Caleb resopló frustrado otra vez en ese día, su semblante se había endurecido notoriamente mientras avanzaba a pasos lentos y pesados a un costado de su sala.
—¡Joder! — soltó molesto al arrojar con poco cuidado su móvil a uno de los blancos sofás de su sala.
Los ojos azules de Elric cayeron al suelo, al mismo sitio donde el móvil del rubio cayó de rebote.
“Sigue sin contestarle.”
—¿Qué piensas hacer? – cuestiono el joven realmente angustiado por su primo.
—¿Por qué demonios no te largas y me dejas solo? — soltó el casi furioso rubio al ver de manera fría y hastiada a su estúpido primo, que se encontraba recargado en una de las paredes de la sala.
—Porque somos familia — soltó con sim
El click que hizo la puerta de la habitación de Leia, fue el único sonido que le advirtió que alguien entraría. Los ojos negros y sin emoción del padre de la joven recorrieron la casi oscura habitación. —Nicoleta me ha informado que no has querido comer nada— dijo viendo como una bandeja con lo que debería ser la cena, descansaba en el buró cercano a la cama. Ella guardó silencio al estar abrazada a sus rodillas, al permanecer sentada en una pequeña y cómoda sala acondicionada en su habitación. —Si comes o no, es tu problema— prosiguió el mayor al avanzar un par de pasos en su dirección, la luz del exterior se colaba por la ventana iluminando parcialmente su cuerpo y la pequeña sala donde Leia permanecía en silencio — sólo deja de hacerte la víctima— añadió haciendo a la joven tragarse un nudo en su garganta. La luz del pasillo iluminó el interior cuando Nicoleta abrió la puerta, Enzo volteó a verla de medio lado y con un movimiento de cabeza le indicó que se marchara, volvieron
Un par de golpes inseguros golpearon la puerta de madera de la habitación de Leia. —¿Leia? — la voz de Kristel se hizo escuchar una vez que abrió. —Aquí — Leia que estaba acostada en su cama descubrió su rostro. —Leia, ¿qué haces acostada todavía? — preguntó Kristel al acercarse, y verla notoriamente desconcertada — En un momento sale el cortejo – La cobriza que vestía una tibia pijama de dos piezas color pastel, se sentó, Leia sólo pudo bajar la mirada mientras sus manos se apretaban en las cobijas. —¿Has visto el cuerpo de mamá? — preguntó y sus ojos se aguaron. Kristel perdió el aliento —No… lo, lo siento— se disculpó apenada al no ser tan madura como para hacer tal cosa —¿Tú no has bajado? — preguntó luego de unos segundos al caer en cuenta. Leia negó y se tragó el nudo en su garganta. —Leia, ¿qué está pasando? — preguntó preocupada y en voz baja al apoyar su mano en el hombro de la que era su casi hermana —¿Por qué Nicoleta me pidió dejarle mi móvil? – La pálida cobriza
—¿No importunar? ¿O molestar a nadie? ¿Desde cuándo ese tipo de cosas te preocupan a ti? — reprochó lo que tenía tiempo pesando —¿Por qué cuando se trataba de acostarte conmigo no te importaba, y por qué cuando más te necesité preferiste mantenerte al margen? — preguntó sin evitar seguir llorando y ahogándose con el nudo de su garganta.—No es lo que estás insinuando, Leia, pareces no conocerme— aclaró él que intentó acercarse, la mirada azul de Caleb se tornó más fría cuando ella retrocedió y le impidió tocarla — Es sólo que ahora…—Ahora no importa— volvió a hablar Leia que, sin importarle molestarse la garganta, necesitaba sacar las dudas y el dolor que la quemaban por dentro —Lo sabías, ¿verda
Luego de aquella mañana lluviosa, pasaron dos días, Leia jugaba cansada a dibujar círculos invisibles con una de sus plumas sobre su libreta, al estar aburrida luego de finalizar su última clase en la universidad.Regresar ahí había sido difícil, pues su padre nunca estuvo de acuerdo en que su educación continuara en esa universidad pública, por lo que regresar había sido una pequeña victoria que logró obtener; su padre apenas le dirigía la palabra, a decir verdad, la única vez que habían hablado, antes de informarle que retomaría sus estudios ese día, había sido cuando Connor estuvo en su hogar.Aquél día, un día después de pelear con Caleb, el primogénito de Jacob Miller, le había informado sobre la sugerencia que le había hecho a su padre, aquella en la que él
—Hey, Leia— la voz de Kristel sonó alegre al abrir la puerta de la habitación de la cobriza — Es extraño volver a hacer una visita normal luego de tanto tiempo— añadió la joven al entrar y ver a su amiga tumbada en cama y con varios cuadernos rodeándola.La cobriza extendió una sonrisa con algo de nostalgia.—Lo sé, ha pasado mucho – respondió.—¿Qué haces? – le pregunto a su amiga.—Tarea— le dijo al verla sentarse en la cama.—Y, ¿qué tal va todo? — preguntó Kristel al tomar distraídamente uno de sus cuadernos.—La universidad mejorando de a poco— explicó — Y lo demás… parece avanzar— dijo y su mirada se entristeció al ver su m&oacu
—¿A qué demonios ha venido? — preguntó Enzo cuando terminó de analizar visualmente al joven ojiazul de arrogante aspecto. Su respiración era pesada al desagradarle su presencia en el lugar, sin embargo, el otro conservaba una fría calma que lo molestaba más. Caleb, en silencio y firme en la decisión tomada, bajó su mirada y con sus dos pulgares levantó los dorados seguros del portafolio que descansaba en el escritorio, Enzo arrugó el ceño ante la fría pasividad del chico frente a él. El rubio endureció su mirada y tensó su mandíbula al alzar el rostro y girar el portafolio, dejando expuesto, ante la mirada suspicaz de Enzo Prince, el contenido del mismo. —A esto— su voz fue seca y firme, al deslizar sobre el pulcro escritorio el portafolio de fina piel. La mirada café y desconfiada del patriarca del lugar se posó sobre el contenido del portafolio, para luego alzarse al rubio frente a él. —¿Qué es esto? — mencionó el mayor y un grado de confusión se escapó por su gruesa voz. Cal
—Adelante— la voz cansada de Emireth sonó con un poco de fastidio, al invitar a entrar a quien fuese que tocaba su puerta.Darlene entró con el ceño fruncido — ¿Por qué tienes sin seguro la puerta? — preguntó extrañada teniendo en cuenta lo precavida que era su amiga, sus ojos negros se fijaron en el cuerpo de la pálida joven tumbado sobre uno de los sofás de la sala, mientras se cubría los ojos, agotada.—¿Qué quieres? – cuestiono Emireth con frialdad.La recién llegada dejó escapar el aliento ante el desinterés de la joven.—Hablé con Caleb, vengo de verlo — informó logrando que Emireth la viera de reojo.La de pelo perfectamente lacio cerró los ojos fastidiada — No debiste hacerlo, yo lo haré
El rubio resopló al soltarla y acorralarla contra la puerta del coche y su cuerpo, cerró los ojos un segundo y luego los abrió clavando su azulina y todavía fría mirada, en los ojos cafés y molestos de Leia.—Hablaremos de esto en casa— dijo moderando su voz ronca — No es tan malo como parece o debes estar pensando – añadió.—¿Qué no es tan malo? — preguntó la chica indignada — Mi padre me vendió y estoy segura que no planea volver a verme — reprochó con voz dolida, y por la cercanía, casi hablándole a la cara — ¿sabes lo que eso significa? –—Leia…—Significa— interrumpió alzando la voz— que estoy más sola que nunca— agregó y sus ojos se llenaron de lágrimas de impot