Ya le había dicho la verdad a Teressa y creí necesario decirle a Héctor lo que había hecho, pero no tenía manera de acercarme a él sin levantar alguna suspicacia. Por ahora, debía concentrarme en el segundo día de la parrillada y, aunque teníamos una buena ventaja, sabía que el equipo de los blancos no iba a quedarse dormido. Ya llevaban dos derrotas consecutivas y, según rumores que me llegaban, los chef master rivales estaban nerviosos conmigo. Necesitaban, a como diera lugar, ponerme en la palestra de los amenazados y eso solo lo conseguirían si nos vencían y yo pasaba como chef del equipo derrotado.¡No les iba a dar el gusto!Michelle, la presentadora del programa, nos recibió con algunas modificaciones en la dinámica del día anterior.—Para esta segunda parte de la prueba, se ha introducido una leve modificación que, de acuerdo a como la aprovechen los equipos, puede o no ser determinante para la puntuación final —dijo, después de darnos la bienvenida—. Después de lo que pasó ay
Como me hubiera advertido Efraín, Esmeralda fue no solo elegida chef de su equipo, sino que, al haber perdido, fue puesta junto con una chef master para acrecentar las opciones de ser eliminada por los jueces. Creí que ese iba a ser su último día en el concurso y me sentí muy mal por ella. Por eso, cuando supe que había sido eliminada la chef Siba, aunque lo disimulé, no pude sino alegrarme. Como también hubiera previsto Efraín, después de superar el escrutinio de los jueces, había salido más fortalecida y así lo recalcó cuando nos reunimos, en nuestras ya usuales charlas nocturnas. —No creo que la volvamos a ver amenazada hasta las rondas individuales —dijo Efraín, sentado al borde de una de las piscinas del hotel glamping en donde pasaríamos esa última noche—. El mensaje que han recibido los “Starway”, como los junior los llaman, es que Esmeralda solo saldrá el día en que la logren vencer en un reto individual. Suspiré aliviado por la noticia. Aunque debo reconocer que, de haber
Fue un inmenso alivio saber que regresaba a la habitación, con Verónica, sin que me hubieran eliminado. Seguía dando la batalla y la abracé como si hubiera pasado un año sin verla. —Te extrañé mucho, mamá —dijo Verónica cuando nos abrazamos—. ¿Todavía podemos quedarnos más tiempo, o ya nos tenemos que ir? Porque yo todavía quiero quedarme. —Nos quedamos, corazón —dije mientras le besaba las mejillas—. Y hará falta mucho tiempo antes de que nos vayamos. —¡Yuuupiiii! Me contó todo lo que hizo en esos dos días en que estuve por fuera. Paseó por la playa, nadó en el mar, en las piscinas, montó a caballo, en cuatrimoto, jugó en los parques, conoció a un montón de amiguitos, algunos ya se habían ido, otros se quedarían por unos días, estuvo en una caminata por
Mi madre hablando con las chicas. Eso no podía ser bueno, pero sería peor si llegaba a verme, así que tuve que escabullirme y esperar a que se fuera. Solo hasta que la vi levantarse, seguir su camino hacia el hotel, entrar y pasados diez minutos, me atreví a ir a donde me dirigía. No podía soportar la idea de no hablar con Esmeralda y, aprovechando que estaba con Teressa, me acerqué para que el acercamiento pasara desapercibido, sin que generara ninguna sospecha. —Hola, muchachas, ¿cómo han estado? —saludé, como quien va de paso y se encuentra con dos de las concursantes en su camino. —Beto, muy bien, ¿tú cómo has estado? —Me saludó Teressa— Mira que precisamente estábamos hablando de ti. Miré, extrañado, a Esmeralda y noté que codeaba a Teressa. En ese momento supe que ya la italiana sabía de nuestra
Después de pasar la tarde bajo el sol, algunos cócteles y una noche de juegos de mesa con Verónica, nos reunimos, antes del mediodía, en la playa, para la cuarta prueba del concurso. —Esmeralda —dijo Michelle después de saludarnos— ¿Qué haces acá? Pensé que ya no seguías participando. Me lo merecía. No pude más que sonrojarme y responder que esperaba no volver a pisar el cadalso de los jueces, porque me ponía muy nerviosa. —Esperamos que no te pase lo mismo ahora que van a escuchar lo que deben hacer hoy, en sus equipos —dijo Michelle—. A cada uno se le asignará un presupuesto de treinta dólares para que compren, en un plazo de una hora, lo que van a utilizar para realizar una preparación en la que el ingrediente principal sea la langosta. La instrucción parecí
Al terminar el cuarto día de prueba, aceché, como un vampiro, la puerta de la habitación de Esmeralda. Sabía que los participantes no tardarían en subir después de haber comido y, escondido entre las sombras del pasillo, esperé a que del ascensor saliera mi joven víctima de cuello bronceado. Tuve que esperar por más de veinte minutos, pero, cuando escuché la campanilla del ascensor, mi espera tuvo su merecida recompensa. Se veía tan tierna e inocente, del todo ingenua cuando salí de entre la oscuridad y me abalancé encima de ella. Tapé su grito con mi mano y, con los ojos muy abiertos, llenos de terror, me reconoció. —Me diste un susto de muerte, tonto —dijo, con una sonrisa—. Espera, no, qué ha… La besé antes de que opusiera más resistencia. Fue un beso apasionado, seguido de otros tantos, hasta que exhibí la tarjeta de mi habitación.
Cuando llegué a la habitación de Bruma, no tuve ni que tocar la puerta. Al parecer, me estaba esperando y abrió tan pronto como vio mi sombra en el umbral inferior. Mi cara lo decía todo y me invitó a entrar. —¿Dijiste que querías hablar conmigo? —pregunté cuando estuve ya dentro. Bruma asintió. —Estoy desesperada, porque yo seré o próximo en salir —dijo, con las manos juntas, como en oración— Soy la última de los junior en mi equipo y, con sua ventaja, ustedes vai a ganar. Suspiré. No sabía qué podía hacer yo para ayudarla y temía lo que pudiera llegar a pedirme, o insinuarme, ahora que me había descubierto con Héctor. —Bueno, eso puede ser cierto, ¿pero qué puedo hacer para ayudarte?
Cuando llegamos al salón verde, un auditorio del hotel adecuado para pequeñas reuniones o conferencias, estaban sentados, en las mesas del frente, algunos de los productores del concurso, entre los que reconocí a Efraín Conde, el español que ya había visto como presentador cuando me enfrenté a Teressa, junto con otras caras que también había visto detrás de cámaras, en el set de grabación y deambulando por el hotel. Hacia el centro de la mesa, y acompañado por otras personas que parecían ser bastante importantes, estaba Héctor. Hubiera deseado tener oportunidad de hablar con él antes de esta reunión imprevista pero, por su mirada, pude percatarme de que a él también lo había tomado por sorpresa y, pese a que intenté que me viera para ofrecerme cualquier indicio de lo que estaba pasando, Héctor ni siq