Era una noche fría, oscura y nublada. La luna estaba escondida por las densas nubes. Mientras que la noche permanecía helada una joven de unos veinti tantos años caminaba por la calle apresuradamente, los tacones altos alertaban sus pasos. Se sentía temerosa, pero prosiguió su camino a casa calándose un poco mas su espeso y pesado abrigo. El frio era descomunal en Transilvania, el vapor que salía de su boca le confirmaba que se aproximaba una gran ventisca y si no apuraba el paso la pillaría en medio de ella.
Había escuchado rumores sobre las chicas jóvenes que desaparecían cuando estas caminaban solas a altas horas de la noche, ella era nueva en el pueblo, desde luego le parecieron solo rumores de viejos. Pensaba que aun estaba a buena hora para regresar a casa andando, lastimosamente había perdido el transporte del trabajo para regresar a su hogar temporal. Como se encontraba casi sola en la entrada de su trabajo decidió caminar las pocas cuadras que daban hasta su residencia.
Todo iba bien, excepto que sus tacones hacían mucho ruido, la asustaba la idea que la estuvieran siguiendo por culpa de ellos. Quizás estaba siendo paranoica, por tantos cuentos que había escuchado en el mes que llevaba viviendo allí. Ya solo le faltaban unas pocas cuadras para llegar al fin a su cuarto y poder descansar. De pronto sintió una corriente fría erizando todos los vellos de su cuerpo. Y sabía muy bien que ese frío no se debía al voraz viento que soplaba.
Su instinto le decía que estuviera alerta y apresurara el paso, pero de nada sirvió, porque unas frías manos le rodearon el cuerpo apoderándose de ella con fuerza. Había sido agarrada por la espalda y sus labios estaban sellados por otra mano igual de helada que la otra. Se dio cuenta que los rumores eran ciertos, estaba en peligro. Su miedo se intensifico al mil por ciento, pero no podía defenderse, moverse, era como si ese hombre tuviera la fuerza de diez hombres juntos.
El susurro algo en su oído, pero no eran palabras. Solo era un siseo como el que se le hace a un bebe para que se quede dormido. Ella cayó en un estado de hipnosis. La voz de su agresor era seductora, como si ella quisiera que le hiciera todo eso ¿Qué estaba pasando? Perdía la voluntad propia.
—Eres tan bella y joven, como me gustan.
Su asaltante tenía una voz sexy, pero aun así no hacía nada más. El giro su cabeza a un lado, dejando al descubierto su cuello. Solo sintió como su piel era atravesada por algo que no supo identificar, lo que si podía sentir en aquel momento era un intenso dolor recorrer todo su cuerpo y un gran vacío en su interior. Algo se le estaba yendo sin ella poder evitarlo. Estaba debilitándose, y estaba consciente de ello.
Su visión se hacía borrosa, el agarre del hombre cada vez era más fuerte ya que estrujaba su frágil cuerpo succionando algo de su cuello. Un liquido tibio corría por el valle de sus senos y allí supo que era su sangre ¿le habían cortado el cuello? ¿Moriría? Sentía como su vida escapaba de a poco, los brazos del hombre se estaban haciendo más flojos, mientras ella permanecía de pie solo porque él la sostenía.
En cuanto la soltó por completo, cayó al suelo sin fuerza. No podría moverse, le habían drenado la sangre. Con la poca vista que le quedaba miro al hombre, sus ojos eran brillantes y de color. Estaba manchado con su sangre y de sus labios brotaban un par de colmillos acompañados de una sonrisa malévola. No lo podía creer, sus pulmones estaban colapsando, no respiraba, no tenia oxigeno en su interior. La vida se le fue a la joven un segundo después, y lo último que pudo ver fue a su asesino sonriéndole.
Un mes después…
—¿Pero qué clase de trabajo me estas ofreciendo Jeison?
—Nada que no sepas hacer Elizabeth, simplemente serás la secretaria de Eduard Dracmantis.
—¿Y ese quién es? Acaso piensas que conozco a todas las celebridades a las que estas acostumbrado a tratar.
—No es una celebridad, es solo un empresario que trabaja desde su propia casa. Es un poco reservado.
—Entonces este “empresario” ¿necesita un asistente a tiempo completo? Y, ¿Qué viva en su casa?
—Si es correcto. Y la paga es extraordinaria, justo lo que necesitas en estos momentos.
Odiaba cuando su jefe la extorsionaba de esa manera, no podía replicar mucho ya que Jeison era su superior y el decidía a donde enviarla a trabajar. En otras palabras, se ganaba la vida buscando chicas jóvenes y presentables para ponerlas a trabajar como asistentes o secretarias en cualquier empresa. Ella solo llevaba seis meses trabajando para el gerente de un banco y ya estaba pensando cambiarla de puesto. Quizás se debía a que se reusó acostarse con el viejo baboso de su jefe.
No entendía porque no podía perdurar con un empleo por más de seis meses, confiaba que estaba haciendo bien su trabajo, pero al parecer estaba muy equivocada. Tantos años de estudio, dinero invertido, para no conservar ningún empleo decente. Se sentía abatida por fracasar tanto en la vida.
—Siempre quieres hacerme sentir mejor hablando del sueldo, pero me has cambiado tanto de lugares. Quiero que me dejes en un lugar fijo por favor.
—Lo hago por tu bien, solo busco un buen trabajo para que quedes fija. ¿O prefieres quedarte con el gordo liposo del banquero? Ya sé que se te insinuó.
—No tampoco quiero eso. Pero ¿Por qué no me dices la verdad? ¿hago mal mi trabajo?
—Claro que no, bueno solo recibí la queja del banquero pero era porque no te sometías a él. No te preocupes por él.
—Estoy cansada de que me cambies siempre. Dijo bufando de la situación. –Hay tantas chicas desempleadas en la compañía ¿Por qué me elegiste a mí?
—Ninguna con la capacidad que tienes tu de llevar el control de todo sin volverte loca.
—¡Tonterías! Se levanto de la silla molesta.
No se podía creer semejante mentira de su jefe, ¿acaso pensaba que era tonta? Algo se traía entre manos.
—Si no aceptas el trabajo te quedaras desempleada Elizabeth, he hablado con tu antiguo jefe y ya le he conseguido una nueva asiste, que por cierto le ha gustado mucho.
—¡Jeison! Sin consultarlo conmigo, ¿Cómo pudiste hacerme eso?
—Soy tu jefe, hago lo que quiero. Créeme se que trabajo es bueno para ti.
—Detesto que me cambies cada vez que te dé la gana.
—No lo hago para mal, además el señor Dracmantis es muy considerado con sus empleados.
—¿Y porque trabaja desde su casa? ¿no tiene una oficina o algo así?
—De hecho si la tiene, pero nunca la usa. Todo lo lleva desde su casa, y bueno, necesita una asistente ya que la suya. El hombre cayó.
—¿Qué le paso?
—Renuncio repentinamente. El necesita a alguien fuerte, y capaz de llevar mucho estrés encima.
—Claro y crees que yo soy esa chica. Aun no me cuadra el que tenga que vivir bajo su techo ¿Qué hay de mi privacidad?
—Eso es lo de menos, tendrás toda la privacidad posible. También estarás viajando hasta la empresa de él y encargándote de los asuntos que él no se encarga en día.
Que trabajo más extraño le había tocado, no entendía porque ese hombre no podía encargarse de su propia empresa. Tal vez y era un viejo que no podía pararse de la cama. Genial también seria niñera, ya se veía llevando la ropa sucia del hombre a lavar.
—¡Te lo digo, esto no me gusta para nada!
—Todo saldrá bien, eres buena en lo que haces. Estoy seguro que Dracmantis estará encantado con tu desempeño.
Porque demonios Jeison veía todo tan fácil, mientras que para ella pasar por tantos cambios era una tortura. Solo esperaba que este nuevo puesto le garantizara estabilidad en todos los aspectos posibles.
—Escucha Jeison, este será el último trabajo que aceptare. Te juro que si piensas volver a cambiarme renuncio a tu compañía y me iré muy lejos. ¿Estamos?
—¡Hecho!
Eso fue muy fácil. Más motivos para desconfiar de él y su loca propuesta. Se preguntaba ¿Qué tipo de trabajo tendría que hacer? Para que Jeison aceptara tan rápido. Mejor dicho en qué diablos la había metido, había hecho un trato con el mismísimo diablo. Y no se le paso por la cabeza preguntarle a donde pensaba enviarla esa vez.
—¿Siempre le envías chicas a ese señor?
—Siempre.
—¿Por qué no le duran?
—Es mucho trabajo. Le decía mientras rellenaba unos papales de su transferencia.
—Por cierto ¿Dónde será mi nueva residencia esta vez?
—¡Transilvania!
¿Había escuchado bien o era que estaba soñando? Quería enviarla a un sitio tan frio como para no querer salir de la casa ¿En que estaba pensando Jeison? No estaba acostumbrada a un clima helado, sino más bien, a uno cálido. No estaba segura si lograría adaptarse.
—Tus papeles… Estas lista para partir. No había vuelta atrás para ella.
Habían transcurrido varios días desde que Elizabeth tuvo la conversación de su nuevo empleo con su jefe, logrando acordar que no la volvería a cambiar de trabajo y que este nuevo seria el definitivo. Después de que la convenció de hacer el viaje a otro país, le menciono que había tres condiciones. Él era el mejor de todos, no se las pudo mencionar antes de aceptar.
Primero, debía aceptar el empleo pasara lo que pasara o viera lo que viera, sino estaría desempleada al regresar sin derecho a una carta de referencia de parte de la compañía. Segundo, en las mañanas la mayor parte del tiempo estaría completamente sola dentro de la casa haciendo su trabajo. Tercero, como ya sabía su domicilio seria dentro de la casa.
No comprendía porque no podía rentar una casa, para vivir por su cuenta. Le gustaba su privacidad. No le gustaba dar que hablar a la gente, pero no tenía otro remedio que aceptar las condiciones ya había firmado el traslado. Y estaría sin trabajo si se quedaba. En que lio se había metido, o mejor dicho en que embrollo la había metido su jefe. Ni siquiera sabía cómo era ese tal Eduard Dracmantis, sus costumbres o mañas.
Solo rogaba que no fuera ese tipo de hombres mañosos que le gustaba tocar a sus secretarias, ya había pasado por unos cuantos casos. Si era así, se podía ir despidiendo de la condición numero tres y buscando empleo de mesera. Mientras recogía sus pertenencias guardándolas meticulosamente en la maleta para el viaje, se prometió hacer un buen trabajo.
También se reimplantaría algunas cosas, como por ejemplo la parte de sociabilizar, ya que estaría recluida en esa casa. Hablar con su jefe sobre sus días de descanso era una buena idea para empezar. Si el ponía condiciones ella también. Reviso su boleto de avión, partía muy temprano al día siguiente, estaría llegando por la tarde a Transilvania, según él a esa hora podría encontrar en casa al señor Dracmantis. Así que él personalmente la pondría al tanto de todo.
Y tal cual, a la mañana siguiente Elizabeth abordaba su avión destinado a su nuevo trabajo. Después de muchas horas incomodas de vuelo la chica se encontraba frente a la enorme mansión de Eduard, estaba muy lejos de ser una típica casa normal. Aquello era un inmenso castillo fuera de serie. Era como estar parada frente a un castillo de las películas de terror que miraba. El solo hecho de entrar en la entrada principal había sido todo un desafio, le revisaron hasta el estuche de maquillaje, se sintió invadida.
¿Quién carajos era ese Dracmantis? Para tener tanta vigilancia. Quizás se había equivocado de dirección reviso nuevamente su libreta y efectivamente ese era el lugar, además el apellido del hombre estaba gravado en la reja de la entrada. Aquello daba miedo, ¿Qué tipo de persona seria su jefe? Se armo de valor, toco la puerta con un poco de nervios. La persona quien la recibió fue una mujer, no muy mayor, estaba realmente conservada no le ponía más de cuarenta años.
—¿Señorita Elizabeth?
—Si buenas tardes, busco al señor Dracmantis. El frio le estaba calando los huesos, sabía que en Transilvania hacia mucho pero no imagino la magnitud. Casi titilaba.
—Si el joven Eduard la está esperando.
—Muchas gracias. Soy la nueva secretaria.
—Si ya lo sé, adelante señorita Miller. Ha llegado a una excelente hora, el joven se encuentra en el despacho.
Que día mas loco, estaba agotada y solo quería dormir. Pero tenía que cumplir primero con las formalidades de las presentaciones al menos el ama de llaves parecía amable y buena gente, aunque muy extraña.
—Puede llamarme Brenda. Ella le dice.—Está bien, es bueno saberlo ¿Por dónde debo ir? Ya que aquello parecía un laberinto por dentro.—Deje las maletas aquí, alguien las llevara hasta su habitación y sígame por favor.—De acuerdo. Este castillo es enorme, ya me veo perdida muchas veces.—Si eso pasa, solo me llama y la ayudare a moverse por el lugar.Supo que habían llegado al despacho porque se levantaban unas puertas enormes, pasaron por una serie de pasillos que estaba segura que no recordaría nunca. La mujer a su lado se movía ágilmente por el lugar, se notaba que llevaba años trabajando allí. Abrió la pesada puerta, pero
El término el corto espacio que existía entre los dos, tomándola por sorpresa por la cintura y por alguna razón ella se dejo llevar. No comprendía por qué no reaccionaba poniendo resistencia ante lo que él pensaba hacer. Simplemente deseaba desesperadamente ser devorada, y seducida por su jefe. El la acerco más a su cuerpo y ella pudo sentir la dureza de este, instintivamente giro su cabeza hacia un lado dejando al descubierto la piel blanca de su cuello, exponiendo la vena principal, palpitando fuertemente.A Eduard solo le provocaba encajar sus colmillos en aquel cuello apetitoso, tan blanco como la nieve. Podía ver como latía la vena aorta a toda prisa, solo una pequeña mordida y podría saborearla hasta dejarla sin una sola gota de sangre en su cuerpo. Pero por el contrario no quería hacerle eso, más bien anhelaba volverla como él para tenerla a su
Le dijo acariciando el suave y plano vientre, mientras que poco a poco sus dedos descendían hasta la liga de sus bragas y un poco más. La encontró tal y como sabia que estaría, ella se estremeció al sentir el contacto de sus dedos dentro de su carne húmeda.—¿Por qué haces esto?—Lo deseamos.Termino de rasgar sus ropas de un solo jalón, dejando su cuerpo completamente desnudo. El aun permanecía con la ropa puesta, y al sentir la tela de sus prendas sobre su piel le daba pequeños puntos eléctricos en todo el cuerpo. La acostó en la cama boca abajo, no podía dejar que lo viera en su estado. Teniéndola desnuda había salido
Para cuando se bajo del auto ella corrió a su habitación, mientras era seguida por Eduard ¿Por qué iba detrás de ella? ¿La despediría por decirle la verdad? Se giro y lo encaro.—¿Dónde crees que vas?—Te acompañare a tu habitación. Le dijo tajante.—Aquí dentro no hay peligro.—¡Hay más del que te imaginas!—Genial, ni segura estoy en esta casa. Le grito.Estaba harto de su inmadurez y niñería, la tomo por la cintura nuevamente mientras la estrechaba con su cuerpo. Ella no se movió, no podía, cada vez que el la tenia así ella se volvía sumisa. Le encantaba que le obedeciera, para &eac
De momento dormir era su mejor opción dada las circunstancias y ya que esa noche no sería visitada por cierta persona aprovecharía las horas para descansar, esperaba que le sirviera para olvidar todos los problemas que le causaba mentalmente su problemático jefe.Por la mañana.—Señorita Elizabeth, ¿A dónde se dirige?—Voy a pasar el día fuera de casa, Brenda.—El joven no me notificó sobre esa salida.—El señor Dracmantis no es mi dueño.—Señorita no se busque problemas innecesarios, afuera hay mucho peligro.—Se cuidarme. No necesito vigilancia.—No puedo permitir que salga de la casa sin el consentimiento del joven. —¡Yo no soy su mujer! ¿de dónde sacas
Llego tan rápido a ella que no lo vio venir, Eliza aun seguía de pie en la entrada de las escaleras mientras el caminaba hasta el pequeño bar que había en el cuarto. Pero verlo correr así de rápido hacia ella la sorprendió mucho, la tumbo en la cama haciéndola reaccionar al instante. De su voz salió un grito ensordecedor pidiendo ayuda, pero este la amordazo. El poseía mucha fuerza para que ella pudiera hacer algo al respecto.Le ato las piernas en cada esquina de la cama, e hizo lo mismo con las manos. Parecía como si la fueran a crucificar. ¡Que espanto! El masoquismo era el principal juego en aquel lugar. La preocupación invadió todo su sistema nervioso, ya no pensaba con claridad y no pudo retener mas las lagrimas era inútil luchar es
Elizabeth pensó que había dormido como una semana entera, su cuerpo se sentía pesado y maltratado. Abrió los ojos muy despacio, pero no pudo ver nada todo estaba remotamente oscuro. Al instante sintió un peso en su abdomen indicándole que no estaba sola en ese lugar ¿pero qué lugar era?—Al fin has despertado. La voz suave de Eduard fue un bálsamo para su memoria abrumada.—¿Dónde estamos? Pregunto pasándose las manos por la cabeza.—En mi habitación, te desmayaste y te traje a casa.—¡Ah casa! recalco con ironía. – ¿Crees que esta es mi casa?—¡Lo es! Desde el primer día en que hicimos el amor.—Yo no soy tu mujer Eduard, tu eres un… Lo miro detenidamente para luego decirle. –Eres un vampiro, estás muerto.—Se lo que soy Elizabeth, pero eso no significa que esté muerto. Estoy aquí contigo, a tu lado más vivo que nunca. Quiero que estés conmig
Su hermano siempre buscaba las maneras de sacarlo de quicio, lo peor de todo era que cuando se encaprichaba de alguien o algo todo terminaba en una pelea donde la sangre era la que reinaba. Lo sabía, hace muchos siglos tuvieron una pelea porque quiso quedarse con su castillo. Su padre había sido el líder del clan de vampiros muy poderosos, el cual lideraba al resto de los demás clanes. Desgraciadamente lo traicionaron uno de sus mismos hombres perdiendo la vida irremediablemente.A pesar de ser un inmortal, los vampiros podían morir de muchas maneras. Como por los rayos de la luz del sol o que los decapitaran. Pero era una tarea bastante difícil llevar a cabo. Su padre confiaba plenamente en su gente, pero estos no lo querían como líder por eso le traicionaron. Le arrancaron la cabeza y los restos los dejaron carbonizarse a la luz de día.Para ese entonces sus dos hijos, eran muy jóvenes. Los cuales se vieron obligados a luchar contra