40 CAPÍTULO

—Sí, lo peor de todo era acostarme a dormir y sentir ese dolor en el estómago, pero habría sido peor si no fuera por una vecina que era muy buena. Ella me quería y siempre estaba pendiente de que comiera lo suficiente. Mi papá se gastaba su dinero en alcohol y pocas veces llevaba algo a la casa para comer. Cuando llegaba ebrio, me escondía en mi habitación y sabía que debía quedarme allí si no quería ser lastimada. Mi mamá tenía que soportar sus gritos y golpes una y otra vez. No fue capaz de denunciarlo, le tenía un terror profundo. Julia, la vecina, a pesar de saberlo todo, no se atrevió nunca a poner una denuncia en la policía. Después de todo, es comprensible porque vivía sola en casa y tenía miedo de lo que mi padre pudiera hacer si ella tratara de meterse en eso.

—Vaya, al menos alguien se preocupaba por ti y te ayudaba. ¿Dónde está ella ahora? —pregunto.

—Está muerta... Descubrieron que tenía un cáncer avanzado y ya no se pudo hacer nada. Me habría gustado saberlo antes para ha
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