En cuanto René le da un sorbo al vino lo veo soltar un exhalo, luce aliviado, casi ido.
—Hace años que no me sentía como me siento ahora —expresa viéndome—. Tus manos, wow. No creo que todos nazcan para ello, ¿por qué decidiste hacer esto?¿El invitarlo a mi apartamento pretendiendo hacer alguna estupidez o ser fisioterapeuta y masajista?—Veo el cuerpo humano como una obra de arte que debe ser tratada como lo que es… —Después de beber varios tragos también lo veo—. Mi abuelo era escultor, me enseñó algunas cosas. Mi abuela fue doctora, creo que de alguna forma las dos cosas se alinearon… —Suspiro—. Un día le estaba dando un masaje al abuelo y juró que sintió que un ángel lo hacía.—No mentía. —Me sonríe—. ¿Y los han recibido ahora que eres una experta?Siento mi pecho hundirse.—Ambos murieron antes de que pudiese graduarme de secundaria —le confieso. René pone una cara muy apenada, y antes de que vaya a decir lo que todo mundo dice, yo lo interrumpo—. Murieron felices, juntos, como siempre estuvieron. Dolió pero, aprendí mucho de ellos después de su deceso.—¿Fueron tu motivación?—Fueron mi ancla para tener todo lo que tengo ahora… —Le sonrío sintiéndome nostálgica.No le había comentado a nadie esto desde que se lo confesé a Hillary, pero mis abuelos realmente son la causa de que sea tan madura ahora.—Vaya… —Él toma otro sorbo, y rápido pierde la vista en los claveles—. Tomaste una flor marchita y la hiciste florecer.—Eso mismo.Siento que es suficiente. No me agrada del todo tener que comentar mis cosas de familia, así que rápido pienso en Karen, su cuñada, en el hecho de que anoche él parecía otro y que es ella quien sabe lo que él esconde.—¿Desde hace cuánto vives en Chicago? —me pregunta.—¿Se nota que no soy de aquí? —Rio un poco sirviéndonos más vino.Él sacude la cabeza con una sonrisa.—Tu apellido no es muy gringo.—Bueno, viví dos años en Italia. Luego la familia completa se vino al cumplir el sueño americano y... el resto de mi vida lo he pasado aquí.Bufo un poco de forma disimulada porque no quiero seguir hablando de esto.—Jamás me crucé antes contigo… —Me mira de nuevo profundamente—. Siempre estuve en todas partes, no hay lugar de Chicago que no conozca. En el barrio estuve la mayor parte de mi pubertad.—Tal vez no era el momento de encontrarnos. —Le sonrío.Él también lo hace, pero luego esa sonrisa cálida se borra. Su manzana de Adán sube y baja, veo su cuerpo tensar, pero también noto que él intenta controlarlo.—Así que tú y Karen son mejores amigos… —Muevo el líquido en mi copa—. No voy a mentir ahora, creí que habían tenido algo.René no me mira aunque tiene una sonrisa a boca cerrada. Y para cuando finalmente sé que me verá, bebo rápido lo que queda en mi copa.—Sí. Desde la secundaria.—No imagino lo difícil que fue saber que iba en serio con tu hermano, digo... por lo que comentaste.El beisbolista ríe un poco como si ello le trajera malos recuerdos pero quiere soltarlos de otra forma.—Sí; pero finalmente logramos tolerar todo, es decir, somos familia.—Bueno, esa idea no la comparto. Y me disculpas… —Echo más vino en mi copa, él me detiene cuando quiero echar en la de él, la cual va por la mitad—. No quiero que lo mal intérpretes, pero no veo caso estar rodeado de personas que en lugar de sumarte cosas, solo te crean malos momentos. Sí, entiendo que la familia es lo más importante pero, hay un límite.—Créeme que te entiendo, Marina. Te entiendo a la perfección.Ambos nos miramos a los ojos y ello por alguna razón me causa algo de gracia.—¿Qué es tan gracioso?—Nada —Tomo rápido mi vino.—No creo que sea buena idea que tomes tan rápido, Marina.—Estoy en mi casa.—Pues perdón.Ambos reímos.¿Por qué luce más atractivo de lo que es justo ahora?—Dime algo, René, ¿cuál es el secreto de tu éxito?Lo escucho suspirar, y no me sirvo más vino porque sé que lo beberé rápido y quiero estar bastante cuerda ahora.—En el béisbol, bueno... —Se pasa la mano por una barba que está por crecer—. Creo que al final todo se trata de esfuerzo, sacrificios y perseverancia —responde, aunque sin mirarme.—Eso es cierto —Le señalo un momento—. Comparto eso.—Y bueno... creo que también todo se ha debido a que nunca realmente me ha hecho falta algo, ¿sabes? Mis padres han trabajado mucho por nosotros, para que cuando creciéramos no tuviésemos la excusa de que no fuimos nadie por culpa de ellos. Por eso todo está vuelto un caos ahora mismo con Raúl.—¿El pequeño? —Me cruzo de piernas y me afinco de la mano, no sin antes no poder evitar servirme más vino—. ¿Por qué?—No quiere entrar a la universidad. Dice que para tener éxito no necesita una carrera universitaria y, bueno, no es que no lo apoye pero, no creo que esté tomando una buena decisión.—¿Tú por qué estudiaste administración si siempre fuiste amante del béisbol?René me observa por bastante tiempo, uno en donde me hace dar escalofríos.—Porque necesitaba saber administrar mi dinero.Hay un gracioso silencio que es interrumpido por un eructo mío. Ambos reímos con fuerza, y yo inevitablemente me mudo al sofá grande para estar a su lado.Siento cómo su piel es tan cálida sin siquiera estar piel con piel. Suspiro.¿Qué era lo que yo había pensado antes de que él saliera del cuarto especial?—¿Más? —Levanto la botella, cuando él asiente nos vuelvo a servir—. ¿Entonces qué es lo que escondes?René gira su cara, siento su respiración cerca. Mis pies están estirados hasta la mesita, y puedo ver la crema mentolada que dejé a un lado hace unos instantes. Realmente me siento un poco ligera, pero el dolor en mis hombros no se va.—Todos el mundo tiene un secreto.—No, no hablo de secretos… —Lo señalo con la botella en mano—. Hablo de qué es lo que escondes.—¿A qué te refieres?Dejo la botella a un lado porque ya no me apetece más.—Eres perfecto. —Lo miro sintiéndome inesperadamente valiente—. Pienso que algo muy grande debes estar ocultando, porque no puede haber nadie perfecto en este mundo.Y no, el hecho de que se ponga algo intolerante a ciertas situaciones no es necesario.—¿Tú qué es lo que escondes? —me pregunta él.—Problemas sentimentales, familiares... nada del otro mundo.—No todos tenemos esos problemas.. —debate.—Yo creo que tú sí… —Mi mentón izquierdo cae en su
Narra Marina.Aunque hubiese querido que la alarma no sonara, lo hizo de forma demasiada insistente.Usualmente los martes me levanto más temprano para hacer ejercicios en la mañana antes de irme a trabajar, pero ahora mismo, mientras dejo que el agua caiga sobre mí para despertarme, sé que debería dejarlo para cuando llegue de la clínica.Anoche me quedé dormida después de intentar pedirle disculpas a mi caliente cliente y me siento completamente patética. Estoy avergonzada de mi comportamiento, de la forma en la que me expuse y sobretodo el cómo le he dejado claro que desde hace tiempo me atrae sexualmente.No creo que nadie pueda de verdad contenerse a sentir cosquillas calientes cuando él toca ciertas partes, e intento no echarme la culpa.¡Pero es imposible! Sabía que iba a ocurrir una locura desde el primer instante en que entró por esa puerta y no me detuve siquiera cuando supe que lo que estaba pasando cambiaría de forma drástica, de la peor manera, la relación profesional.Ay
Roberto hace un gesto verdaderamente decepcionado, y no quiero pararle a ello, pero cuando noto que es verdad su sentimiento me siento algo culpable.—No voy a decirte mentiras; eres una encantadora mujer, y si crees que me gustas también es cierto, pero no soy un tarado, y no voy a estar acosándote. No, porque no soy así, y no porque sé que podrías matarme y quiero vivir muchos años, gracias.Vuelvo a sacar el brazo pero otro taxi pasa, es como si él tuviese un cartel en el pecho que diga "no se detengan", así que no me queda más opción que intentar encontrar en sus ojos malas intenciones, pero no las hay. Él no tiene esa mirada terrorífica que incluso a veces tiene su hermano mayor.—Bien. Solo porque quiero llegar rápido a mi apartamento. Y también me interesa saber qué es lo quiere de mí.Segundos después de haber entrado a su auto, así como de haberle dado mi dirección, no puedo dejar de mirar las flores rojas que tengo en mis manos. Son una especie extraña.—Geranios… —Él dice,
Narra René.Me preocupa que, cuando sienta que estará por irse de verdad, vaya a decirle todo lo que he estado conteniéndome.Tengo la mano puesta en mis bolsillos mientras veo fijamente el teléfono en la mesita de noche.Son las once de la noche y ya no creo que vaya a llamar o dejar un mensaje.Me siento idiota.Debí suponer que el mensaje en la tarjeta más las flores serían la peor forma de hacerle sentir que no tenía por qué sentirse avergonzada de lo que había pasado anoche.Pero tal parece que sí lo hace, o peor aún, piensa que me aproveché de ella.Es para mi difícil admitir que en parte sí lo hice porque sabía que estaba mal y no paré. Como también es difícil entender que ella realmente pueda sentirse tan vulnerable en ese sentido por mí.Aunque debo echarle culpa al alcohol, no soy tan ciego. Puedo sentirlo. Y también sé que es cuestión de tiempo para que ninguno pueda resistirse. Sin embargo, que rompamos esa tensión no es el problema; el problema radica en lo que debe y pue
Narra René.—Casi ni has salido de casa —me dice mamá mientras estamos solo ambos tomando café en la gran mesa—. Deberías aprovechar tus vacaciones, hijo.—Para mí vacaciones últimamente es estar en casa con ustedes, mamá.Y no miento, durante los primeros tres años del éxito en la liga americana estuve completamente ausente en casa, teniendo vacaciones con chicas en cada año que al final resultaron ser solo... diferentes a lo que siempre he buscado.Si alguien piensa que es muy fácil conseguir pareja en medio de la fama, es mentira. Mi hermana Rocío es prueba de ello. Así que los últimos años solo me quedo en casa, saliendo pocas veces, conociendo chicas de verdad.La última fue una compañera de trabajo de Rolando, profesora de secundaria. Todo iba bien hace tres meses, hasta la segunda semana en que conocí a Marina, pues terminó lo que sea que estaba buscando conmigo cuando comentó que volvería con el padre de su hija. Así que pronto estoy pensando en Marina de nuevo.—¿Por qué and
Narra Marina.Es viernes.Hace tres días que no veo, escucho, o sé algo de René.Quizás la tarjeta decía algo como: "Me agradaba pasar tiempo contigo, pero tengo miedo de lo que me puedas hacer así que estás despedida"Tal vez solo estoy exagerando. Pero le encuentro una razón lógica. Tal parece que desde el momento en que admití para mí misma que necesito un descanso, los días han sido totalmente agotadores, los veo más largos, los siento más pesados. Y por lo tanto, cada pequeña cosa, como el hecho de que le haya llevado gelatina amarilla a un paciente y no roja como él me lo había pedido, me hace sentir al borde.Hillary solo dice que me estoy matando sola, por querer, pero eso también tiene una razón explicable.Así que por ello he tomado la decisión esta mañana de mandar a hacer mi guardia con una enfermera del turno de noche. No solo para recordar lo que es dormir en paz, hasta tarde, un día de semana, sino para pensar mejor lo que debo hacer respecto a mi caliente cliente y to
Me siento bien profesionalmente cuando tras una larga hora todo acaba, pues sé de nuevo que he cumplido con las expectativas en cuanto noto que Karen se ha quedado profundamente dormida.Me alejo de la chica sabiendo que no tengo más nada que hacer aquí. Quito mi bata, la meto en mi mochila junto a mis materiales, pero justo cuando me doy vuelta para caminar hacia la puerta corrediza, el perfume de René llega a mis fosas nasales.Levanto el mentón encontrándome con sus ojos verde oscuro.—Le ha gustado —opina en tono sereno, aunque con el rostro aún serio.—Sí, eso me alegra. —Miro de reojo a la mujer, y cuando vuelvo a verlo le sonrío a boca cerrada para seguir mi camino.Siento que tengo el corazón en la boca. Prefiero que me diga lo que piensa ahora de mí a que finja que nada pasó.—Marina.—Dígame, señor Duque.—¿Y mi sesión?—¿Ah?Él se acerca quedando a mi frente, con las manos en los bolsillos de su pantalón deportivo que en lugar de darle un toque fresco solo lo hace lucir más
Narra Marina.—Hey, señor Duque ¿para cuándo con los Dodgers? He escuchado que no pierden la fe en usted… —El mesero se acerca.El castaño me ha traído a un restaurante tan elegante y privado que parece solo disponible para personas importantes como él. Así que ambos estamos aquí, luciendo como si no tenemos un centavo encima por nuestra forma de vestir a comparación de los demás.Me sorprende mucho el hecho de que a René no le importe nada más que estar cómodo, pues ni siquiera tiene una chaqueta puesta encima. Luce como si estuviese listo para ir a trotar.Soy consciente de las miradas que él recibe de varias mujeres. Aunque la mayoría son demasiado distinguidas como para hacer parecer que él realmente destaca entre sus hombres de traje caro.El beisbolista sonríe hasta el mesero, y me quedo aquí detallando eso porque luce demasiado bien.—No creo que vaya a pasar eso; pero si pasa, créeme que lo sabrán primero ustedes que yo —le responde de forma simpática.Justo al entrar, un homb