estaba matando lentamente, el, tenia algo que ella no sabía cómo explicar, pero ese algo lograba que no pudiera pensar con claridad. Estaban sumidos en un torbellino de pasión, allí mismo, encima del escritorio. Pronto sintió los dedos de su jefe en su camisa. Estaba desabotonándola, despojándola de ella en segundos. Beso el valle de sus senos, lamiéndola a la vez.
Debía parar aquella locura, era su jefe, por todos los cielos estaban a punto de acostarse y apenas llevaban dos días de conocerse ¿estaba loca? Pero era tan difícil, la sensación era mágica, increíble ¿Cómo detener algo así? Todo terminaría muy mal si consumían aquello. Por fin la razón salió a flote.
—Por favor Eduard detente. Esto no está bien. El se sorprendió, ella ponía resistencia.
—No me detendré, deseas esto mucho más que yo.
—Si . Dijo con un gemido. –No, claro que no. Rectifico. Los labios de el estaban cerca de sus senos.
Se detuvo, sentía confusión de parte de ella. Sinceramente no estaba decepcionado, le parecía muy interesante su nueva secretaria y eso solo aumentaba las ganas de probarla.
—Bien ¿y qué propones? Se separo un poco de ella, dándole espacio. En su mirada noto sorpresa.
—Tus ojos.
—¿Qué hay con ellos?
—Son de otro color, juraría que eran verdes.
—Siempre han sido del mismo color Elizabeth.
De algo estaba completamente segura, y era que, sus ojos no eran ese color la primera vez que lo conoció.
—Creo que la reunión la deberíamos posponer hasta mañana. Dijo al fin ella y tomo el momento para ponerse la blusa.
—Creo haberle dicho que solo trabajo por las noches.
—No le parece muy tarde ya, llevo todo el día trabajando sin parar y encima viene usted con todo este acto de seducción. Créame ya no tengo ánimos de darle ningún reporte.
—¿Entonces de que tienes ganas Elizabeth? Le pregunto en tono seductor.
Santo cielos, como podía continuar seduciéndola con su voz. Sentía tanta humedad entre sus piernas como una llave abierta.
—Solo deseo irme a descansar.
—Bien, en ese caso te veo mañana por la noche.
—Si no es mucho pedir, podría intentar llegar más temprano y no tan tarde.
—¡Tratare!
—Buenas noches. Se aliso la falda y salió con las piernas como gelatina.
Eduard la admiro al partir, produciéndole deseo. Estando consciente de que aun seguía excitada y tan húmeda gracias a él. Aun tenía que descubrir si su reacción se debía por ser un vampiro seductor nato o porque ella realmente lo deseara como un hombre ordinario. Si tan solo Elizabeth supiera todo lo que se tuvo que contener para no morderla y volverla tan salvaje como el.
Intentaba desesperadamente poder conciliar el sueño, su mente volaba y viajaba hasta el momento donde por casi nada se acostaba con su jefe. ¿Qué hubiese pasado si no fuese poseído la voluntad de detenerse? ¿Acaso había perdido la razón? ¿En qué demonios estaba pensando? Era su maldito jefe, todo se había salido de control, no se pudo resistir a los besos de ese hombre.
Se sentó de golpe en la cama y pensó, era extraño que sus labios fuesen tan fríos e igual que sus manos. Después recapacito y sonrió por su gran imaginación. Esa noche hacia un frio descomunal quizás venia de la calle, no había otra explicación. Estaba paranoica, volvió a acurrucarse en la cama y decidió que lo mejor era dormir y olvidar lo sucedido con su jefe.
Un par de ojos brillantes admiraban la belleza de un cuerpo tendido en una enorme cama blanca, la encontró plenamente dormida, los latidos de su corazón iban a un ritmo lento. Sus mejillas estaban sonrojadas, era de esperar, ya que dentro de la mansión hacia frio. Desde que había llegado al castillo iba a visitarla todas las noches solo para verla dormir, era una obsesión, quizás, pero el deseo de verla era insoportable.
Transcurridas algunas semanas desde la llegada de Elizabeth al impresiónate castillo de Eduard, donde su primer día de trabajo no había sido el que ella esperara en realidad, pero los demás días siguientes fueron como si no hubiera pasado absolutamente nada entre su jefe y ella. Pero aun así ella no dejaba de sentirse incomoda e intimidada por él. Podía darse cuenta como él la miraba algunas veces, y el color de sus ojos era el mismo que vio cuando la miraba con deseo, no comprendía cómo es que podía cambiar el tono de sus ojos.
Bueno para ser sincera, ella pensó que aquel castillo era muy extraño. Tanto las puertas como ventanas permanecían cerradas de día como de noche. Era toda una fortaleza de casa. ¿Para qué tanta seguridad? La verdad es que necesitaba un respiro de toda aquella locura. Vivía en las tinieblas, y no estaba acostumbrada a eso.
—Eduard necesito hablar contigo.
—Tú me dirás. Oh cielos no podía controlarse ni cuando este le hablaba.
—Necesito salir y hacer unas compras.
—De acuerdo hazlo, solo recuerda llegar antes de caer la noche.
—Aun no comprendo por qué no se puede salir de noche.
—En este pueblo no hay actividad por las noches. Además la poca actividad que existe se le puede decir que es muy peligrosa.
—Es un pueblo pequeño ¿Qué tanto peligro puede haber?
—He dicho que es arriesgado salir, y espero que te dediques a cumplir las reglas.
Ella se levanto de su asiento exasperada, nadie le hablaba así, ni siquiera su padre lo hizo. No le iba a permitir a este hombre que la trate de esa manera.
—Cumpliré sus estúpidas reglas señor Dracmantis.
—No es necesario esas formalidades.
—Ahora me parece que es momento de aplicarlas. Con su permiso.
—Aun no hemos terminado de trabajar.
—Pues yo creo que sí.
Y dicho aquello salió del despacho hecha una furia, de paso que le gritaba también la estaba explotando. El sueldo no justifica el abuso, y ya no le importaba si la despedía por su altanería.
Eduard pensó que esa mujer tenía un carácter bastante interesante, difícil de domar. Pero no comprendía que estar de noche afuera era un peligro, le podría pasar lo mismo que su antigua secretaria. Pobre chica. Tendría que vigilarla muy bien a partir de ahora.
—Es un idiota. Iba diciendo a todo pulmón mientras caminaba por los laberintosos pasillos, la luz era tan tenue que apenas y podía ver nada de camino a su habitación. De pronto se dio cuenta que se había perdido tomando otro rumbo ¿pero dónde estaba? –Mierda no puedo ver nada, esta maldita casa no está bien iluminada.
—A mí me gusta así, ¿Qué haces tan lejos de tu cuarto?
Esa voz que le daba escalofríos, pero no por temerle, sino porque le causaba una reacción extraña en su cuerpo. Estaba detrás de ella. Volteo a verlo pero apenas y podía.
—Me he perdido que más.
—Bueno te cuento que estas parada frente a mi habitación.
Ella trago en seco, con el historial que ya tenían y esa voz tan seductora no tenía idea que hacer. No sabía cómo regresar. Quedo en silencio para no decir alguna estupidez. Eduard podía oler su estado, y le decía que lo deseaba, estaba nerviosa y ansiosa. Su instinto salvaje estaba predominando justo en ese momento agradeciendo a la oscuridad una vez más por salvarlo de que ella no notara que sus colmillos sobresalían de sus labios.
—¿Puedes indicarme el camino de regreso?
—¿Es lo que deseas realmente?
—Si. Mintió.
El estaba consciente de que mentía descaradamente, el olor de sus feromonas estaban alocadas y su pulso había aumentado considerablemente. Todo su cuerpo lo deseaba, vibraba con su cercanía. Estaba muy duro, y la verdad no quería pasar otra noche frustrado y enojado. Se aproximo a ella, y paso sus brazos alrededor de su estrecha cintura arrinconándola contra la pared.
—No puedo permitir que te vayas, ¿no estás interesada en conocer el resto de la casa, por ejemplo mi habitación?
—Desde luego que no. Su voz temblaba, al igual que ella.
—Mientes muy mal.
Poso sus labios en el hueco entre su cuello y la clavícula de esta, dándole pequeños besos y chupones que subían y bajaban desde su oreja hasta el valle de sus senos. Una de sus manos corono uno de sus pechos, masajeándolo suavemente, podía sentir su pezón erecto. Anhelaba morderla, sus dientes rosaban la parte suave de su piel mientras que sus manos rasgaron las prendas de ella, dejándola a medio vestir.
Estaban en medio del pasillo, y ella estaba medio desnuda. Alguien podría verlos y eso a él cómo que no le importaba. Estaba sumergida en un éxtasis y no entendía porque su jefe la ponía a temblar. El bajo las manos hasta las caderas levantándola sin problema alguno, como si fuera una pluma. La condujo hasta dentro de la recamara, esta, estaba tan oscura como la casa entera. No podía ver absolutamente nada.
—Tu habitación es muy oscura.
—Así me gusta.
Le dijo acariciando el suave y plano vientre, mientras que poco a poco sus dedos descendían hasta la liga de sus bragas y un poco más. La encontró tal y como sabia que estaría, ella se estremeció al sentir el contacto de sus dedos dentro de su carne húmeda.—¿Por qué haces esto?—Lo deseamos.Termino de rasgar sus ropas de un solo jalón, dejando su cuerpo completamente desnudo. El aun permanecía con la ropa puesta, y al sentir la tela de sus prendas sobre su piel le daba pequeños puntos eléctricos en todo el cuerpo. La acostó en la cama boca abajo, no podía dejar que lo viera en su estado. Teniéndola desnuda había salido
Para cuando se bajo del auto ella corrió a su habitación, mientras era seguida por Eduard ¿Por qué iba detrás de ella? ¿La despediría por decirle la verdad? Se giro y lo encaro.—¿Dónde crees que vas?—Te acompañare a tu habitación. Le dijo tajante.—Aquí dentro no hay peligro.—¡Hay más del que te imaginas!—Genial, ni segura estoy en esta casa. Le grito.Estaba harto de su inmadurez y niñería, la tomo por la cintura nuevamente mientras la estrechaba con su cuerpo. Ella no se movió, no podía, cada vez que el la tenia así ella se volvía sumisa. Le encantaba que le obedeciera, para &eac
De momento dormir era su mejor opción dada las circunstancias y ya que esa noche no sería visitada por cierta persona aprovecharía las horas para descansar, esperaba que le sirviera para olvidar todos los problemas que le causaba mentalmente su problemático jefe.Por la mañana.—Señorita Elizabeth, ¿A dónde se dirige?—Voy a pasar el día fuera de casa, Brenda.—El joven no me notificó sobre esa salida.—El señor Dracmantis no es mi dueño.—Señorita no se busque problemas innecesarios, afuera hay mucho peligro.—Se cuidarme. No necesito vigilancia.—No puedo permitir que salga de la casa sin el consentimiento del joven. —¡Yo no soy su mujer! ¿de dónde sacas
Llego tan rápido a ella que no lo vio venir, Eliza aun seguía de pie en la entrada de las escaleras mientras el caminaba hasta el pequeño bar que había en el cuarto. Pero verlo correr así de rápido hacia ella la sorprendió mucho, la tumbo en la cama haciéndola reaccionar al instante. De su voz salió un grito ensordecedor pidiendo ayuda, pero este la amordazo. El poseía mucha fuerza para que ella pudiera hacer algo al respecto.Le ato las piernas en cada esquina de la cama, e hizo lo mismo con las manos. Parecía como si la fueran a crucificar. ¡Que espanto! El masoquismo era el principal juego en aquel lugar. La preocupación invadió todo su sistema nervioso, ya no pensaba con claridad y no pudo retener mas las lagrimas era inútil luchar es
Elizabeth pensó que había dormido como una semana entera, su cuerpo se sentía pesado y maltratado. Abrió los ojos muy despacio, pero no pudo ver nada todo estaba remotamente oscuro. Al instante sintió un peso en su abdomen indicándole que no estaba sola en ese lugar ¿pero qué lugar era?—Al fin has despertado. La voz suave de Eduard fue un bálsamo para su memoria abrumada.—¿Dónde estamos? Pregunto pasándose las manos por la cabeza.—En mi habitación, te desmayaste y te traje a casa.—¡Ah casa! recalco con ironía. – ¿Crees que esta es mi casa?—¡Lo es! Desde el primer día en que hicimos el amor.—Yo no soy tu mujer Eduard, tu eres un… Lo miro detenidamente para luego decirle. –Eres un vampiro, estás muerto.—Se lo que soy Elizabeth, pero eso no significa que esté muerto. Estoy aquí contigo, a tu lado más vivo que nunca. Quiero que estés conmig
Su hermano siempre buscaba las maneras de sacarlo de quicio, lo peor de todo era que cuando se encaprichaba de alguien o algo todo terminaba en una pelea donde la sangre era la que reinaba. Lo sabía, hace muchos siglos tuvieron una pelea porque quiso quedarse con su castillo. Su padre había sido el líder del clan de vampiros muy poderosos, el cual lideraba al resto de los demás clanes. Desgraciadamente lo traicionaron uno de sus mismos hombres perdiendo la vida irremediablemente.A pesar de ser un inmortal, los vampiros podían morir de muchas maneras. Como por los rayos de la luz del sol o que los decapitaran. Pero era una tarea bastante difícil llevar a cabo. Su padre confiaba plenamente en su gente, pero estos no lo querían como líder por eso le traicionaron. Le arrancaron la cabeza y los restos los dejaron carbonizarse a la luz de día.Para ese entonces sus dos hijos, eran muy jóvenes. Los cuales se vieron obligados a luchar contra
—Mañana es fin de semana, pretendo hacer un viaje y regresar el lunes temprano. Le dijo Elizabeth a Eduard.—¡No! Definitivamente no.—No puedes retenerme aquí por siempre. La única oportunidad que tengo de salir es cuando me envías a la ciudad por motivos de trabajo.—Debería bastarte con eso. Y aun así me desobedeces, te he dicho miles de veces que regreses al terminar. Pero te quedas haciendo sabe qué cosa.—¿Y cómo demonios sabes tú eso? ¿me estas siguiendo?—Sabes bien que sí. Tengo personal para eso mi amor.—¡Descarado! Le grito.Era
—Ya te lo dije, yo no la tengo. Puedes revisar todo el maldito bar si quieres.—Como si no pudieras esconderla en otra parte ¿me crees idiota?—Esta vez te digo la verdad, eres tan idiota que dejaste que la secuestraran.—¿Y porque demonios tú no hiciste nada? Sé muy bien que la tenias vigilada por el día.—El imbécil de mi hombre no estaba cerca de ella.—¿Entonces donde demonios está metida? Se pregunto Eduard.—No lo sé, la verdad no alcanzo a oler su aroma. Si no está por los alrededores eso solo puede significar una cosa, que se la lleva