Morgan siguió escapando, escondiéndose y metiéndose en pasillos rebuscados. Su abdomen abultado le restaba agilidad, pero no se rindió hasta que sus pasos la alejaron de sus perseguidores y la llevaron hasta esa tienda de ropa.
Entró rápidamente y la encargada, preocupada, se acercó:
—Señora, ¿está bien?
—Quiero hablar con tu jefe, quiero hablar con Elliot —exclamó ansiosa, alejándose de las vitrinas y las puertas de cristal.
—¿Cómo dijo? —La señorita no parecía comprender.
—¡Por favor! ¡No tengo tiempo! —suplicó desesperada.
En ese momento las puertas de la tienda se abrieron y ella retrocedió, temerosa de que se tratara de Ivar. Sus pasos la llevaro
Esa noche Morgan disfrutó de las comodidades del amplio cuarto que le brindó Elliot. Tomó un baño e intentó mantener la mente serena, no quería pensar en Ivar, tampoco en Esme, no quería volver a llorar en ese día. Tenía algo más importante por lo que preocuparse y eso era su hijo. —¿Señora? —preguntó la sirvienta con una amplia sonrisa, mientras Morgan se revolvía entre las sábanas—. El desayuno está listo.Como si se tratara de un zombie, Morgan salió de la cama, con el cabello alborotado y aún somnolienta. La mujer se acercó con un cepillo para organizar esos cabellos oscuros y le ofreció una bata de seda para cubrirse. Morgan se sentía como una princesa.—Gracias, pero no era necesario —dijo apenada.—Es la primera vez que el señor Elliot trae a una chica tan encantadora… Es nuestro deber tratarla bien —agregó la mujer con una amplia sonrisa. —Ah… Creo que se confunde… —Morgan temía que se hubiera hecho una mala idea de su relación con Elliot.***Llegaron al comedor, el desayun
Durante ese tiempo, Morgan había sido el cerebro y Debbie la cara. Ella se encargaba de explicar, ante la prensa y medios de comunicación, la joyería que se exponía, como si fuera la mismísima creadora. Aprendía diálogos y estudiaba lo que Morgan le encargaba. Ese era el acuerdo para que Morgan pasara desapercibida. —Debbie, solo necesitas dos neuronas para aprendértelo… —dijo Morgan molesta y le quitó el papel que sostenía su hermanastra—. Lo haré más simple. ¿Qué pasa si te hacen una pregunta difícil? —Contestó: «Ese es un secreto que me es imposible revelar» —agregó Debbie con una sonrisa fingida y un tono afable, igual al que usaba con los periodistas. —Perfecto… Te entrego el resumen en una hora. ¿Ya llegó el estaño que encargué y revisaron los hornos? Debbie tocó un par de veces a la puerta de ese imponente pent-house, no esperaba menos del hombre que alguna vez fue su jefe. Pese a que sus ingresos habían disminuido, su estilo de vida no se había diezmado mucho.La puerta se abrió y la antigua ama de llaves de la villa Haugen fue quién las recibió con su sonrisa y mirada gentil.—¿Se encuentra el señor Haugen? —preguntó Debbie tragando saliva. No quería verlo, sentía que las piernas le temblaban de miedo.—Claro, ¿quién lo busca? —preguntó Betty manteniendo su actitud bonachona.—La señora Esther Turner —intervino con elegancia.Capítulo 48: El nuevo CEO.
La ausencia de Morgan en la junta no sorprendió a Ivar, mucho menos a Esther. Todos los ejecutivos estaban ansiosos por trabajar con el señor Haugen, conociendo su trayectoria, podían apostar que la empresa mejoraría aún más.Cuando finalizó la reunión, Ivar entró a su nueva oficina, parecía un cascarón viejo que con el tiempo se encargaría de personalizar.—Llama a tu directora de diseño de joyería —dijo mientras le daba la espalda a Debbie.—¿A Morgan? —preguntó sorprendida.—Sí, dile que quiero hablar con ella con urgencia… —Cuando volteó hacia Debbie se dio cuenta que no era la misma chica que h
—Morgan, ¿recuerdas lo que te dije al principio, la parte donde te pedí que te deshicieras de tu orgullo? Bueno, no puedo decirte que tu ausencia significará un retroceso muy grande en la empresa, pero sí puedo decirte que la maravillosa vida que tiene tu hija viviendo en esta enorme casa, con una nana que la sigue a todos lados, durmiendo tranquila en su enorme habitación y recibiendo los mejores tratos, no lo conseguirás en otro lado. ¿No lo has pensado? —agregó Esther con tranquilidad.—Si otros niños pueden crecer en un ambiente menos ostentoso, ¿por qué ella no? —Morgan no quería ceder, pero sabía que su hija no se merecía menos de lo que tenía y no se sentía muy capaz de poder ofrecérselo.—Morgan, no m
—Ya es noche, ¿cómo planeas regresar a casa? —preguntó Ivar sin despegar la mirada de sus documentos—. ¿Traes auto?—No, suelo moverme en transporte público…La respuesta sorprendió a Ivar.—¿Eres la nieta de la dueña de la empresa y te mueves en transporte público?—Tengo cosas más importantes en las cuales invertir que en un auto —dijo levantando los hombros. Todas las ganancias que había obtenido desde que entró a trabajar iban destinadas al futuro de Erya.—En la entrada está mi chofer, le diré que te lleve a tu casa —contestó Ivar como si f
—¡Ivar! ¡Qué gusto verte! —exclamó la esposa del gobernador, abrazando al CEO con fuerza y dejando su labial rojo marcado en su mejilla.La mujer era muy joven para ser la esposa de un hombre tan viejo y poderoso, y no disimulaba derretirse en deseo por Ivar, aunque parecía que a su esposo no le importaba.—Vimos la joyería que presentaron en la exposición nacional, fue impresionante —dijo el gobernador estrechando la mano de Morgan—. ¿Cómo logra tener tantas piezas únicas?La pregunta la desconcertó. Todos creían que la verdadera creadora era Debbie. ¿Por qué el gobernador le hablaba a ella de esa forma?—Nuestra directora de dise&nti
En la entrada de la oficina de Morgan, Eyra notó sobre el piso unos caramelos que le resultaban conocidos, uno detrás de otro, invitándola a salir. Morgan estaba con los orfebres y Debbie coqueteando con uno de los oficinistas, no había moros en la costa y aprovechando su buena suerte, se acercó al primer dulce de una larga fila de caramelos.Con emoción y dando brinquitos, fue tomando los duces hasta que llegó a la oficina de Ivar sin darse cuenta. En cuanto entró, descubrió sobre el escritorio un tazón de tamaño considerable lleno de esas golosinas. Con una sonrisa pícara, se acercó dando más saltitos y estiró sus manitas para alcanzar el recipiente.Cuando estaba a punto de obtener su tesoro, un par de enormes manos la levantaron y la estrecharon con dulzura.—Te atrapé —dijo Ivar con media sonrisa mientras la niña reía div