Al ver los equipos, reunidos en el jardín de un geriátrico, lugar en el que estábamos por realizar la sexta prueba, me estremecí al ver que Rubí era la única junior de su equipo. Los demás eran Clare, Pepe, Toño y Anne, todos ellos chefs master que, sin duda, se desayunarían a mi pobre amiga y usarían sus huesos como palillos para limpiarse los dientes.
—Bienvenida, Rubí —dijo Michelle, antes de presentar la prueba. En ese momento, me di cuenta de que mi amiga no llevaba un auricular, lo que significaba que no necesitaba de un traductor al inglés y, dos segundos después, la escuché responder a la presentadora con fluidez—. Hoy vamos a tener una prueba en la que ustedes cocinarán el almuerzo de los abuelitos y abuelitas que residen en este hermoso hogar para personas de la tercera
No logré convencer a Esmeralda de cambiar a la niñera, pese a que le dije que era para evitar cualquier incidente relacionado con el concurso.—Verónica ya está acostumbrada a Nicole, y se llevan muy bien. A mí también me agrada y creo que, si no le damos relevancia a ese tema, incluso ella lo olvidará o tampoco le prestará atención —dijo Esmeralda cuando se lo planteé, durante su tarde libre, en la barra de uno de los bares del hotel. Hablábamos como dos buenos conocidos—. En cambio, si la cambias, puede que sí sospeche algo o quiera usar esa información para desquitarse de alguna forma.Tuve que reconocer que tenía razón en su argumento y se lo concedí.—Bi
Como hubiera anticipado Rubí, para la siguiente prueba debíamos reunirnos en dos equipos: juniors y masters, que se enfrentarían, por primera vez, y en una prueba con la que deberíamos empezar a amoldarnos a las siguientes modalidades del concurso: las pruebas individuales que, tarde o temprano, nos enfrentarían a los mejores chefs, así que era el momento para empezar a entrenarnos. —Ahora que están en sus nuevos equipos —dijo Michelle luego de que nos hubiéramos distribuido—, deberán escoger, como ya es usual, a un chef que los dirija y represente, porque el día de hoy competirán sirviendo comida rápida en la calle.Cuando escuchamos eso, nos sonreímos unos a otros, porque el menú jugaba a nuestro favor. Los Starway estaban acostumbrados a preparar y servir comida de alta cocina, mientras que nosotros, al ser juniors, todavía nos prestábamos a comida más usual y cercana al público. La única, en el equipo rival, era Daniela, que sí viene de trabajar en una pastelería con preparacione
Ninguno de nosotros era bueno para la promoción y la publicidad, así que estábamos varados con el nombre del puesto, los eslóganes que usaríamos y forma en que daríamos a conocer nuestro menú. Ninguno de los cuatro tenía experiencia con su propio negocio, o algún emprendimiento, tema en el que los Starway sí tenían algo más de idea así que teníamos que enviar a un espía. —Y que de peso se entere qué van a ofrecer en el menú —dijo Teressa—. Como yo soy la chef, quedo excluida. —¿Por qué? —pregunté, no queriendo ser yo la espía, porque ya me veía a Rubí confabulada con Teressa y, por obvias razones, a Filip apoyando a su novia— El chef también puede ser espía. —Estoy de acuerdo con Teressa —dijo Rubí—- Si la ven, sabrán que está espiando, pero si ven a cualquiera de nosotros les dará igual. —En ese caso, yo no sé inglés, y deben estar hablando en ese idioma, así que ni modo. Touché. Les di donde era y, por primera -y última- vez en mi vida, me beneficié de no saber un idioma. —¿
Nos enteramos que el equipo rival también escogió la opción del publicista pero, en su caso, el pobre consultor resultó tan atribulado por el menú, las opciones de los chef y sus egos, que no pudo contentarlos a todos y llegó un momento en que casi se pelean, porque cada concursante quería que se diera más relevancia a su plato, o al nombre que había propuesto, es decir, ninguno estaba satisfecho con el trabajo del publicista porque consideraba que le daba prevalencia a los demás y no a lo suyo. Cuando, después de desayunar, salimos a las calles a realizar las ventas, nos dimos cuenta de que los master ni siquiera tenían un nombre para su puesto y, debido a que estábamos en zonas diferentes, no pudimos ver cómo les iba. Solo lo sabríamos hasta el final de la jornada y creo que eso nos benefició, porque pudimos concentrarnos en lo nuestro. Hacia las once de la mañana hicimos nuestra primera venta, cuando ya se acercaba la hora del almuerzo y nuestro menú resultaba más atractivo.
Habían sido los dos días más largos de mi estancia en el hotel y era debido a que, en ningún momento, tuve oportunidad de ver a Esmeralda. Suspiraba de solo pensar en ella y, al no verla siquiera, pensaba en la conveniencia del sacrificio que estábamos haciendo. ¿Estaba justificado? ¿Y si esto no tenía otro resultado distinto al de separarnos? Porque era una opción que, al no estar juntos e incluso asociarnos con tener que estar separados, este amor, que apenas germinaba, podía fallecer antes incluso de haber llegado a su madurez. También pensaba que, debido a esta incómoda situación, ya Esmeralda había descubierto una faceta que incluso yo desconocía de mí mismo y que, hace apenas unas semanas, me habría sentido incapaz de reconocer. Nunca en mi vida me había atrevido a hacer lo que hice, mucho menos llegar a ofrecer dinero a alguien para ocultar una situación que, pese a la recompensa ofrecida, nada me garantizaba que no pudiera descubrirse. Ya en su país, por ejemplo, Bruma podía h
La pobre Teressa regresó del hospital todavía con la apariencia de una langosta y un coco, el pelo de un espantapájaros y los ojos chiquiticos, pobrecita, ni el mejor estilista del Caribe hubiera podido hacer mucho por ella y los producción tuvieron piedad con ella y optaron por darnos el día libre, para que nuestra chef descansara un poco más y las escenas fueran grabadas en la noche, de forma que la cámara no tuviera opción de mostrar a los televidentes lo desecha que había quedado su pobre humanidad. No podía dejar de sentirme culpable por lo que había pasado y me prometí que, en menos de un año, tenía que estar hablando inglés, no solo para que una situación así no se repitiera, sino también por mi profesión. Me daba cuenta de lo necesario que era. Junto con Vero, Rubí y yo nos quedamos a acompañarla en su habitación, mientras descansaba porque había pasado la noche en vela, al lado de su italiana. —¿Y no tienen ni el más mínimo indicio de los resultados? —preguntó Teressa. —Ni
Me había extrañado no ver a Héctor en los últimos tres días, después de nuestra conversación en el bar, cuando me confesó que sí había incidido, de forma un tanto directa, en el retiro de Bruma y quedamos en que no podíamos volver a vernos, por ninguna circunstancia. ¿Qué tan en serio se lo había tomado? Supongo que mucho porque o me evitaba, o se había ido, quizá a algún viaje que le permitiera estar por fuera el tiempo suficiente hasta enterarse que había sido eliminada, de forma convencional, del concurso. Podía ser que así fuera y por eso estaba por cumplir setenta y dos horas sin verlo o tener noticia de él. Mientras estos pensamientos pasaban por mi cabeza, recibimos la noticia de que, al fin, Teressa estaba presentable para que nos dieran el resultado de la última prueba, cuando enfrentamos a los Starway. De todas maneras, tendríamos que esperar hasta la caída del sol para que el maquillaje que le iban a aplicar a ella, y a todos nosotros, estuviese justificado y, de todas fo
Todavía no podía creer el cambio en mi madre que, por fin, había aceptado mi relación con Esmeralda y, siguiendo su consejo, tomé el primer avión que partía a Nueva York para alejarme, por al menos dos semanas, del hotel en donde se alojaba el amor de mi vida. —Lo que quiero que entiendas —dijo mi madre cuando conseguí controlar mi euforia—, es que, si sigues aquí, la perjudicarás a ella, a ti y el nombre del hotel, porque si alguien llega a descubrir lo que ustedes ocultan, ella será expulsada igual que la otra chica, tú credibilidad se irá al traste y hasta puede ser que la transmisión del concurso se cancele, a solo unas horas de su estreno, porque ya serían dos los escándalos que salpicarían su imparcialidad. Piensa en todas las personas que tu presencia aquí pone en riesgo. No podía tener más razón. Acepté su consejo, atendí a sus palabras y, sabiendo que ahora estaba de nuestro lado, partí con la tranquilidad de saber que ella se quedaba en el hotel para ser un ángel guardián