De regreso de la fiesta, Ivar se desvió hacia la oficina. El edificio estaba completamente vacío, solo los guardias de seguridad permanecían alertas. Llevó a Morgan hasta su oficina, mientras esta se sentía confundida y un poco intimidada. ¿Por qué la llevaba a ese lugar de noche?
Lo comprendió cuando Ivar dejó caer sobre su escritorio la caja con los bocetos de su padre. Morgan hurgó con las narices entre los papeles, recordando cada dibujo con amor. Era el trabajo de su padre y al poder tenerlos entre sus manos fue como volver a conectar con él. Algunos eran tan significativos que no pudo evitar estrecharlos contra su pecho.
—Los conseguiste… —dijo en un susurro.
—Como prometí… —respondió
—Lamento mi reacción, pero… creí que eras otra persona… —agregó Ivar en cuanto Jade regresó con la blusa nueva que le ofreció—. No quise asustarte. —No se preocupe… Está bien —contestó con ternura. Notaba que Ivar parecía torturado—. Entenderé si… no me quedo con el empleo. —El empleo es tuyo, si aún lo quieres… —añadió Ivar avergonzado por lo ocurrido. —¡Sí! ¡Por favor! —exclamó y se acercó hasta plantarse del otro lado del escritorio. Entre más cerca estaba de Ivar, más nervioso lo ponía—. Soy muy organizada y sé taquigrafía y mecanografía. Ya he trabajado antes como ayudante… Ivar, entre más la veía, con esa alegría y espontaneidad, más pensaba en Esme. Jade tenía la misma edad, la misma complexión, la misma mirada y hasta la misma voz. Dentro de su corazón, Ivar podía imaginarse que había vuelto, pero sin recordar todo lo malo que había pasado. —…¿Está bien? —preguntó Jade notando el desconcierto en su nuevo jefe—. Su teléfono está vibrando. La pantalla estaba prendida y el n
Jade agachó la mirada, llena de rencor. Jacob no era el hombre bueno que la gente de la ciudad, incluida Morgan, recordaban. Cuando Lenna descubrió estar embarazada de gemelas, su situación económica no era la mejor, así que Jacob Turner la condicionó a solo tener una, la otra la darían en adopción. Mientras Esme creció en un entorno dulce y modesto, amada por su querido padre y hermana, Jade permaneció en una familia muy diferente, su madre adoptiva era paciente de Lenna y no le fue difícil convencerla de adoptar a la niña y permitir que Lenna siguiera teniendo contacto con ella. —Lo sé… —respondió Jade entre dientes—. Solo dame tiempo. Todo se resolverá en la exposición de joyería de Artika… Ivar mismo te sacará de la cárcel y Morgan y yo estaremos muy lejos de la ciudad para cuando el CEO de hierro pierda todo. —No hables, demuéstralo con hechos —agregó Lenna molesta mientras una policía la tomaba por el brazo. La hora de las visitas había terminado. ***Ante las cámaras del ev
—Aquí no nos encontrará… —dijo Jade invitando a Morgan a entrar a su refugio. El sótano de un edificio de departamentos que estaba adaptado como un departamento más. La dueña era vieja y ciega, así como apática, mientras no se metieran con ella, ella no haría preguntas.—Tengo tantas dudas… —agregó Morgan viendo fijamente a su hermana, escéptica. Hace años, había visto el auto que conducía cuando se accidentó, era imposible que hubiera sobrevivido a algo así.—Por eso estamos aquí, porque te voy a explicar todo, Morgan… Todo lo que ocurrió desde el momento en que te fuiste a estudiar a esa universidad, y principalmente… como Ivar Haugen destruyó mi vida, me usó y me desechó, sin piedad, como si no estuviera consciente de que también soy humana… Justo como te iba a pasar a ti de seguir a su lado…Los ojos de Morgan se humedecieron y tragó saliva intentando humectar su garganta seca. Sus manos instintivamente se posaron en su vientre. —…Siéntate, pues es una muy larga historia —agregó
Ivar, después de saber que Jade le había entregado los bocetos a Cristina, terminó de comprender que todo había sido una maldita y rebuscada trampa, y no había tenido la pericia para descubrirlo antes. —¡Carajo! —gritó con fuerza al mismo tiempo que pateó su mesita de noche, haciendo que el cajón se abriera y le mostrara esa mascada que alguna vez le robó a Morgan. La tomó con delicadeza, acariciándola con la misma dulzura que acariciaría la piel de su esposa, y la pegó a sus labios.De pronto su celular comenzó a sonar, era el número de Morgan. No dudó al contestar.—Morgan, tenemos que hablar, tenemos que arreglar las cosas. Por favor… —¡Fantástico! ¡El CEO de hierro suplicando! —dijo Jade divertida—. ¿Por qué le suplicas a Morgan, pero a Esme la dejaste morir? ¿Qué tiene Morgan que Esme nunca pudo darte? Ivar apretó los dientes, evitando caer en provocaciones. —¿Dónde está Morgan? —preguntó con un gruñido.—Bien, lejos de ti… —La alegría de Jade se disolvió—. Te dije que comenz
Morgan siguió escapando, escondiéndose y metiéndose en pasillos rebuscados. Su abdomen abultado le restaba agilidad, pero no se rindió hasta que sus pasos la alejaron de sus perseguidores y la llevaron hasta esa tienda de ropa. Entró rápidamente y la encargada, preocupada, se acercó: —Señora, ¿está bien? —Quiero hablar con tu jefe, quiero hablar con Elliot —exclamó ansiosa, alejándose de las vitrinas y las puertas de cristal. —¿Cómo dijo? —La señorita no parecía comprender. —¡Por favor! ¡No tengo tiempo! —suplicó desesperada. En ese momento las puertas de la tienda se abrieron y ella retrocedió, temerosa de que se tratara de Ivar. Sus pasos la llevaro
Esa noche Morgan disfrutó de las comodidades del amplio cuarto que le brindó Elliot. Tomó un baño e intentó mantener la mente serena, no quería pensar en Ivar, tampoco en Esme, no quería volver a llorar en ese día. Tenía algo más importante por lo que preocuparse y eso era su hijo. —¿Señora? —preguntó la sirvienta con una amplia sonrisa, mientras Morgan se revolvía entre las sábanas—. El desayuno está listo.Como si se tratara de un zombie, Morgan salió de la cama, con el cabello alborotado y aún somnolienta. La mujer se acercó con un cepillo para organizar esos cabellos oscuros y le ofreció una bata de seda para cubrirse. Morgan se sentía como una princesa.—Gracias, pero no era necesario —dijo apenada.—Es la primera vez que el señor Elliot trae a una chica tan encantadora… Es nuestro deber tratarla bien —agregó la mujer con una amplia sonrisa. —Ah… Creo que se confunde… —Morgan temía que se hubiera hecho una mala idea de su relación con Elliot.***Llegaron al comedor, el desayun
Durante ese tiempo, Morgan había sido el cerebro y Debbie la cara. Ella se encargaba de explicar, ante la prensa y medios de comunicación, la joyería que se exponía, como si fuera la mismísima creadora. Aprendía diálogos y estudiaba lo que Morgan le encargaba. Ese era el acuerdo para que Morgan pasara desapercibida. —Debbie, solo necesitas dos neuronas para aprendértelo… —dijo Morgan molesta y le quitó el papel que sostenía su hermanastra—. Lo haré más simple. ¿Qué pasa si te hacen una pregunta difícil? —Contestó: «Ese es un secreto que me es imposible revelar» —agregó Debbie con una sonrisa fingida y un tono afable, igual al que usaba con los periodistas. —Perfecto… Te entrego el resumen en una hora. ¿Ya llegó el estaño que encargué y revisaron los hornos? Debbie tocó un par de veces a la puerta de ese imponente pent-house, no esperaba menos del hombre que alguna vez fue su jefe. Pese a que sus ingresos habían disminuido, su estilo de vida no se había diezmado mucho.La puerta se abrió y la antigua ama de llaves de la villa Haugen fue quién las recibió con su sonrisa y mirada gentil.—¿Se encuentra el señor Haugen? —preguntó Debbie tragando saliva. No quería verlo, sentía que las piernas le temblaban de miedo.—Claro, ¿quién lo busca? —preguntó Betty manteniendo su actitud bonachona.—La señora Esther Turner —intervino con elegancia.Capítulo 48: El nuevo CEO.