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Angélica Ross.

Salgo del departamento de Vicente a toda prisa y enojada, doy un portazo y luego entro a mi propio departamento. Camino rápidamente a través de la sala de estar y me dirijo por el pasillo a mi habitación.

Abro la puerta y me tiro en la cama, resoplando de frustración y mirando el techo de la habitación con el corazón acelerado. Mi cabeza está hirviendo y por más que me repito que lo de anoche no significó nada, solo cierro los ojos y la imagen de tu cuerpo desnudo invade mi memoria.

Siento un calor dentro de mí solo de recordar ese cuerpo que mentalicé sin mucho esfuerzo. El pecho moteado, el vientre firme lleno de capullos, los muslos definidos, los brazos fuertes acariciando su miembro grande y venoso, la gran cabeza rosada parecía un enorme hongo que me hacía salivar.

Traté de pensar sólo en decir palabras de consuelo a quienes saben cómo aliviar su pesadilla y hacerle pasar una noche tranquila, pero ¿cómo no admirar el cuerpo del hombre que más me atrajo en esta vid
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