Cuando llegamos a la piscina, noté que el veneno de Maléfica se había esparcido con velocidad. Podía sentir el peso de las miradas que me dirigían y hasta casi escuchar los murmullos de los rostros que reconocía como parte del equipo de producción. Lo que fuera que hubiera dicho Regina, no se limitó a susurrarlo solo en los oídos de Efraín Conde, sino que debió también regar su ponzoña en otros oídos y quizá fuera algo mucho más grave que el supuesto beso que le había dado a Filip, porque no creía posible que chismear tanto solo por eso. —¿Qué es lo que has escuchado de mí? —pregunté a Nicole cuando ya Verónica estaba en la piscina, con su amiga. —¿Señora? —exclamó Nicole, haciéndose la que no había comprendido mi pregunta. —Sé que anda circulando un rumor sobre mí y también sé que tú sabes cuál es, así que quiero saber de qué se trata —dije, decidida a no dejarme engañar.Noté que Nicole dudaba, sostenía una lucha interna por revelarme lo que sabía o recurrir a hacerse la tonta. E
Esa gatita que se había metido en mi habitación, se deslizó bajo mi cama y ahora ronroneaba a mi alrededor, semidesnuda, buscando el calor de mi piel, como si le fuera insuficiente el que ya hacía en esa densa noche tropical, fue más que suficiente para que se me olvidaran todos mis problemas, se distesaran mis músculos y solo tuviera ojos para ella, piel para sus caricias, labios para sus besos, manos para tocarla y brazos para rodearla y nunca más dejarla ir de mi lado. —No tengo mucho tiempo —repitió, susurrando contra mi oído—, aunque quisiera quedarme aquí, contigo, hasta que el sol nos encuentre desnudos, todavía haciendo el amor. El adormecimiento causado por los somníferos se evaporó tan pronto sentí su firme y redondo trasero entre las palmas de mi manos, que lo aferraron con fuerza y luego se deshicieron del satín blanco que lo bordeaba. Como si fuese un trofeo, levanté su ropa interior y se la pasé por el cuello, mientras mi gatita sonreía, traviesa, sabiendo lo que eso s
De no ser porque debía acompañar a Verónica a tomar la ruta que la llevaba al centro educativo, habría dormido hasta la hora del almuerzo, soñando con la noche tan maravillosa que había pasado en los brazos de Héctor, mi adorado tigre. Me encantó ese sobrenombre que me puso y ahora, de solo pensar en la palabra “gatita”, se me erizaba toda la piel. —No pensé que iba a ser tan demorada la conversación con el inglés —dijo Nicole luego de que hubiéramos dejado a Verónica en la minivan.—En realidad no lo fue —dije—, pero creo que fue una pérdida de tiempo y como estaba algo decepcionada, bajé al bar, en donde se me pasó el tiempo.Nicole no dijo nada más y regresamos a la habitación. Quería poder dormir hasta pasado el mediodía, pero Alice no tardó en avisarme que ya nos estaban esperando en el Boca Canoa para desayunar y darnos las indicaciones para la siguiente prueba, que se realizaría ese día. —¿No pudiste dormir anoche? —preguntó Rubí tan pronto me vio.—¿Así de mal me veo? Rubí
La primera sensación que me produjo la cocina del restaurante que Ramsay estaba por inaugurar fue la de estar en una especie de estadio de cocinas, porque era inmensa, algo laberíntica y tan bien equipada, que incluso había máquinas y utensilios de cocina que no reconocí, o supuse que serían versiones mejoradas de otros instrumentos ya existentes. Vi que Filip señalaba varias de las máquinas que me resultaron extrañas, mientras le explicaba a Teressa lo que eran. Al acercarme a escuchar, distinguir algunas de las palabras en inglés y supuse que debían ser aparatos empleados en la cocina molecular. Me sorprendí al imaginar a Ramsay utilizando esas técnicas en su cocina, aunque también debía reconocer que, después de la última prueba, con la mesa de postres, me entusiasmé bastante con algunos de los métodos que Filip me enseñó y que podían utilizarse en la cocina tradicional. —Esma, ¿si te estás sintiendo bien? —Me preguntó Rubí, que se me había acercado mientras los de cámaras arreg
Los ayudantes de utilería llevaron al mesón frente a nosotras tres enormes fuentes, cada una a rebozar con pechugas de pollo. Nos miramos, preguntándonos si nos iba a tocar hacer lo que ya sospechábamos. —Bien, participantes, Rubí, Esmeralda y Daniela, veo que ya se están imaginando lo que tienen que hacer —dijo Michelle, con una gran sonrisa—. Por si les queda alguna duda, les diré que deben deshuesar todas y cada una de las pechugas que hay en las fuentes frente a ustedes. Cada fuente tiene la misma cantidad de pechugas de pollo, lo mismo que un peso y tamaño aproximado entre ellas. La primera de ustedes tres que termine, y después de la verificación del jurado, de que no queden huesos o cartílagos en las presas, será la ganadora y que no les pase lo que ocurrió en la prueba anterior, así que si llaman al jurado primero estén seguras de que han limpiado muy bien sus presas. ¿Preparadas?—¿Lo hacemos con las manos? —preguntó Rubí, que ya tenía cara de que iba a tener problemas.—Con
Esa mañana hablé con Gerardo respecto a lo que estaba sucediendo en torno a los rumores que había sobre Esmeralda. No me fue difícil, aunque sí doloroso, descubrir quién los había originado. Cuando bajé a desayunar, encontré a mi madre en el restaurante y me senté en su mesa. —¿Descansaste? —preguntó antes de llevar la taza con café a sus labios.—Como un bebé con el estómago lleno —respondí—. Pero me di cuenta de que no necesitaba de los somníferos que me diste, sino de darme cuenta de la verdad sobre lo que está sucediendo y los rumores que acechan a Esmeralda. Por el fugaz brillo en sus ojos logré confirmar mis sospechas y aunque intentó negarlo, le dije que ya sabía quién los había originado e incluso la magnitud que habían alcanzado. —Todo el equipo del programa habla sobre eso y han sido alentados por alguien que, cada tanto, va y sopla el fuego con sus mentiras —dije después de haberle explicado a mi madre que ya había hablado con varias personas -lo que era mentira- que me
No sé en qué estaba pensando Héctor al aparecerse así en mi habitación, con su madre, para que llegáramos al compromiso de no hacernos más daño, cuando la única que le ha hecho daño a la otra ha sido ella, su mamá, y él debe saberlo, pero al pedirme que estrechara la mano de su mamá y me comprometiera a no hacerle daño fue como si me hubiera puesto al nivel de ella, es decir, como si yo fuera tan culpable como Regina y, aunque en ese momento no dije nada para no armar una escena, salí de mi habitación hecha una furia. —¿No nos vas a decir nada, Esma? —preguntó Rubí cuando ya estábamos a mitad del segundo plato del almuerzo.Giré la mirada todavía con la boca llena y mis ojos no debieron haber expresado nada positivo, porque la asusté enseguida. Me sentí mal por eso. Estaba exagerando y ellas no tenían la culpa de lo que había pasado arriba. Incluso me sentí mal por la forma en que le hablé a Rubí después de que me preguntara, de la forma más inocente, con quién estaba en mi cuarto.—
Resultó que no eran ni europeos ni estadounidenses, tampoco canadienses. Eran sudafricanos. Y no solo eso, sino que eran unos hombres muy amigables, súper divertidos y guapísimos, a los que se les unió un cuarto amigo que resultó ser un moreno de ojos claros espectacular, de cuerpo ejercitado y unos labios sonrosados que nos hizo suspirar a las tres tan pronto lo vimos. «Ay, Dios mío, ¿por qué nos haces esto? ¿Por qué nos tientas así?»Y no estaba enojada porque nos hubieran abordado e interrumpido nuestra tarde de chicas, estaba arrepentida de haberlo pensado.—¿Cómo es que alguien de Sudáfrica habla español? —Le pregunté a Anthony luego de que me hubiera traído una piña colada servida en un coco.—Soy profesor de idiomas, también hablo mandarín y estoy aprendiendo el ruso —contestó Anthony con una sonrisa que, si se la veía una vez más, iba a empezar a tener problemas para conservar mi temperatura corporal.—¿Y qué haces tan lejos de casa? —pregunté, queriendo saber toda su vida,