De regreso

La pobre Teressa regresó del hospital todavía con la apariencia de una langosta y un coco, el pelo de un espantapájaros y los ojos chiquiticos, pobrecita, ni el mejor estilista del Caribe hubiera podido hacer mucho por ella y los producción tuvieron piedad con ella y optaron por darnos el día libre, para que nuestra chef descansara un poco más y las escenas fueran grabadas en la noche, de forma que la cámara no tuviera opción de mostrar a los televidentes lo desecha que había quedado su pobre humanidad. No podía dejar de sentirme culpable por lo que había pasado y me prometí que, en menos de un año, tenía que estar hablando inglés, no solo para que una situación así no se repitiera, sino también por mi profesión. Me daba cuenta de lo necesario que era. Junto con Vero, Rubí y yo nos quedamos a acompañarla en su habitación, mientras descansaba porque había pasado la noche en vela, al lado de su italiana.

—¿Y no tienen ni el más mínimo indicio de los resultados? —preguntó Teressa.

—Ni
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