5: Copas de más (1)

En cuanto René le da un sorbo al vino lo veo soltar un exhalo, luce aliviado, casi ido.

—Hace años que no me sentía como me siento ahora —expresa viéndome—. Tus manos, wow. No creo que todos nazcan para ello, ¿por qué decidiste hacer esto?

¿El invitarlo a mi apartamento pretendiendo hacer alguna estupidez o ser fisioterapeuta y masajista?

—Veo el cuerpo humano como una obra de arte que debe ser tratada como lo que es… —Después de beber varios tragos también lo veo—. Mi abuelo era escultor, me enseñó algunas cosas. Mi abuela fue doctora, creo que de alguna forma las dos cosas se alinearon… —Suspiro—. Un día le estaba dando un masaje al abuelo y juró que sintió que un ángel lo hacía.

—No mentía. —Me sonríe—. ¿Y los han recibido ahora que eres una experta?

Siento mi pecho hundirse.

—Ambos murieron antes de que pudiese graduarme de secundaria —le confieso. René pone una cara muy apenada, y antes de que vaya a decir lo que todo mundo dice, yo lo interrumpo—. Murieron felices, juntos, como siempre estuvieron. Dolió pero, aprendí mucho de ellos después de su deceso.

—¿Fueron tu motivación?

—Fueron mi ancla para tener todo lo que tengo ahora… —Le sonrío sintiéndome nostálgica.

No le había comentado a nadie esto desde que se lo confesé a Hillary, pero mis abuelos realmente son la causa de que sea tan madura ahora.

—Vaya… —Él toma otro sorbo, y rápido pierde la vista en los claveles—. Tomaste una flor marchita y la hiciste florecer.

—Eso mismo.

Siento que es suficiente. No me agrada del todo tener que comentar mis cosas de familia, así que rápido pienso en Karen, su cuñada, en el hecho de que anoche él parecía otro y que es ella quien sabe lo que él esconde.

—¿Desde hace cuánto vives en Chicago? —me pregunta.

—¿Se nota que no soy de aquí? —Rio un poco sirviéndonos más vino.

Él sacude la cabeza con una sonrisa.

—Tu apellido no es muy gringo.

—Bueno, viví dos años en Italia. Luego la familia completa se vino al cumplir el sueño americano y... el resto de mi vida lo he pasado aquí.

Bufo un poco de forma disimulada porque no quiero seguir hablando de esto.

—Jamás me crucé antes contigo… —Me mira de nuevo profundamente—. Siempre estuve en todas partes, no hay lugar de Chicago que no conozca. En el barrio estuve la mayor parte de mi pubertad.

—Tal vez no era el momento de encontrarnos. —Le sonrío.

Él también lo hace, pero luego esa sonrisa cálida se borra. Su manzana de Adán sube y baja, veo su cuerpo tensar, pero también noto que él intenta controlarlo.

—Así que tú y Karen son mejores amigos… —Muevo el líquido en mi copa—. No voy a mentir ahora, creí que habían tenido algo.

René no me mira aunque tiene una sonrisa a boca cerrada. Y para cuando finalmente sé que me verá, bebo rápido lo que queda en mi copa.

—Sí. Desde la secundaria.

—No imagino lo difícil que fue saber que iba en serio con tu hermano, digo... por lo que comentaste.

El beisbolista ríe un poco como si ello le trajera malos recuerdos pero quiere soltarlos de otra forma.

—Sí; pero finalmente logramos tolerar todo, es decir, somos familia.

—Bueno, esa idea no la comparto. Y me disculpas… —Echo más vino en mi copa, él me detiene cuando quiero echar en la de él, la cual va por la mitad—. No quiero que lo mal intérpretes, pero no veo caso estar rodeado de personas que en lugar de sumarte cosas, solo te crean malos momentos. Sí, entiendo que la familia es lo más importante pero, hay un límite.

—Créeme que te entiendo, Marina. Te entiendo a la perfección.

Ambos nos miramos a los ojos y ello por alguna razón me causa algo de gracia.

—¿Qué es tan gracioso?

—Nada —Tomo rápido mi vino.

—No creo que sea buena idea que tomes tan rápido, Marina.

—Estoy en mi casa.

—Pues perdón.

Ambos reímos.

¿Por qué luce más atractivo de lo que es justo ahora?

—Dime algo, René, ¿cuál es el secreto de tu éxito?

Lo escucho suspirar, y no me sirvo más vino porque sé que lo beberé rápido y quiero estar bastante cuerda ahora.

—En el béisbol, bueno... —Se pasa la mano por una barba que está por crecer—. Creo que al final todo se trata de esfuerzo, sacrificios y perseverancia —responde, aunque sin mirarme.

—Eso es cierto —Le señalo un momento—. Comparto eso.

—Y bueno... creo que también todo se ha debido a que nunca realmente me ha hecho falta algo, ¿sabes? Mis padres han trabajado mucho por nosotros, para que cuando creciéramos no tuviésemos la excusa de que no fuimos nadie por culpa de ellos. Por eso todo está vuelto un caos ahora mismo con Raúl.

—¿El pequeño? —Me cruzo de piernas y me afinco de la mano, no sin antes no poder evitar servirme más vino—. ¿Por qué?

—No quiere entrar a la universidad. Dice que para tener éxito no necesita una carrera universitaria y, bueno, no es que no lo apoye pero, no creo que esté tomando una buena decisión.

—¿Tú por qué estudiaste administración si siempre fuiste amante del béisbol?

René me observa por bastante tiempo, uno en donde me hace dar escalofríos.

—Porque necesitaba saber administrar mi dinero.

Hay un gracioso silencio que es interrumpido por un eructo mío. Ambos reímos con fuerza, y yo inevitablemente me mudo al sofá grande para estar a su lado.

Siento cómo su piel es tan cálida sin siquiera estar piel con piel. Suspiro.

¿Qué era lo que yo había pensado antes de que él saliera del cuarto especial?

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo