DaphneEs la segunda vez que escucho esas terribles palabras: “tenemos que hablar”.No es que no sea consciente de que en realidad teníamos que hacerlo, sino que todavía no soy capaz de procesar el hecho de que realmente estoy embarazada. Me vuelvo a sentar en el sillón y suspiro pesadamente. Me duele el corazón de tan solo imaginar qué es lo que dirá, porque ya puedo imaginarlo.—Daphne, sabes bien quién soy —comienza su discurso—, por tema económico, yo no tengo ningún problema para permitirme el lujo de criar a un hijo.—¿Lujo? —Me molesta la forma en la que lo considera, como si fuera un mero objeto más.—Es un lujo, ¿acaso sabes cuánto cuesta tener un hijo? Vale muchísimo, solo piensa en los pañales, la leche, las visitas al médico, su vestimenta. Y ni siquiera hemos hablado de su educación por los próximos veinte años.Sé que tiene razón en lo que dice, pero no puedo evitar sentir un nudo en la garganta. No me gusta hacia dónde va esta conversación.—Lo sé —susurro. Es todo lo q
James Despertarme sin ella a mi lado se sintió muy extraño. Al principio no me di cuenta de lo que estaba pasando, ni siquiera recordaba que me había quedado a dormir en ese odioso almacén. Cuando me puse de pie, la nota de papel que ella me dejó me hizo pegar un brinco. Me dolía todo el cuerpo, pero no podía detenerme a estirar, tenía que correr a la clínica. Arrugo el papel en mi bolsillo recordando ese horrible momento. En retrospectiva, no fue mi mejor momento irrumpir en la clínica y luego abrir las puertas de par en par en el consultorio. No era precisamente la posición en la que quería ver a Daphne otra vez. Camino de lado a lado del pasillo como una fiera enjaulada, me desespera no poder entrar para detenerla. Sé que le dije cosas anoche que tal vez pudieron prestarse a malinterpretaciones, pero no quiero que se precipite a tomar una decisión sin siquiera hablarlo conmigo primero. —Señor, si no se calma, me veré obligada a sacarlo de aquí —me dice la recepcionista. —Usted
James—¡Eres un maldito asesino! ¡asesino! —me grita mi abuela.Me agarra a carterazos y patadas, asestando golpes por todo mi cuerpo como una desquiciada.—¡Abuela basta! —suplico, pero la mujer está irascible y se niega a escucharme.—¡¿Cómo te atreviste a hacerla abortar?! ¡Maldito, malnacido! ¡Yo no te críe de esta manera! —insulta.Daphne retrocede unos cuantos pasos, asustada por la reacción de la vieja, y con justa razón, está a punto de tirarme en el piso y terminar de molerme a golpes.—¡Regina, basta ya! —bramo con furia.Muy pocas veces me he referido a ella por su nombre de pila, dice que es una falta de respeto que yo la nombre, para mí, siempre debe ser “abuela”.—¡Muchachito insolente! —dice levantando una vez más la cartera.—¡Señora, alto! —interviene Daphne ante la mirada perpleja de su madre, que ha estado detrás de mi abuela todo el rato, disfrutando el show.Varias personas que pasan por ahí se nos quedan mirando, incluso la gente de la clínica se asoma a ver.Reg
DaphneLo único que quiero en este momento es echarme a llorar en la cama y no volverme a levantar nunca más, o al menos hasta que nazca el bebé que llevo en mi vientre. La abuela de James es una mujer aterradora y tierna al mismo tiempo. Siento que me mira con condescendencia, quizá un poco de lastima.Jamás creí que quisiera que su nieto y yo llevemos a cabo este embarazo. De hecho, estaba muy segura de que vendría a exigirme que abortara. La sorpresa es grande cuando anuncia que quiere que nos casemos.Sé muy bien que él no quiere casarse conmigo, ya me lo dejó muy claro cuando lo hablamos anoche, y lo ha vuelto a recalcar ahora, al decir que no me ama. No sé por qué me duele el corazón al escucharlo, ¿acaso puedo esperar otra respuesta de su parte?«Deja de ser tan tonta Daphne, sabes que su corazón no te pertenece», pienso para mí misma. Debo recordarlo constantemente, debo convertir esa frase en mi mantra personal, porque si dejo que mi volátil imaginación cree ideas absurdas, n
James“James, yo no quiero casarme contigo”.La frase se repite en mi cabeza sin parar. Todo este tiempo estuve seguro de que ella deseaba casarse, y que solo le daba vueltas al asunto con mi abuela para pretender que es una buena persona, y que de verdad está preocupada por lo que yo pueda pensar.Pero cuando la escuché decirme eso, algo en mi interior se encendió como árbol de navidad. ¡¿Cómo es posible que ella no quiera casarse conmigo?! No hay mujer en Nueva York, e incluso me atrevería a decir que en todo el país, que no sueñe con ser esposa de James King.Daphne me vuelve loco. No lo puedo entender. Lo más seguro es que esté pensando en el idiota de su ex. La idea de que ella sea tan ingenua que se meta con cualquier idiota que se le cruce por delante me hierve la sangre. No puedo permitir que enrede a mi futuro hijo con cualquiera.Es por eso que me veo obligado a decirle a mi abuela las siguientes palabras:—Nos casaremos —anuncio ante la mirada atónita de Daphne, su madre y
DaphneDebo estar en un sueño, un sueño donde consigo un bello príncipe de cuento de hadas, que tiene dinero y me ama sinceramente, estamos embarazados y seremos una gran familia feliz.Esto debe ser un sueño, o tal vez sí terminé por arrojarme al Hudson y morí. Ahora estoy navegando en una especie de alucinación antes de que mi alma se vaya a algún lugar muy lejos. No puedo estar segura de si iría al infierno o al cielo, pero donde sea, no creo que sea tan bueno como esto.James King, el mismo James King que me hizo el amor y me robó mi virginidad guardada para otro hombre, el que había jurado que nunca se casaría conmigo y que no me ama porque quiere a alguien más; ese mismo hombre ahora está de pie frente a mí en el altar, y está aceptando frente al padre de la pequeña iglesia de la isla Randall que se quiere casar conmigo para toda la vida.Siento que veo esta escena como en cámara lenta. Como si de alguna forma mi mente se hubiese separado de mi cuerpo. Observo todo desde la dist
JamesVoy con mi abuela en el auto, listos para salir de la isla. Esta se detiene en un semáforo justo a media cuadra de la casa de los dos idiotas que repartieron las fotos por toda la isla. Aprieto los puños de la ira, solo de recordarlo.—Abuela, ve yendo al ferri, yo tengo que hacer algo antes —aviso.Me bajo sin darle opción a que me lo niegue o me pregunte qué hare. Aun así, baja la ventanilla del carro y me grita:—¡Ey! ¿A dónde vas?—Te alcanzaré en el ferri antes de partir, esto es algo que tengo que hacer.Mi abuela se encoge de hombros y vuelve a cerrar la ventana. El semáforo cambia de color y ella arranca. Está tan complacida por el capricho que le acabo de cumplir que me dejará hacer lo que quiera; al menos por un tiempo, hasta que esa carta se me agote.Camino de prisa de nuevo hasta la casa de los dos sujetos. No quiero volver a enfrentarlos, es obvio que tienen más copias de esas fotografías, así que, si las destruyo, ya no tendrán más con qué chantajearme.Me meto po
DaphneVolver a Manhattan después de todo lo que pasó se siente irreal. Sé que debo renunciar a mi trabajo como asistente en la firma de abogados, sin embargo, todo eso se siente como un mal sabor de boca. Renunciar significa que estaré a merced de lo que sea que James disponga.Me tomo mi tiempo para entrar en el edificio. Estoy afuera y no sé si tengo ganas de entrar y realmente hacer esto. La gente de la empresa no está enterada de mi embarazo, ni mucho menos de mi matrimonio repentino el CEO del grupo Kingdom; algo me dice que James no querría que esta gente se enterara de nada de eso.Suspiro profundo y me preparo mentalmente para la peor humillación de mi vida. Tendré que renunciar y ni siquiera puedo darles una buena explicación, tendré que quedar como la fracasada que es incapaz de conservar un trabajo o hacer algo bien.Acaricio mi vientre e intento respirar profundo, no importa lo que pase conmigo ahora, debo pensar en mi bebé y lo que sea mejor para él, o ella.Saludo al gu