Al terminar el cuarto día de prueba, aceché, como un vampiro, la puerta de la habitación de Esmeralda. Sabía que los participantes no tardarían en subir después de haber comido y, escondido entre las sombras del pasillo, esperé a que del ascensor saliera mi joven víctima de cuello bronceado. Tuve que esperar por más de veinte minutos, pero, cuando escuché la campanilla del ascensor, mi espera tuvo su merecida recompensa. Se veía tan tierna e inocente, del todo ingenua cuando salí de entre la oscuridad y me abalancé encima de ella. Tapé su grito con mi mano y, con los ojos muy abiertos, llenos de terror, me reconoció.
—Me diste un susto de muerte, tonto —dijo, con una sonrisa—. Espera, no, qué ha…
La besé antes de que opusiera más resistencia. Fue un beso apasionado, seguido de otros tantos, hasta que exhibí la tarjeta de mi habitación.
Cuando llegué a la habitación de Bruma, no tuve ni que tocar la puerta. Al parecer, me estaba esperando y abrió tan pronto como vio mi sombra en el umbral inferior. Mi cara lo decía todo y me invitó a entrar. —¿Dijiste que querías hablar conmigo? —pregunté cuando estuve ya dentro. Bruma asintió. —Estoy desesperada, porque yo seré o próximo en salir —dijo, con las manos juntas, como en oración— Soy la última de los junior en mi equipo y, con sua ventaja, ustedes vai a ganar. Suspiré. No sabía qué podía hacer yo para ayudarla y temía lo que pudiera llegar a pedirme, o insinuarme, ahora que me había descubierto con Héctor. —Bueno, eso puede ser cierto, ¿pero qué puedo hacer para ayudarte?
Cuando llegamos al salón verde, un auditorio del hotel adecuado para pequeñas reuniones o conferencias, estaban sentados, en las mesas del frente, algunos de los productores del concurso, entre los que reconocí a Efraín Conde, el español que ya había visto como presentador cuando me enfrenté a Teressa, junto con otras caras que también había visto detrás de cámaras, en el set de grabación y deambulando por el hotel. Hacia el centro de la mesa, y acompañado por otras personas que parecían ser bastante importantes, estaba Héctor. Hubiera deseado tener oportunidad de hablar con él antes de esta reunión imprevista pero, por su mirada, pude percatarme de que a él también lo había tomado por sorpresa y, pese a que intenté que me viera para ofrecerme cualquier indicio de lo que estaba pasando, Héctor ni siq
No podía dejar que una situación así se desarrollara sin intervenir, tenía que hacer algo y, al ver a Esmeralda durmiendo, supe que tenía que hacer algo. Me levanté cuando supe que estaba en la etapa más profunda del sueño y, sin hacer el menor ruido, salí de su habitación.Eran casi las tres de la mañana y el hotel también estaba silencioso. No estaba orgulloso de lo que estaba por hacer, pero no veía otra alternativa para proteger la reputación de Esmeralda que, después de que la brasileña nos hubiera visto y si nuestra relación se hacía pública, corría el riesgo de estar siempre sometida a duda, sin importar el resultado del concurso. Incluso si perdía en la siguiente prueba y resultaba eliminada, se diría que había llegado hasta esa etapa por m
Todavía no entendía cómo había sido posible que Bruma saliera del concurso, a solo unas horas de que me hubiera descubierto con Héctor y temía que él estuviera implicado de alguna forma en ese cambio tan repentino de los acontecimientos. Además, había llegado Rubí, a quien llevé a recorrer el hotel en compañía de Verónica, que estaba feliz de poderse encontrar con una cara conocida.Nos hicieron una entrevista especial, en la que contamos cómo nos habíamos conocido y por qué éramos tan buenas amigas. No se mencionó nada sobre el supuesto reemplazo que hice de Rubí, quien debió haber enfrentado a Teressa en la primer prueba preparatoria del concurso y supuse que, quizá, a los de producción ni siquiera le interesaba ese evento, debido a que hab
Al ver los equipos, reunidos en el jardín de un geriátrico, lugar en el que estábamos por realizar la sexta prueba, me estremecí al ver que Rubí era la única junior de su equipo. Los demás eran Clare, Pepe, Toño y Anne, todos ellos chefs master que, sin duda, se desayunarían a mi pobre amiga y usarían sus huesos como palillos para limpiarse los dientes.—Bienvenida, Rubí —dijo Michelle, antes de presentar la prueba. En ese momento, me di cuenta de que mi amiga no llevaba un auricular, lo que significaba que no necesitaba de un traductor al inglés y, dos segundos después, la escuché responder a la presentadora con fluidez—. Hoy vamos a tener una prueba en la que ustedes cocinarán el almuerzo de los abuelitos y abuelitas que residen en este hermoso hogar para personas de la tercera
No logré convencer a Esmeralda de cambiar a la niñera, pese a que le dije que era para evitar cualquier incidente relacionado con el concurso.—Verónica ya está acostumbrada a Nicole, y se llevan muy bien. A mí también me agrada y creo que, si no le damos relevancia a ese tema, incluso ella lo olvidará o tampoco le prestará atención —dijo Esmeralda cuando se lo planteé, durante su tarde libre, en la barra de uno de los bares del hotel. Hablábamos como dos buenos conocidos—. En cambio, si la cambias, puede que sí sospeche algo o quiera usar esa información para desquitarse de alguna forma.Tuve que reconocer que tenía razón en su argumento y se lo concedí.—Bi
Como hubiera anticipado Rubí, para la siguiente prueba debíamos reunirnos en dos equipos: juniors y masters, que se enfrentarían, por primera vez, y en una prueba con la que deberíamos empezar a amoldarnos a las siguientes modalidades del concurso: las pruebas individuales que, tarde o temprano, nos enfrentarían a los mejores chefs, así que era el momento para empezar a entrenarnos. —Ahora que están en sus nuevos equipos —dijo Michelle luego de que nos hubiéramos distribuido—, deberán escoger, como ya es usual, a un chef que los dirija y represente, porque el día de hoy competirán sirviendo comida rápida en la calle.Cuando escuchamos eso, nos sonreímos unos a otros, porque el menú jugaba a nuestro favor. Los Starway estaban acostumbrados a preparar y servir comida de alta cocina, mientras que nosotros, al ser juniors, todavía nos prestábamos a comida más usual y cercana al público. La única, en el equipo rival, era Daniela, que sí viene de trabajar en una pastelería con preparacione
Ninguno de nosotros era bueno para la promoción y la publicidad, así que estábamos varados con el nombre del puesto, los eslóganes que usaríamos y forma en que daríamos a conocer nuestro menú. Ninguno de los cuatro tenía experiencia con su propio negocio, o algún emprendimiento, tema en el que los Starway sí tenían algo más de idea así que teníamos que enviar a un espía. —Y que de peso se entere qué van a ofrecer en el menú —dijo Teressa—. Como yo soy la chef, quedo excluida. —¿Por qué? —pregunté, no queriendo ser yo la espía, porque ya me veía a Rubí confabulada con Teressa y, por obvias razones, a Filip apoyando a su novia— El chef también puede ser espía. —Estoy de acuerdo con Teressa —dijo Rubí—- Si la ven, sabrán que está espiando, pero si ven a cualquiera de nosotros les dará igual. —En ese caso, yo no sé inglés, y deben estar hablando en ese idioma, así que ni modo. Touché. Les di donde era y, por primera -y última- vez en mi vida, me beneficié de no saber un idioma. —¿