2: Voluntaria.

Narra Marina.

Conozco a la familia Duque mucho antes de que pudiese tener frente a frente a René. Y la razón es porque fui compañera de cuarto de Rodrigo, uno de sus hermanos.

Rodrigo Duque siempre ha sido un chico demasiado tímido y callado. No compartimos mucho durante el tiempo en que estuvimos en la misma habitación - un año académico - pero un día, tras haber sido golpeado algo brutalmente, siendo lo más afectado su pierna, fui yo quien se encargó de cuidarlo, entre pocas palabras, silencio y música latina; así que  luego de que sanara me invitó a la inauguración del centro comercial de sus padres.

Allí conocí a todos los integrantes, a excepción de René, quien estaba en ese momento siendo uno de los jugadores en la serie del Caribe, representando a su país. También puedo decir que comí mucha comida latina y bailé algo llamado Merengue por vez primera, con otro de los hermanos Duque.

Por un buen tiempo se mantuvo el rumor de que Rodrigo y yo salíamos, pero eso se desmintió pronto, pues él sabía que fuera de mi vida rutinariamente estudiantil  tenía una especie de “aventura seria” con un chico de último año en mi carrera, por lo que, cuando Rodrigo fue cambiado de habitación me hizo saber que su familia estaba muy decepcionada de que yo no hubiese sido su novia.

—¿Y tú? —curioseé—. ¿También estás decepcionado?

Rodrigo inmediatamente se sonrojó, yo no quise reír pero se me escapó una pequeña risa.

—No. Yo también tengo una "aventura seria".

Tras guiñarme el ojo, con una sonrisa se fue, dejándome bastante sorprendida.

Ni siquiera hice el intento de seguir en contacto con él aunque estuviésemos en la misma universidad, así que no lo volví a ver hasta la primera vez que pisé su casa, acompañada del manager de su hermano, Patch.

—¿Hace cuánto que no vas?

—¿Ah? —Volteo hacia Hillary, mi mejor amiga—. ¿A la casa de los Duque?

—¿Ahora ves que sí se te nota demasiado que cuentas las horas para volver a tocarlo? Eres una pervertida… —Me lanza el cojín y se lo devuelvo, ella ríe—. Sabes que sí.

—Hillary, yo no estoy tan desesperada...

Mi teléfono se enciende mostrándome el nombre de René Duque y rápido lo contesto.

Mi mejor amiga me mira con los ojos casi cerrados.

—Señor Duque.

Mi acompañante me vuelve a tirar el cojín.

—Marina, feliz tarde, ¿cómo estás?

—Bien... Feliz... —Hilla y yo comenzamos una guerra mientras nos correteamos por toda la casa y yo pretendo responder bien—. ¡Feliz tarde!

—¿Estás... ocupada? —cuestiona René.

Le tiro el cojín dándole en su pecho y ella cae dramáticamente en el sofá.

—No...

Me doy vuelta pero recibo otro cojinazo en la cabeza, haciéndome gemir adolorida.

—... Sí estás ocupada, de verdad puedo...

—No, señor Duque. —Señalo a la castaña con seriedad—. Solo es la celosa de mi mejor amiga que no comparte ni su oxígeno.

Ella abre la boca haciéndose la ofendida.

—Ah...

Y me sonrojo porque siento que me he escuchado demasiado infantil.

—Dígame.

—Va a ver una jornada de vacunación, exámenes especiales y... ehm mis padres quieren saber si tú puedes ayudarnos con consultas para los niños porque...

—De acuerdo.

Han pasado solo unos días desde la última vez que lo vi. No me ha dado tiempo de investigar casi nada sobre él más de los googleado porque, la verdad me mantengo bastante ocupada, a excepción de los sábados como hoy, o los domingos.

—Oh, perfecto. Te lo agradecemos mucho, Marina. La cita está pautada para mañana a las nueve ¿te parece bien? —cuestiona.

—Sí, a las nueve entonces.

—Vale, Marina, que tengas feliz tarde.

—Igualmente, señor Duque.

—Gracias, bye.

—Bye...

Tras colgar doy un brinco al tener cerca a mi mejor amiga.

—¿Decías...?

—Quiere que sea voluntaria en una jornada.

Salgo de la cocina dándole la espalda.

—¿Te pagará?

—Seré voluntariaaaa.

—Pero debe pagarte, ¿no? Al menos con cuerpo…

Le tapo la boca mientras la arrastro fuera de mi apartamento.

—Gracias por tu visita, cariño, ¡chaooo!

La escucho reír detrás de la puerta y yo también lo hago. Sé que no ha hecho el comentario en serio, pues ella siempre ha sido un poco sobreprotectora conmigo, por lo que no le gusta que me tome las cosas tan a la ligera ya que sabe que he tenido malas experiencias por ello.

Suspiro. Mañana es mi momento para mantener una conversación con René de verdad. Solo espero no echarlo a perder.

La cantidad de personas que veo apenas piso el campo de béisbol infantil, perteneciente a la familia Duque, me hace respirar profundo.

No soy naturalmente sociable, pero siempre sobrepaso mi fuerza de voluntad en momentos como estos.

—Señor Duque… —Hago un asentimiento de cabeza en saludo hacia el padre de René—. Es un placer estar aquí.

—Y un gusto para todos que estés aquí, señorita Grimaldi.

Caminamos uno del lado del otro y de inmediato recibo la mirada de algunas personas, como de la mayoría de sus hijos.

—¡Marina! —Su esposa Natalia me da un cálido abrazo que recibo con gusto. Cada que mi camino se cruza con el de ella hace lo mismo. No sé qué tanto he hecho para merecerlo—. Qué bueno que estés aquí, ven conmigo.

Siendo arrastrada por el medio del campo por la señora Duque veo en la distancia a tres hermanos saludarme con las manos alzadas; no obstante, para cuando todos se dan cuenta, se ven de forma extraña. Yo prefiero ignorar eso.

Entramos a una de las carpas, es azul y tiene en lo que sería él techo estrellas de colores colgando, ideal ambiente para un niño.

—Hay una gran cola allá afuera, la mayoría son de los equipos de béisbol pero otros también son del vecindario, ¿crees que puedes con ellos?

—Claro que sí… —respondo con una sonrisa, aunque realmente pienso que es demasiado.

—De todos modos Roxana y Rodrigo vendrán a darte una mano.

Asiento cuando ella se va, y detallo la mesa plástica igual que la silla; forradas de vestidos de  color azul pastel, un bol lleno de chicles y caramelos, así como una libreta y lapiceros. Mientras que del otro lado, al frente mejor dicho, hay una costosa camilla equipada con todo lo que pueda necesitar.

—Hay demasiados niños allá afuera… —Escucho una voz femenina por lo que me giro hasta ella—. Hola, aquí Roxana.

El carisma en su voz me hace sonreírle.

—Sí te reconozco. Aunque no lo creas eres muy diferente físicamente de tu gemela.

Ahora que lo pienso, con tantos hijos, no sé cómo es que han podido criarlos.

—Ohh Rafaela… —Ella toma un caramelo y lo mete a su boca—. Todo lo que hago ella lo hace. No me sorprende que sienta que como algo dulce ahora y quiera comerlo también. Es casi igual de seguro como que todo el mundo prefiere a las hermanas Duque que los hermanos Duque…

Lo dice en tono bromista, así que rio un poco.

—Eso es mentira… —La voz masculina me hace sentir nerviosa de repente.

Cuando mi mirada de cruza con la de René por alguna razón sus músculos se tensan, pero su mirada brilla de forma extraña hacia mí.

Que sea así de extraño también lo hace bastante atractivo. Es más, es una tortura.

Carajos.

Veo a Roxana cruzarse de brazos.

—Esperábamos a Rodri.

—Pues estoy yo… —El castaño le hace un levantamiento de ceja y luego me ve con una sonrisa rápida—. ¿Lista?

—Sí.

Roxana nos ve a ambos de forma extraña y caminando hacia afuera dice:

—Yo me encargo de ellos desde afuera.

Cuando sale me veo en la penosa desesperación de no saber qué hacer con exactitud; por lo que después de dar unas dos vueltas en mi sitio termino por sentarme rápido en la silla y fingir que estoy concentrada en la libreta porque René tiene puesta una bermuda color marrón que le queda demasiado bien y no sé si pueda controlar mucho el no verlo demasiado.

Me siento bastante ridícula ahora mismo. Y es que a veces olvido que he tenido acceso a él en estos dos meses de forma… íntima.

¡Profesional, Marina! Sí, profesional.

Siento que mis mejillas se van a poner rojas y tomo un caramelo como escape.

Yo solo vengo a ser voluntaria.

Aunque sé que darle ayuda  a los niños no es la única razón de mi presencia aquí, sentada, siendo profundamente inspeccionada por el guapo del beisbolista de Chicago.

—¿Para qué soy bueno?

Suspiro con pesadez, ¿cómo le digo que no es necesario que haga ese tipo de preguntas porque siempre hace todo a la perfección? No me sorprendería si tiene conocimientos de medicina, de fisioterapia, de psicología, o si tiene Masters en ser bueno en la... cosas que no puedo pensar ahora mismo porque me harían decir “Aló”, en lugar de “Hola”.

En cuanto su hermana hace pasar al primer niño, le hago un chequeo normal; le pregunto si ha tenido alguna caída, el niño responde que la semana pasada se golpeó con su mismo b**e en la nalga derecha pero que su doctor le dijo que estaría bien; delante de su madre lo reviso, mientras le narro a René lo que debe anotar en la libreta, le hago saber lo que necesita para que la marca desaparezca con más eficiencia, y el castaño no se tarda en conseguir la crema entre una caja que no sabía que estaba aquí.

Rápido pasa un niño tras otro, y a decir verdad, casi ni tengo tiempo en dirigirme hacia el beisbolista sobre algo que no sean los niños, por lo que, cuando Roxana entra con comida, me doy cuenta que ya es medio día y que tal vez he visto más caras de niños en estas horas que en toda mi vida.

Tomo bastante agua porque estoy demasiado seca y de reojo veo a René observarme, luego a su hermana quien lo ve a él.

—Muchas gracias… —Me limpio la boca cuando por los nervios se me chorrea un poco—. ¿Cómo va todo allá afuera?

—Solo te diré que comas, porque no han llegado a la mitad. Hay más niños —nos dice con una sonrisa para irse.

Me dejo caer en la silla mientras veo al castaño sentarse encima de la camilla con la comida envasada en manos.

Es comida latina y amo que así sea.

—Marina… —Cuando me llama respiro profundo para verlo—. ¿Hiciste algún técnico en enfermería o algo así?

Asiento.

—Tengo tres títulos; fisioterapia, enfermería y técnico en masajes anti-estrés.

—Oh vaya, perdón… —Alza las cejas con una sonrisa algo asombrada—. Eso no lo sabía, me hace sentir...

—¿Cómo? —Quiero saber cuando se tarda bastante en completar la frase.

—Algo inútil, la verdad.

Ambos reímos.

—Eso es una completa mentira —le digo después de tragar—. Eres un beisbolista profesional, eres en parte empresario, filántropo. No son cosas por las cuales debas sentirte inútil.

—Bueno… —Él mastica y me siento ansiosa cuando veo las venas de su cuello estirarse—. Solo tengo un título universitario, el de administración, sabes.

—Sí… —Tomo más agua, como si eso pueda calmar el hecho de que tengo mucho calor ahora mismo y no solo porque es medio día y el sol pega de frente; sino porque ahora él afinca sus codos de sus fuertes piernas, encorvándose y dirigiendo su atención completa en mí—. Pero con un solo título universitario haz hecho más que otros con cinco así que... —Le sonrío—. La que me siento inútil soy yo ahora.

—No, no, no. —Me mira con reproche—. No quiero que vuelvas a decir eso, Marina. Te lo prohíbo.

Ha usado un tono diferente, algo demandante.

—¿Me lo prohíbes?

René justo ahora tiene una mirada que me causa escalofríos. Es oscura, al punto en que parece irreal por lo profunda que es.

—Sí, bueno... —Mira hacia otro lado mientras yo me concentro en comer porque me siento rara—. A simple vista se nota que trabajas mucho para conseguir lo que quieres, así que... no creo que sea un sentimiento coherente o justo para ti. Cada quien tiene su tiempo, Marina. Quizá piensas que no le has dado al mundo lo que quieres, pero cuando estás en tu labor, como hace un momento, las personas se dan cuenta que lo das todo; paciencia, dedicación, amor por ello, y una sonrisa. Eso es todo lo que necesita el mundo en estos tiempos, ¿no lo crees?

¿Ah? ¿Las personas o él?

Comienzo a masticar rápido cuando me doy cuenta que no lo he hecho por quedarme mirándolo con fijeza mientras hablaba.

—Ajá, sí… —Vuelvo a tomar agua—. Todo eso, por supuesto.

Él ríe, y finjo que ello no le hace algo a mi sistema nervioso.

—¿De qué te ríes? —le pregunto con una sonrisa.

¿En qué momento comencé a sentir que hemos cruzado alguna línea?

—Nada, Marina… —Veo su manzana de Adán bajar y subir de repente mientras toma el envase de comida en sus manos—. Voy a esperar afuera.

De un salto cae de pie a la grama, se va, y me deja respirando agitadamente porque cada que lo he visto partir no puedo evitar pensar en lo mucho que me gusta su estúpido trasero.

Además de todo lo que ya he descrito antes de él, también es bueno con las palabras, se escucha humilde y sin maldad alguna.

Pero es precisamente su aura de chico perfecto lo que me hace querer descubrir qué es lo que hay de malo en él.

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