—Aquí no nos encontrará… —dijo Jade invitando a Morgan a entrar a su refugio. El sótano de un edificio de departamentos que estaba adaptado como un departamento más. La dueña era vieja y ciega, así como apática, mientras no se metieran con ella, ella no haría preguntas.—Tengo tantas dudas… —agregó Morgan viendo fijamente a su hermana, escéptica. Hace años, había visto el auto que conducía cuando se accidentó, era imposible que hubiera sobrevivido a algo así.—Por eso estamos aquí, porque te voy a explicar todo, Morgan… Todo lo que ocurrió desde el momento en que te fuiste a estudiar a esa universidad, y principalmente… como Ivar Haugen destruyó mi vida, me usó y me desechó, sin piedad, como si no estuviera consciente de que también soy humana… Justo como te iba a pasar a ti de seguir a su lado…Los ojos de Morgan se humedecieron y tragó saliva intentando humectar su garganta seca. Sus manos instintivamente se posaron en su vientre. —…Siéntate, pues es una muy larga historia —agregó
Ivar, después de saber que Jade le había entregado los bocetos a Cristina, terminó de comprender que todo había sido una maldita y rebuscada trampa, y no había tenido la pericia para descubrirlo antes. —¡Carajo! —gritó con fuerza al mismo tiempo que pateó su mesita de noche, haciendo que el cajón se abriera y le mostrara esa mascada que alguna vez le robó a Morgan. La tomó con delicadeza, acariciándola con la misma dulzura que acariciaría la piel de su esposa, y la pegó a sus labios.De pronto su celular comenzó a sonar, era el número de Morgan. No dudó al contestar.—Morgan, tenemos que hablar, tenemos que arreglar las cosas. Por favor… —¡Fantástico! ¡El CEO de hierro suplicando! —dijo Jade divertida—. ¿Por qué le suplicas a Morgan, pero a Esme la dejaste morir? ¿Qué tiene Morgan que Esme nunca pudo darte? Ivar apretó los dientes, evitando caer en provocaciones. —¿Dónde está Morgan? —preguntó con un gruñido.—Bien, lejos de ti… —La alegría de Jade se disolvió—. Te dije que comenz
Morgan siguió escapando, escondiéndose y metiéndose en pasillos rebuscados. Su abdomen abultado le restaba agilidad, pero no se rindió hasta que sus pasos la alejaron de sus perseguidores y la llevaron hasta esa tienda de ropa. Entró rápidamente y la encargada, preocupada, se acercó: —Señora, ¿está bien? —Quiero hablar con tu jefe, quiero hablar con Elliot —exclamó ansiosa, alejándose de las vitrinas y las puertas de cristal. —¿Cómo dijo? —La señorita no parecía comprender. —¡Por favor! ¡No tengo tiempo! —suplicó desesperada. En ese momento las puertas de la tienda se abrieron y ella retrocedió, temerosa de que se tratara de Ivar. Sus pasos la llevaro
Esa noche Morgan disfrutó de las comodidades del amplio cuarto que le brindó Elliot. Tomó un baño e intentó mantener la mente serena, no quería pensar en Ivar, tampoco en Esme, no quería volver a llorar en ese día. Tenía algo más importante por lo que preocuparse y eso era su hijo. —¿Señora? —preguntó la sirvienta con una amplia sonrisa, mientras Morgan se revolvía entre las sábanas—. El desayuno está listo.Como si se tratara de un zombie, Morgan salió de la cama, con el cabello alborotado y aún somnolienta. La mujer se acercó con un cepillo para organizar esos cabellos oscuros y le ofreció una bata de seda para cubrirse. Morgan se sentía como una princesa.—Gracias, pero no era necesario —dijo apenada.—Es la primera vez que el señor Elliot trae a una chica tan encantadora… Es nuestro deber tratarla bien —agregó la mujer con una amplia sonrisa. —Ah… Creo que se confunde… —Morgan temía que se hubiera hecho una mala idea de su relación con Elliot.***Llegaron al comedor, el desayun
Durante ese tiempo, Morgan había sido el cerebro y Debbie la cara. Ella se encargaba de explicar, ante la prensa y medios de comunicación, la joyería que se exponía, como si fuera la mismísima creadora. Aprendía diálogos y estudiaba lo que Morgan le encargaba. Ese era el acuerdo para que Morgan pasara desapercibida. —Debbie, solo necesitas dos neuronas para aprendértelo… —dijo Morgan molesta y le quitó el papel que sostenía su hermanastra—. Lo haré más simple. ¿Qué pasa si te hacen una pregunta difícil? —Contestó: «Ese es un secreto que me es imposible revelar» —agregó Debbie con una sonrisa fingida y un tono afable, igual al que usaba con los periodistas. —Perfecto… Te entrego el resumen en una hora. ¿Ya llegó el estaño que encargué y revisaron los hornos? Debbie tocó un par de veces a la puerta de ese imponente pent-house, no esperaba menos del hombre que alguna vez fue su jefe. Pese a que sus ingresos habían disminuido, su estilo de vida no se había diezmado mucho.La puerta se abrió y la antigua ama de llaves de la villa Haugen fue quién las recibió con su sonrisa y mirada gentil.—¿Se encuentra el señor Haugen? —preguntó Debbie tragando saliva. No quería verlo, sentía que las piernas le temblaban de miedo.—Claro, ¿quién lo busca? —preguntó Betty manteniendo su actitud bonachona.—La señora Esther Turner —intervino con elegancia.Capítulo 48: El nuevo CEO.
La ausencia de Morgan en la junta no sorprendió a Ivar, mucho menos a Esther. Todos los ejecutivos estaban ansiosos por trabajar con el señor Haugen, conociendo su trayectoria, podían apostar que la empresa mejoraría aún más.Cuando finalizó la reunión, Ivar entró a su nueva oficina, parecía un cascarón viejo que con el tiempo se encargaría de personalizar.—Llama a tu directora de diseño de joyería —dijo mientras le daba la espalda a Debbie.—¿A Morgan? —preguntó sorprendida.—Sí, dile que quiero hablar con ella con urgencia… —Cuando volteó hacia Debbie se dio cuenta que no era la misma chica que h
—Morgan, ¿recuerdas lo que te dije al principio, la parte donde te pedí que te deshicieras de tu orgullo? Bueno, no puedo decirte que tu ausencia significará un retroceso muy grande en la empresa, pero sí puedo decirte que la maravillosa vida que tiene tu hija viviendo en esta enorme casa, con una nana que la sigue a todos lados, durmiendo tranquila en su enorme habitación y recibiendo los mejores tratos, no lo conseguirás en otro lado. ¿No lo has pensado? —agregó Esther con tranquilidad.—Si otros niños pueden crecer en un ambiente menos ostentoso, ¿por qué ella no? —Morgan no quería ceder, pero sabía que su hija no se merecía menos de lo que tenía y no se sentía muy capaz de poder ofrecérselo.—Morgan, no m