El rubio resopló al soltarla y acorralarla contra la puerta del coche y su cuerpo, cerró los ojos un segundo y luego los abrió clavando su azulina y todavía fría mirada, en los ojos cafés y molestos de Leia.
—Hablaremos de esto en casa— dijo moderando su voz ronca — No es tan malo como parece o debes estar pensando – añadió.
—¿Qué no es tan malo? — preguntó la chica indignada — Mi padre me vendió y estoy segura que no planea volver a verme — reprochó con voz dolida, y por la cercanía, casi hablándole a la cara — ¿sabes lo que eso significa? –
—Leia…
—Significa— interrumpió alzando la voz— que estoy más sola que nunca— agregó y sus ojos se llenaron de lágrimas de impot
Caleb jugó con su lengua mientras soportaba la molestia de la chica dirigida a él. —… ahora cuando te has salido con la tuya pretendes hablar, ¿sobre qué? ¿sobre lo que pienso o siento?¿Importa eso ahora?— reprochó viéndolo a los ojos. —Por supuesto que sí – Ella recorrió con sus ojos indignados el rostro sereno del joven —¿Cómo puedes ser tan cínico? Siempre has pensado sólo en ti, ¿por qué demonios pretendes que crea que ahora te importo? – Él cerró los ojos comenzando de nueva cuenta a molestarse. —Tú y mi padre han… —¡Sí, joder! — alzó él la voz interrumpiéndola — Creo que eso ya lo tenemos claro— le dijo viéndola a los ojos — ¿Fue un bajo recurso? Sí, pero no me importa, ¿por qué demonios crees tú que me siento bien o conforme con esto? Pensabas dejarme sin siquiera escucharme primero – —¿Insinúas que tienes tú algo que reclamar? – respondió Leia ofendida. —¿Intentar divorciarte y casarte con otro te resulta poca cosa? — ironizó el chico. —Seguro eso es menos que hacer q
A media madrugada Leia despertó, la luz de la luna le golpeaba suavemente la cara y abrir sus ojos había sido casi doloroso, por lo mucho que había llorado; su cabeza dolía y su estómago también la molestaba, sólo que éste, exigiendo alimento. Leia se maldijo internamente por tener hambre, cerró los ojos y se refugió en el calor que le proporcionaba una manta sobre su cuerpo. Frunció el ceño al extrañarse y se sentó sobre el colchón. «¿Y esta manta?» se preguntó mentalmente. Ella no se la había colocado, entonces… Giró su rostro y buscó a Caleb quien definitivamente tuvo que haber sido el que la cubrió. Observó primero la cama y se notó sola en ésta, su vista fue atraída a la hermosa visión de la ciudad, el enorme río que los separaba de ésta y uno de los puentes, dejó de darle importancia y volvió a recorrer la habitación con la mirada. Un par de sofás vacíos estaban cercanos al ventanal, una palmera de interior se encontraba en una esquina, a un costado había un tocador y algunos
—Este es tu juego de llaves— le dijo dejándolas sobre la barra, Leia se apresuró a tomarlas pero él se lo impidió al no soltarlas. La vio a los ojos —. Estas dos son las principales— le dijo señalándoselas. Leia asintió sin darle mucha importancia. —¿A dónde irás? —No he decidido el orden, tengo varias cosas que hacer— dijo ella — ¿compraste comida para Oreo?— cambió de tema mientras husmeaba en los distintos compartimentos de esa cocina integral. El rubio se dirigió a pasos firmes al fondo y de uno de los cajones sacó el pequeño costal de alimento, para dejarlo de mala gana sobre la mesa. —Yo también voy a salir— dijo y sacó las llaves de su coche, cediéndoselo, para dejarlas sobre la mesa a un costado del alimento felino —. Asegúrate de estar aquí antes de las dos, que es cuando traerán tus cosas, ya que yo no podré recibirlas— dijo dándose media vuelta sin intención de discutir. Ella pareció ignorarlo al acariciar a Oreo que recién llegaba. —Me extraña que algo tan simple no
—¿Cómo me pides eso en estos momentos? – cuestiono Leia con dolor. —La última discusión que tu madre y tu padre tuvieron fue por ti— interrumpió Nicoleta dejándola helada —¿Sabes por qué? – Leia apenas pudo negar, sus ojos temblaban suavemente de incredulidad y se apreciaban rojizos. La anciana sonrió débilmente — Ella al final se negó a que se te obligara a casarte con el joven James o el joven Connor, como muchos años antes se había predispuesto, defendió hasta el ultimo momento tu derecho de elegir a quien amar – Pasar saliva nunca le había dolido tanto a Leia como en ese momento. Nicoleta acomodó una última flor y entonces volteó a ver a la cobriza sentada a un metro de ella — Entonces dime, ¿crees que ella estaría feliz de verte así? — preguntó y resbaló suavemente su mirada por el cuerpo de la llorosa chica. —No lo sé— confesó la joven que sí, se sentía mucho mejor de lo que se sentía cuando llegó ahí, pero que todavía no se atrevía a aceptar esas palabras como ciertas y s
La castaña negó y resopló cansadamente mientras sentía las miradas de las dos chicas caer en ella. —Yo detesto a Caleb, me molesta que la haga sufrir— le aclaró recelosa — pienso definitivamente que si no se hubiera enamorado de él estaría mejor – se sincero Kristel. —Pero lo hizo – puntualizo Hillary. —Lo sé— aclaró de nueva cuenta Kristel — Y lo que también sé, es que no fue sólo un capricho lo que lo hizo — dijo e hizo una pausa sin saber qué nombre darle al acto cometido por el rubio de larga rubio —regresarte con él— añadió, y aunque la molestaba, tenía que mencionarlo. —¿Tú qué tanto sabes? — interrogó Hillary viéndola con suspicacia. Kristel resopló cansadamente —Sólo lo que Elric me ha dicho— confesó y no sabía bien si su entrometido novio le había contado tales cosas, para que ella se las contara a Leia, como estaba a punto de hacer — Al parecer, no saliste nada barata, Leia— añadió y, resignada, lo dijo a modo de broma. Hillary sonrió por eso y Leia abrió los ojos con
Ambas salieron de la cafetería en silencio viendo a varios estudiantes ir y venir por los diversos caminos del campus.—Creo que intentaré no estar a la defensiva— optó por decir Leia.—Oye y… ¿te atreverías a seducirlo como dijo Hillary? — preguntó Kristel con real preocupación, al entender que lo que ella había decidido, era lo que mejor la haría sentir.Ambas se vieron a los ojos y se sintieron incómodas —Por supuesto que no –—No, no, definitivamente ella está loca — aceptó Kristel — Lamento preguntar tal estupidez— dijo y se burló.Leia también se rio sintiéndose un poco menos mal.—Debo irme, mi clase seguro ya comenzó –Kristel le asintió — Entonces, después hablamos sobre la visita a tu nueva casa, yo también muero de ganas de verla — le dijo y le guiñó un ojo mientras sujetaba su mochila al hombro y se echaba a correr.Leia le sonrió —Por supuesto— casi alzó la voz al ella misma tener que apresurarse.El sonido de una música horrenda llenaba prácticamente todo el lugar, Caleb
Por la mañana siguiente un maullido de Oreo y el mismo frotándose contra su mano que colgaba del sofá, habían logrado despertarlo. —Joder— soltó con voz ronca y todavía con sueño. Escuchar el sonido ligero de agua corriendo lo hizo desperezarse y sentarse. Vio a Leia pasearse por la cocina cuidando de no hacer mucho ruido y se extrañó de verla, ¿qué hora era? Bajó su mirada al reloj en su muñeca y se dio cuenta que ya pasaban de las ocho y media «maldición» pensó fastidiado al darse cuenta que ya estaba tarde para presentarse en la oficina. Avanzó un par de pasos hasta detenerse detrás de la barra y observar a Leia cocinando del otro lado — ¿Tienes clase? — preguntó saltándose el saludo que generalmente ella no le respondía. Ella giró su rostro y lo vio con el cabello revuelto y apoyando una de sus manos en el marco de la barra, su ropa estaba arrugada y cuando regresó sus ojos a aquellos pozos azules, tragó ligeramente y tuvo que regresar su atención al sartén de comida en sus ma
Las pequeñas chispas de agua que caían del cielo se pegaban suavemente a los enormes cristales, algunas, formaban el tamaño suficiente como para unirse unas a otras y resbalar de forma larga por los mismos; los ojos azules y profundos de cierto rubio se fijaron sin mucho interés en esas líneas de agua mientras observaba el gris y frío día en la ciudad. Caleb resopló cansadamente al apoyar sus codos en el escritorio tras el cual había estado trabajando más de media mañana y unas horas de esa tarde, se talló el puente de la nariz al bajar la mirada al grupo de hojas frente a él y cerró los ojos; su computador sonó anunciando la llegada de un nuevo correo electrónico y él negó en silencio, frustrado. Se recargó completamente en el asiento de piel y posó sus brazos en los descansos del mismo sin abrir sus ojos. —Te has venido comportando como un verdadero patán— se reprochó y su voz sonó ronca por lo baja que la emitió. Una incomodidad surgió en el centro de su estómago al seguir medi