Nos enteramos que el equipo rival también escogió la opción del publicista pero, en su caso, el pobre consultor resultó tan atribulado por el menú, las opciones de los chef y sus egos, que no pudo contentarlos a todos y llegó un momento en que casi se pelean, porque cada concursante quería que se diera más relevancia a su plato, o al nombre que había propuesto, es decir, ninguno estaba satisfecho con el trabajo del publicista porque consideraba que le daba prevalencia a los demás y no a lo suyo. Cuando, después de desayunar, salimos a las calles a realizar las ventas, nos dimos cuenta de que los master ni siquiera tenían un nombre para su puesto y, debido a que estábamos en zonas diferentes, no pudimos ver cómo les iba. Solo lo sabríamos hasta el final de la jornada y creo que eso nos benefició, porque pudimos concentrarnos en lo nuestro. Hacia las once de la mañana hicimos nuestra primera venta, cuando ya se acercaba la hora del almuerzo y nuestro menú resultaba más atractivo.
Habían sido los dos días más largos de mi estancia en el hotel y era debido a que, en ningún momento, tuve oportunidad de ver a Esmeralda. Suspiraba de solo pensar en ella y, al no verla siquiera, pensaba en la conveniencia del sacrificio que estábamos haciendo. ¿Estaba justificado? ¿Y si esto no tenía otro resultado distinto al de separarnos? Porque era una opción que, al no estar juntos e incluso asociarnos con tener que estar separados, este amor, que apenas germinaba, podía fallecer antes incluso de haber llegado a su madurez. También pensaba que, debido a esta incómoda situación, ya Esmeralda había descubierto una faceta que incluso yo desconocía de mí mismo y que, hace apenas unas semanas, me habría sentido incapaz de reconocer. Nunca en mi vida me había atrevido a hacer lo que hice, mucho menos llegar a ofrecer dinero a alguien para ocultar una situación que, pese a la recompensa ofrecida, nada me garantizaba que no pudiera descubrirse. Ya en su país, por ejemplo, Bruma podía h
La pobre Teressa regresó del hospital todavía con la apariencia de una langosta y un coco, el pelo de un espantapájaros y los ojos chiquiticos, pobrecita, ni el mejor estilista del Caribe hubiera podido hacer mucho por ella y los producción tuvieron piedad con ella y optaron por darnos el día libre, para que nuestra chef descansara un poco más y las escenas fueran grabadas en la noche, de forma que la cámara no tuviera opción de mostrar a los televidentes lo desecha que había quedado su pobre humanidad. No podía dejar de sentirme culpable por lo que había pasado y me prometí que, en menos de un año, tenía que estar hablando inglés, no solo para que una situación así no se repitiera, sino también por mi profesión. Me daba cuenta de lo necesario que era. Junto con Vero, Rubí y yo nos quedamos a acompañarla en su habitación, mientras descansaba porque había pasado la noche en vela, al lado de su italiana. —¿Y no tienen ni el más mínimo indicio de los resultados? —preguntó Teressa. —Ni
Me había extrañado no ver a Héctor en los últimos tres días, después de nuestra conversación en el bar, cuando me confesó que sí había incidido, de forma un tanto directa, en el retiro de Bruma y quedamos en que no podíamos volver a vernos, por ninguna circunstancia. ¿Qué tan en serio se lo había tomado? Supongo que mucho porque o me evitaba, o se había ido, quizá a algún viaje que le permitiera estar por fuera el tiempo suficiente hasta enterarse que había sido eliminada, de forma convencional, del concurso. Podía ser que así fuera y por eso estaba por cumplir setenta y dos horas sin verlo o tener noticia de él. Mientras estos pensamientos pasaban por mi cabeza, recibimos la noticia de que, al fin, Teressa estaba presentable para que nos dieran el resultado de la última prueba, cuando enfrentamos a los Starway. De todas maneras, tendríamos que esperar hasta la caída del sol para que el maquillaje que le iban a aplicar a ella, y a todos nosotros, estuviese justificado y, de todas fo
Todavía no podía creer el cambio en mi madre que, por fin, había aceptado mi relación con Esmeralda y, siguiendo su consejo, tomé el primer avión que partía a Nueva York para alejarme, por al menos dos semanas, del hotel en donde se alojaba el amor de mi vida. —Lo que quiero que entiendas —dijo mi madre cuando conseguí controlar mi euforia—, es que, si sigues aquí, la perjudicarás a ella, a ti y el nombre del hotel, porque si alguien llega a descubrir lo que ustedes ocultan, ella será expulsada igual que la otra chica, tú credibilidad se irá al traste y hasta puede ser que la transmisión del concurso se cancele, a solo unas horas de su estreno, porque ya serían dos los escándalos que salpicarían su imparcialidad. Piensa en todas las personas que tu presencia aquí pone en riesgo. No podía tener más razón. Acepté su consejo, atendí a sus palabras y, sabiendo que ahora estaba de nuestro lado, partí con la tranquilidad de saber que ella se quedaba en el hotel para ser un ángel guardián
Como habíamos tenido dos días de descanso debido a lo que le pasó a Teressa, que ya estaba mejor, nos enfrentamos a la siguiente prueba de eliminación después de que Clare dejara la competencia. Se conservaban los equipos de juniors y masters, ahora algo más parejos después de que los Starway hubieran perdido a tres de sus integrantes y, como hubiera previsto Rubí, a la que ahora teníamos ganas de llamar oráculo, la siguiente prueba se realizaría simulando el menú de un restaurante más formal. —Tendrán, al igual que en la prueba anterior, dos días para preparar y presentar los platos del restaurante, que tendrá entrada del público y, además de las calificaciones de los comensales, los jueces también los visitarán y probarán sus platos, para tener un mejor criterio al momento de juzgarlos —dijo Michelle cuando nos presentó el siguiente reto—. También, para hacer de esta una prueba más equilibrada y después de escuchar los comentarios que nos hicieron los masters el día de ayer, los d
Terminamos la primera jornada habiendo adecuado el restaurante y organizado el menú que ofreceríamos. Previendo que Yoshihiro se decantaría por el sushi, y atendiendo a que nuestra chef y maestra, Anura, lo detestaba, nos decantamos por otro tipo de preparaciones de la comida japonesa, con énfasis en los pescados, valiéndonos de lo que sabíamos del restaurante de nuestra sensei. Elegimos solo una entrada, el tradicional kaiseki, tres platos principales, todos con pescado, dos caldos y un único postre, los monchis. Como todas las preparaciones debían ser frescas, solo escogeríamos los pescados hasta el día siguiente y lo único que dejamos precocido fueran las sustancias de los caldos, que sí convenía dejar “trasnochando”. Cuando llegamos al Boca Canoa, casi sobre la medianoche, estábamos tan cansados que apenas comimos algo muy ligero, para despertarnos en la madrugada con hambre. Cenamos, nos deseamos buenas noches y a momir. Al día siguiente nos levantamos antes de las cinco, para p
Estábamos todos de lo más monos, recién bañaditos, cuando nos reunimos en la piscina. Al mirar a Teressa, a quien todavía escurría el pelo, también me fije en Filip y no pude dejar de imaginarlos en la ducha porque seguro y se habían bañado juntos. Cómo los envidiaba por poder hacer eso, mientras que a mí me tocaba suspirar y preguntarme dónde estaría mi amado, de quien no sabía ni el paradero. —Esma, Esma —susurró Rubí, a mi lado.—¿Uh?La miré, extrañada, mientras me hacía ojos en dirección a Michelle.—¡Ah! Lo siento, ¿me preguntaste algo? —dije, apenada.—¡Corten! —ordenó el director.Tuvimos que retomar la escena y Michelle repitió la pregunta. Era algo sobre mi experiencia como sous chef de Rubí y el hecho de que las dos trabajáramos en el mismo restaurante, de Anura Yaki. Luego hubo preguntas sobre los ingredientes, que por qué habíamos seleccionado la comida japonesa, que cómo creíamos que nos había ido, en fin, las típicas preguntas de introducción y, más que prestar atenció